Las crisis políticas se suelen traducir con una velocidad pasmosa en crisis económicas, y viceversa. En los casos de España e Italia, durante los últimos días, vemos a sus respectivos gobiernos o no-gobiernos en el alambre y a los mercados en situación de infarto diario. En España, por ejemplo, la capitalización de los principales bancos ha bajado 20.000 millones de euros en cuestión de días. Pero bueno, podría pensar alguno, son los mercados, los inversores, los ahorradores, los que tienen un fondo de pensiones… los fachas: que se fastidien.
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Aunque hay quien piensa de esta forma lo cierto es un grave error primero porque inversores y ahorradores los hay de todos los colores, que se lo digan a Pablo Iglesias, pero es que además la economía general depende de que le vaya bien a todo el mundo, sea facha o progre, porque el PIB avanza con el consumo de todos. No se trata, no obstante, del punto al que quiere llegar este análisis.
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A veces hay quien se extraña de que políticos supuestamente radicales y antisistema en la oposición, cuando realmente llegan al poder (véase el caso de Grecia), empiecen a tentarse la ropa y ceder a la presión de los mercados o las autoridades económicas de la UE. Pues bien, estos días con lo que está pasando en España y sobre todo en Italia tenemos un buen ejemplo del porqué.
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El bono italiano a 10 años ha pasado de ofrecer una rentabilidad del 1,8% hace un mes al 3,4% en los últimos días.
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Esto significa que, para pedir dinero prestado, el gobierno italiano, o más genéricamente el estado italiano, tiene que ofrecer ahora un 3,4% de rentabilidad en vez de un 1,8%. Esto es así por las propias dudas que genera en este momento el estado italiano. Por contraste, el estado alemán puede financiarse a sólo un 0,22% de interés.
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Teniendo en cuenta que la deuda pública italiana supera los 2 billones de euros, cada 1% que aumenta el interés de la deuda pública implica, simplificando, un encarecimiento de 20.000 millones en la financiación de la deuda. Que el interés de la deuda haya subido 1,6 puntos, implica un encarecimiento teórico anual de 32.000 millones de euros. Si financiar la deuda el año que viene puede costar 32.000 millones más que éste, es evidente que cualquier gobierno tiene un problema. Salvo que deje de pagar la deuda, en cuyo caso nadie le seguirá prestando y tendrá que ajustar estrictamente sus ingresos y sus gastos, que en el caso de Italia sería un recorte de 39.600 millones, que fue el déficit del año pasado. Está claro que si uno empieza a acometer políticas excéntricas o en general hacer cosas que ponen nerviosos a los mercados tiene un grave problema, por progre o facha su discurso en la oposición hasta llegar al gobierno.
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En lo que respecta a España, el aumento de la rentabilidad del bono a 10 años ha subido en estas semanas de crisis política (a lo que hay que sumar el contagio italiano por la deuda italiana que tienen los bancos españoles, etc) del 1,16% a 1,72%, es decir algo más de medio punto, lo que teniendo en cuenta que la deuda pública española supera el billón de euros supondría un sobrecoste para financiarla de unos 5.000 millones de euros. Por contextualizar el dato, para poder adecuar este año las pensiones al IPC se calculó un sobrecoste de unos 1.800 millones de euros.
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Por eso las crisis políticas se convierten inmediatamente en crisis económicas y viceversa.
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Por eso estos días está todo el mundo nervioso.
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Y el que no está nervioso es que no se ha enterado.
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También es verdad que las cosas empiezan a arreglarse cuando todo el mundo se pone nervioso.