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En las noticias publicadas por los medios ayer ocupó un pequeño hueco la de que un tribunal belga ha accedido a que un preso, encarcelado por diversos delitos de violación y asesinato, vea atendida su petición de que se le aplique la pena de muerte.
O sea, que no se puede condenar a muerte a ningún delincuente pero se le puede aplicar la eutanasia. No podemos decir exactamente que Bélgica reimplanta la pena de muerte aunque lo que ha pasado se le parece. Lo que a lo mejor sí se puede decir es que poner una soga en el techo de cada celda puede ser una medida humanitaria y progresista, al menos a criterio de la justicia belga.
Como todo el mundo sabe Bélgica es uno de los países en los que más ha avanzado la aplicación de la eutanasia, bajo la premisa de que hay vidas dignas e indignas y que quien considere que su vida es indigna puede solicitar ayuda estatal para acabar con ella. No queda claro, no obstante, que la vida de los asesinos y violadores que no piden la eutanasia sea más digna que la de quienes la piden.
Saliendo del mundo de la delincuencia, lo que sucede además es que si aceptamos que la vida de alguien en silla de ruedas, pongamos por caso, es indigna y por indigna hay que ayudar a esa persona a acabar con ella, ¿cuál es el mensaje que mandamos a todas las demás personas en silla de ruedas, o a todos los ancianos, o a todos los enfermos? ¿Cómo trasladarles el mensaje de que su vida es valiosa si ayudamos a matar a las personas en su misma situación bajo la premisa de que no lo es?
Y si lo que trasladamos a los mayores o a los enfermos es el mensaje de que su vida no es digna ni valiosa y que cuando la vida no es digna ni valiosa hay que apoyar un mecanismo para acabar con ella, ¿no les estamos empujando a todos hacia la eutanasia?
Y esto, a su vez, ¿es una conquista de derechos y un avance humanitario, como pretende el pensamiento progresista, o todo lo contrario?
Un comentario
Los gobiernos totalitarios como nazis y comunistas, favorecían la eutanasia y el aborto para sus intenciones finales.
Aquí los tontos pican el anzuelo sin estar obligados a punta de pistola, ni tener un gusanillo que les engañe. Se tiran al pincho de cabeza. País de locos.