El maltrato del Partido Popular hacia las tierras valencianas se viene gestando desde hace años, más si cabe, llegó a su punto álgido durante el mandato de Mariano Rajoy, puesto que lo que inicialmente se prometió como un Gobierno favorable a los intereses de la Región, intereses que, además van en beneficio general de toda la Nación española, fueron demostrándose con el paso del tiempo que no fueron sin más que vanas palabras.
Los valencianos seguimos esperando 16 años después que se lleve a cabo una infraestructura necesaria para la supervivencia del campo valenciano y vital desde el punto de vista económico como es el Plan Hidrológico Nacional, con la inclusión de un Trasvase del Ebro que conecte las cuencas excedentarias del delta del Ebro con las cuencas de la Región Valenciana, Murcia y la provincia de Almería.
La derogación del Trasvase fue una gran cesión al catalanismo
Hay que recordar que el Trasvase fue derogado ad maiorem gloriam del separatismo catalán por un alarde tan grande de solidaridad como el que provino del entonces Presidente catalán Pasqual Maragall, quien con la poca vergüenza que caracteriza a los socialistas catalanes desde hace mucho tiempo, declaró que a Valencia no irá ni una gota de agua. Ahí quedan las palabras de los que luego pretenden una falsa germanor que jamás ha existido.
Lo curioso es que el PP, que siempre se erigía en aquella época como defensor de intereses valencianos, no hiciese después nada para reparar el agravio que supuso privar a nuestra tierra de uno de los elementos más imprescindibles para el desarrollo económico de la misma.
Las condiciones ventajosas que, además, se daban en 2004 para hacerlo, puesto que el Gobierno Aznar había conseguido una subvención de la Unión Europea para sufragar dichas obras de infraestructura que cubrían su coste íntegramente, se fueron por el sumidero cuando ZP, cogido del pescuezo por Maragall, acabó con el PHN. Pero, aún así, esto no significa que no se deba llevar a cabo, debe llevarse a término puesto que significa un elemento crucial de crecimiento económico para todo el litoral mediterráneo español.
Y otro tanto se puede decir de las obras de ampliación del Puerto de Valencia, lo mismo del Parque Central o lo mismo del Corredor Valencia-Zaragoza-Pau con salida por Canfranc, que posibilitaría conectar Valencia con el Corredor Central y evitar que la salida de los productos españoles a Francia se haga hoy por Cataluña, con las tensiones y privilegios para una región abiertamente en rebeldía que hoy conllevaría.
El PP no ha acometido en sus años de Gobierno ni una de estas reivindicaciones que los empresarios valencianos constantemente le han puesto sobre la mesa.
El PP solo hace gala anticatalanista cuando las cosas le van mal, electoralmente hablando
Además de lo anteriormente dicho, hace dos fines de semana se celebró el Congreso provincial del PP de Valencia, al cual asistió Pablo Casado. La estampa no pudo ser más desoladora, puesto que el salón del Congreso estaba absolutamente vacío, sin prácticamente compromisarios. El PP valenciano, tanto en su estructura regional, como en su estructura provincial y como en su estructura local en la ciudad de Valencia, es una organización fantasma, lastrada de años de catalanismo y corrupción, absolutamente desaparecida y desarbolada, una organización que ni siquiera es capaz de movilizar una décima parte de lo que movilizaba en los años que gobernaba a placer la Comunidad, con una militancia que ha caído abiertamente en picado y cuyos principales responsables no han sabido recuperar, porque tampoco han hecho el mínimo ejercicio de disculpa por los años de catalanismo que ellos han producido en esta tierra.
Con esa estampa tan funesta, el líder nacional del PP sacó bandera del discurso anticatalanista que el partido suele utilizar cuando le vienen mal dadas para ganar votos, pero que luego, cuando llega al poder, a la hora de la verdad, no es capaz de cumplir. Y aseguró que esto del requisito lingüístico en el acceso a la función pública es intolerable -obvio, lo que no dice es que el PP avanzó en ese requisito lingüístico como el que más en su época- de la misma manera que la inmersión es una vergüenza que solo colma las aspiraciones separatistas.
Bien lo sabemos, pero no es coherente con lo que se hizo durante 24 años de Gobierno ininterrumpido, con mayorías absolutas a placer. Pero, además, a uno se le cae la mandíbula cuando escucha que es una vergüenza que la AVL diga que el valenciano es catalán. Hombre, Pablito, un poco de decoro, cuando el partido es el padre del monstruo, cuando se tiene en el Parlamento Europeo a uno de los artífices de ese monstruo, como es Esteban González Pons.
El PP valenciano es una fuerza política absolutamente amortizada y lo que está por ver es quién le da definitivamente el tiro de gracia para que no siga dividiendo a un electorado de centro-derecha en Valencia que espera soluciones inmediatas, puesto que Valencia es hoy vanguardia de la unidad nacional de España y si cae Valencia, cae España entera.