ETA es una organización revolucionaria y socialista, cuyos esquemas intelectuales no se encuentran en la católica Irlanda, en Kosovo, ni en la hoja de ruta del senador estadounidense George Mitchell. Por el contrario, el modelo organizativo seguido por ETA militar es el inspirado por la Komintern soviética. La estructura dual de ETA no sólo no es una originalidad, sino que es una reliquia totalitaria. El “desdoblamiento” instrumental que detalla el Tribunal Supremo en la sentencia de ilegalización de Batasuna, no es más que la confirmación de un modelo que ya describió el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, en un documento titulado: «Tesis sobre la estructura, los métodos y la acción de los partidos comunistas». A continuación reproducimos algunos fragmentos clave del curioso documento, explicando cómo el Partido Comunista, allí donde fuera legal, habría de mantener paralelamente un frente legal de masas y otro ilegal violento, con una dirección centralizada. Aunque el esquema resulta aplicable a ETA, también explica la acción de los comunistas de toda Europa, incluidos los españoles, durante los años 30.
Los partidos comunistas legales de los países capitalistas en general aún no han tomado suficientemente como tarea esta preparación para los levantamientos revolucionarios, los combates armados y en general la lucha ilegal. Con demasiada frecuencia se construye la organización del partido con vistas a una acción legal prolongada y de acuerdo con las exigencias de las tareas legales cotidianas.
En los partidos ilegales, por el contrario, a menudo tampoco se comprende lo suficiente que es preciso utilizar las posibilidades de la acción legal y organizar el partido de tal modo que esté en contacto directo con las masas revolucionarias. Los esfuerzos del partido tienden a convertirse en un trabajo de Sísifo o en una conspiración impotente.
Esos dos errores, tanto el del partido ilegal como el del partido legal, son graves. Un partido comunista legal debe saber prepararse, del modo más enérgico, para las exigencias de una actividad clandestina y en particular estar armado en espera de levantamientos revolucionarios. Y por otra parte, un partido comunista ilegal debe saber utilizar todas las posibilidades del movimiento obrero legal para convertirse, mediante un trabajo político intensivo, en el organizador y el verdadero guía de las grandes masas revolucionarias. La dirección del trabajo legal y del trabajo ilegal debe estar permanentemente unida en manos de la misma dirección central del partido.
Un esquema de funcionamiento confirmado por el Tribunal Supremo
El esquema organizativo descrito por la Komintern en 1.921, resulta virtualmente idéntico al descrito por la sentencia del Tribunal Supremo que ilegalizó a Herri Batasuna en el año 2002. Entre los hechos probados de la sentencia, se dedicaba específicamente un apartado a la creación de Herri Batasuna, por parte de ETA, “con carácter instrumental y la asignación externa de funciones”, a la llamada estrategia del “desdoblamiento”, y al designio expreso de “articular un reparto coordinado de responsabilidades y tareas” cuyo objeto era “obtener una mayor penetración en la sociedad para la consecución de sus fines”, así como para “limitar los efectos de la acción policial sobre toda su estructura”. La estrategia de ETA militar, a partir de 1974, se tradujo según el Supremo en “mantener en la ilegalidad su acción “militar” (es decir, la más puramente terrorista) y, por el contrario, “desdoblar” (o articular una “separación táctica”) las demás acciones, que pasaban a ser desarrolladas desde entonces dentro de la legalidad”. El conjunto de todos estos frentes, legales e ilegales, formó el llamado MLNV (Movimiento de Liberación Nacional Vasco) cuya dirección y liderazgo, continúa la sentencia, recayó sobre la Koordinadora Abertzale Socialista (KAS), en cuyas reuniones “participaba ETA ostentando voto de calidad, es decir, en la práctica dirigiéndolas”.
La situación actual
No podemos olvidar por ello que ETA y Batasuna son una sola y misma cosa, dos cuerpos en un mismo ser unidos por la cabeza. No cabe por ello tampoco esperar una condena sincera de ETA a Batasuna porque falta un elemento esencial: la alteridad. Batasuna no puede condenar a ETA o separarse de sus actos como si Batasuna no fuera ETA o ETA no fuera Batasuna. Batasuna muy bien puede aparentar esa alteridad (desmentida como un hecho probado por los tribunales) e incluso condenar a ETA “por imperativo legal” para mantener la integridad estructural de la banda: una frente militar ilegal y una organización de masas legal. Es decir, una organización que a la vez que se presenta a las elecciones elimina a tiros a sus rivales. Hacer política es sólo la mitad de la actividad de la organización, una organización terrorista, no una organización en la que hay algunas personas que practican por libre el terrorismo. Puesto que aparentar “desdoblarse” de ETA para tener parte de la estructura de la banda en la legalidad es la esencia fundacional de Batasuna, no se puede dejar que Batasuna siga estando en las instituciones hasta que ETA desaparezca. Todas las declaraciones de Batasuna no valen nada hasta que ETA desaparezca. Por eso es un error contemplar un escenario en el que ETA sigue matando y Batasuna sigue participando en política, independientemente de las declaraciones, condenas y manifiestos que emita Batasuna. No se puede pensar que quienes no han condenado la violencia como forma de lucha tendrían problemas en admitir la mentira en cuanto una mentira garantizara su supervivencia política. Lo increíble es que en 35 años Batasuna ni siquiera haya necesitado mentir y fingir que condenaba la violencia para participar en la política.
No se puede pactar con ETA, tanto si se la puede derrotar como si no
No ceder a las exigencias de ETA es una exigencia de tipo moral, si queremos mantener un estado democrático de derecho. Es decir, un estado en el que las cosas no las decide un pequeño grupo de pistoleros, y un estado en el que todos los seres humanos tienen reconocida una serie de derechos. Por consiguiente, aunque ETA fuera una organización invencible, el deber moral de todo demócrata sería luchar para siempre contra ella. Sin embargo, no estamos ni remotamente en esa hipótesis desmoralizadora que tantas veces se nos ha intentado vender desde el entorno nacionalista de la invencibilidad de ETA. El punto en el que estamos realmente es en el de que ETA se encuentra a punto de ser derrotada. De hecho, ya está derrotada y sólo falta terminar de desarticularla. Aunque ETA pueda volver a matar mañana, si en cualquier momento sería inmoral ceder ante ella, en este momento además de inmoral sería idiota.
Un comentario
Totalmente de acuerdo con Anarco.
¡Sólo le falta al autor relacionar a ETA con los Protocolos de los sabio de Sión!