El Gobierno de Navarra, el discurso dominante en general, establece como base de sus imposiciones ideológicas que las cosas que obliga a creer no son discutibles. Si la ideología de género es indiscutible es porque la ciencia así lo determina. Naturalmente no es así. Otra cosa es que, al igual que cualquier otro sector de la sociedad, el científico también se encuentre muy condicionado por el discurso dominante. Por eso al discurso dominante se le llama dominante. En absoluto existe sin embargo algo así como una especie de unanimidad científica en torno a la ideología de género. No se impone porque es indiscutible sino que es indiscutible porque se impone. Dicho lo cual, el discurso de la ideología de género y lo políticamente correcto resulta tan débil desde el punto de vista racional que en ocasiones incurre en una incompatibilidad lógica absoluta, lo que ha iniciado una guerra de la que difícilmente se oye hablar pero absolutamente innegable entre el discurso del colectivo feminista y el discurso del colectivo transgénero.
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Según la ideología de género, una cosa es el sexo, que es una cosa biológica y genital, en virtud de la cual se tiene un pene o una vagina, pero que no significa absolutamente nada y es un hecho intrascendente, y otra cosa es la identidad de género, que es el sexo sentido y los comportamientos socialmente aprendidos, que lo son todo y explican todas las supuestas diferencias entre mujeres y hombres. Este es el discurso que no sólo abraza sino que impone actualmente el feminismo.
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En virtud de este discurso, si un niño juega con una espada y una niña con una muñeca es por una cuestión cultural. A los niños no les gustan más las espadas que las muñecas, salvo que se les eduque para que sea así.
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Si una niña juega con una espada, según el pensamiento de la ideología de género no es por ello menos chica. Una chica puede jugar con espadas y balones de fútbol y sentirse totalmente chica. El problema viene con la chica que juega con espadas y balones de fútbol pero no se siente chica, sino chico.
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Frente al tiempo en que se consideraba que las niñas no debían comportarse como los niños y había que corregir a una chica que hiciera las mismas cosas que hacen los chicos, o al chico que le gustaba el ballet, en la actualidad el feminismo le reprocha al colectivo transexual que siga pensando que hay algo equivocado que se debe corregir si una chica hace cosas de chicos, aunque ahora lo equivocado no sea el comportamiento, sino el cuerpo del que lo lleva a cabo. Convertir en chica al chico que le gusta el ballet o en chico a la chica que le gusta el boxeo vuelve a ser de algún modo, aunque por otro camino, que vuelva a encajar que los chicos hagan cosas de chicos y las chicas cosas de chicas.
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El problema es que los transexuales no terminan de encajar en el encasillamiento forzoso de la ideología de género. Una niña que se siente niño y juega al fútbol no es que se sienta niño por jugar a fútbol, ni simplemente necesite que se le explique que puede jugar a fútbol sin sentirse niño, sino que desafía la premisa de que lo que quiere realmente es jugar a fútbol y la sustituye por la de que quiere ser niño.
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Para la ideología de género, todos somos iguales a igualdad de condicionamientos sociales. El sexo biológico no determina ningún comportamiento y por tanto es irrelevante. Por eso no tiene cabida la idea de que alguien pueda estar en un cuerpo equivocado. Es decir, puesto que la forma se ser de los hombres y las mujeres es igual, no puede haber una mente de hombre en un cuerpo de mujer o viceversa. Porque no existe una mente masculina o femenina, una personalidad masculina o femenina, una forma de ser masculina o femenina, o una esencia masculina o femenina. Todos tenemos la misma esencia y luego tenemos un pene o una vagina. No puede haber una falta de correlación entre el pene o la vagina y la esencia de un hombre o una mujer porque esa esencia es idéntica. En consecuencia el feminismo no puede aceptar la idea del colectivo transgénero de que hay un conflicto entre el sexo biológico de alguien y su identidad sexual, porque eso significaría que hay una identidad sexual masculina y otra femenina, que además de tener pene o vagina hay una forma de ser diferente de los hombres y las mujeres, que esas diferencias además no son culturales y que no se corrigen dejando simplemente que las niñas jueguen a fútbol, y que por tanto puede haber un conflicto entre el sexo biológico y el sexo sentido, la forma de ser, la esencia y la personalidad de un sujeto. Para el feminismo y la ideología de género no puede haber una mente de hombre encerrada en el cuerpo de una mujer o viceversa porque no existe una mente distinta para los hombres que para las mujeres y por tanto no puede haber una discrepancia entre la mente y el cuerpo.
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El conflicto es irreconciliable porque, si se asumen las teorías de la ideología de género y el feminismo, quedan totalmente desmontadas las premisas del colectivo transexual, y si se aceptan las premisas del colectivo transexual quedan totalmente desmontadas las premisas del colectivo feminista. Por eso se trata de una guerra «a muerte». Esto obliga a cualquier progresista salir de su zona de confort, a quedar posicionado, a tener que ser políticamente incorrecto, a que le llamen “transfobo” o a que le llamen “machista” sin que le explote la cabeza.
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Al final de este análisis no cabe sino añadir algo de bibliografía al respecto para ilustrar el conflicto, como haría una ficha de SKOLAE, sólo que en las fichas de SKOLAE no se dice nada de este conflicto ni de los problemas de coherencia interna de las «verdades indiscutibles» que enseña a los chavales porque no se trata de enseñar la verdad, sino de adoctrinar al personal, aunque sea en doctrinas incoherentes y absurdas, que como no se pueden imponer por la fuerza de la razón se imponen por decreto y por el iluminismo coactivo del mandarinato cuatripartito de Uxue Barcos.
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https://larepublica.es/2018/11/17/feminismo-transexualidad-esta-ocurriendo/
https://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/03/08/las-ultimas-perversiones-del-feminismo/
