La jornada continua en los colegios es un debate que viene de lejos y divide ampliamente a las familias. El año pasado, por ejemplo, es una cuestión que se sometió a votación de los padres en varios decenas de colegios públicos navarros. El resultado fue una división casi a la mitad. Es decir, cuando ahora en nombre del coronavirus y la seguridad se impone la jornada continua, no es algo sobre lo que exista consenso ni unanimidad, sino todo lo contrario, desde luego entre los padres. A quienes les encanta la jornada continua es a los profesores, por supuesto. La cuestión es si se trata de otra de esas cosas que se van imponiendo aprovechando el coronavirus pero que nada tiene que ver con el virus.
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¿Qué tiene que ver la reducción de jornada con los contagios? ¿El coronavirus no contagia por la mañana? ¿Se vuelve más peligroso por la tarde? ¿Qué clase de reloj tiene el coronavirus para saber a qué hora tiene que empezar a infectar a los niños?
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Por el contrario, la jornada continua obliga a los padres a estar con los niños por la tarde, o lo que es peor, a tener que recurrir a los abuelos, el grupo de mayor riesgo con abismal diferencia, para que cuiden a los niños. Por la mañana juntamos y mezclamos a todos los niños en las clases y por las tardes los mandamos a las casas de los abuelos.
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De un modo u otro lo que suceda va a tener también una repercusión sobre el ámbito laboral. Los ejércitos de padres que van a tener que abandonar su puesto de trabajo para ir a por los niños van a provocar una caída de la productividad y de la competitividad de las empresas. Por no decir un notable caos.
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Seguramente hay razones a favor de la jornada continua con o sin coronavirus, pero a muchas familias no les queda nada claro que con el coronavirus no haya más que razones a favor para imponer la jornada continua. Para empezar se trata de una medida que se ha establecido en Navarra, pero no en todo el resto de comunidades autónomas. Se trata de un asunto discutible, abierto al debate, pero es difícil encontrar las razones médicas e irrebatibles que justifiquen esta imposición. Por eso no son pocos quienes sospechan que esta medida en realidad tiene poco que ver con el coronavirus, llega para quedarse, y simplemente se aprovecha la pandemia para establecer una nueva imposición sin dar voz a las familias, sin dar posibilidad de elegir, sin debate y sin discusión.
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