Es habitual, por parte de las distintas agencias y partes implicadas en la aplicación y promoción de la agenda izquierdista, socialista y revolucionaria, alertar de un presunto y masivo odio generalizado hacia las personas no heterosexuales en determinados puntos de Europa.
Ya se trate de los participantes de la soberanía política o de quienes componen la llamada «soberanía social», hay que decir que esto ocurre cuando, como mínimo, existe una oposición a medidas específicas del proyecto de ingeniería social de los ideólogos de género.
Hablemos de las pretensiones de uso de los mecanismos estatales para disociar la institución matrimonial al no ser entendida como unión entre un hombre y una mujer (con fines de pro-creación) o avalar la «indeterminación» del sexo en función de las diferencias psico-fisiológicas.
Precisamente, eso ocurre en Polonia (sin necesidad de entrar en dicotomías de bloques de partido). Aparte de que no hay carta blanca al artificio de las «familias LGTBI» (peligroso según el famoso Informe Rekers), habiendo una fuerte reacción social contra los intentos de infiltración en las escuelas.
También hay que recordar que esta amenaza (que agitan desde movimientos de presión de género con violencia vandálica y cristófoba) fue una de las principales razones por las que se temía, el verano pasado, por la victoria presidencial del alcalde de Varsovia y socio de Casado Rafal Trzaskowski.
Así, tiene sentido no extrañarse de que, aparte de ser este país el principal oponente europeo de la Convención de Estambul, una abrumadora mayoría de municipios de los voivodatos de Lublin, Pequeña Polonia, Santa Cruz y Subcarpacia hayan aprobado mociones contra esta ideología.
Claro debería de quedar que el problema no es de menoscabo de la dignidad de determinadas personas como seres humanos que son también, sino del desarrollo de una agenda contraria a la familia, la libertad, la propiedad y la dignidad humana.
Pero la manipulación y el agit-prop no faltan. Obviamente, debemos desconfiar de ellos, pero vamos a recurrir a los datos para ayudar al gran público a desengañarse de difamaciones sociológicas que pretenden intimidar a los defensores de la tradición católica y el orden natural.
Recurriremos a destacar algunos puntos relevantes de un informe reciente, elaborado y publicado por el Instituto Ordo Iuris (un centro jurídico polaco), cuyo título es el siguiente: La situación social y legal de las personas con tendencias homosexuales o trastornos de identidad de género en Polonia.
La opinión pública distingue entre homosexualidad y homosexualismo
Recurriendo a unos datos de la entidad demoscópica CBOS, se observa que más de dos terceras partes de la población polaca consideran que no hay que practicar una intolerancia en sí hacia una persona por el mero hecho de ser homosexual (la posición contraria llevaría unos diez años en una posición de muy bajo nivel).
No obstante, el rechazo a la aplicación del proyecto de los ideólogos de género sí que ha incrementado, siendo esto algo a demostrar a continuación, tomando como referencia ciertos datos y aspectos del año 2019:
- Solo un 9% de los polacos respaldaría la adopción por parte de parejas homosexuales.
- Más de un 60% de la población sería contraria a la aprobación del llamado «homomonio».
- El escepticismo hacia el exhibicionismo público habría aumentado en siete puntos.
Desmontando algunas falacias del «Índice Arcoíris» europeo
La asociación ILGA-Europe elabora, anualmente, el llamado «Índice Arcoíris«, con el que dice medir el grado de respeto hacia los «derechos LGTBI» en 49 países europeos, llegando a poner a Polonia en la posición número 42, que no sería muy buena de acuerdo con los activistas e ingenieros sociales centrados en estas cuestiones.
Como bien advierten desde el centro jurídico en cuestión, ese análisis está lleno de bulos y tergiversaciones aparte de «malinterpretar la noción de derechos humanos» e «ignorar definiciones existentes y provisiones legales». Sobre algunas de estas nos haremos eco, en el sentido textual, a continuación:
- El famoso caso de cierta imprenta no se basó en el rechazo a una persona-cliente por su orientación sexual. Simplemente hubo una negativa a desarrollar su actividad económica mediante la promoción de de materiales impresos pro ideología de género que le fueron encargados por una fundación.
- En cuanto a los presuntos incidentes violentos de la Marcha por la Igualdad de 2019 en Bialystok, ni las autoridades policiales ni dos hospitales de esta urbe reportaron agresiones físicas relacionadas con la marcha, por ninguna de las «partes implicadas».
- Solamente la Convención de Estambul hace referencia a la «identidad de género». Ni la Constitución Polaca ni el derecho comunitario establecieron tal cosa en su momento.
Las adhesiones municipales a la Carta de los Derechos de las Familia
Como ya se insistió en su momento, no ha habido ningún decreto de expulsión o exclusión de personas no heterosexuales en ninguna localidad polaca (por mucho que insistan ello las agencias de agit-prop «progre», con sus correspondientes «tontos útiles» y el respaldo de la soviética eurocracia bruselense).
Lo que se ratificó fue la adhesión de todos esos municipios previamente mencionados a la Carta de los Derechos de las Familias, elaborada por una veintena de organizaciones sociales, trata de reafirmar el respeto de una serie de derechos constitucionales cuya interpretación puede ser favorable a la protección de los niños y la libertad y autonomía de las familias.
Recuerdan también desde Ordo Iuris que esa declaración no crea nuevas normas, sino que supone una especie de reafirmación jurídica. No existe referencia ad hominem alguna sobre las personas con atracción hacia otras con el mismo sexo ni hay modificación en situación legal alguna. Solo recuerda «áreas de actuación» en base a las competencias locales.
Una vez dicho todo esto, para finalizar, puede decirse que este minucioso trabajo ha sido la enésima corroboración de que no existe ninguna persecución social hacia los homosexuales en Polonia (de hecho, hay no heterosexuales que prefieren, en su integridad, climas libres de «progresía»).