La derecha no debe rechazar el tema del medio ambiente

El ecologismo, entendido como el capítulo del proceso revolucionario que pretende evocar a mitos y alarmismos exacerbados que justifiquen nuevos actos de planificación centralizada económica e ingeniería social, también tiene sus tabúes.

Uno ve su «vida civil» y su carrera profesional en peligro si se atreve a cuestionar las respectivas «verdades oficiales». Como mínimo, puede formar parte de un impío y cruel linchamiento, como le ocurrió al catedrático universitario Francisco José Contreras durante una de sus recientes intervenciones parlamentarias, en representación del partido político conservador VOX.

El agit-prop tanto posmodernista como perteneciente, a su manera, al llamado «socialismo del siglo XXI», no dudó en hacer una selección informativa que diese a entender que Contreras había dicho sandeces sin rigor, siendo la verdadera finalidad, por desgracia, ridiculizarlo y emitir una amenaza al resto, por haber disputado sus tesis cientifistas, que no científicas.

Y es que resulta que la discusión sobre la dichosa «sacralización del ecologismo» ha sido otro de los varios debates con los que la formación liderada por Santiago Abascal ha tratado de poner en jaque, con razón, la dichosa hegemonía pretendida por el totalitarismo progre (actualmente representado por la transición hacia la quinta fase revolucionaria).

De hecho, recientemente, en una ronda de conferencias que se organizaron en Madrid, dentro del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), al cual pertenece VOX, se dijo que la derecha no debía de dejar de lado el medio ambiente (incidiéndose en el llamado «conservacionismo» frente al ecologismo, al que denominaron «religión verde«).

El sentido común no te privará de estar en todos los frentes

Cada uno tendrá sus puntos de interés y especialización, por cuanto y en tanto que no todos fuimos creados en igualdad material e intelectual (todos somos distintos, gozando solo de una igualdad natural-trascendental en dignidad, así como fuimos el resultado de una creación divina, a su absoluta imagen y semejanza).

Pero no por ello hay que negarse, ya sea desde un partido político o desde cualquier ámbito académico o de actuación de la sociedad, a entrar en frentes concretos de la evidente, vigente e innegable batalla cultural, política, social, económica y espiritual. Por ello, todo aquel que se oponga al socialismo y lo «progre» hará bien en participar. De hecho, con nuevos argumentos, a lo mejor tenemos las de ganar.

No es malo ayudar a reconocer que la planificación económica

Bien hizo Abascal en recordar que países comunistas como China eran mucho más lesivos con el medio ambiente en materia industrial. Paradójicamente, uno de los principales aliados de la progre-socialista Organización de las Naciones Unidas (un nuevo intento de URSS a nivel mundial, al son de la «nueva izquierda»), y firmante de ese Acuerdo de París que acertadamente rechazó Donald Trump.

Asimismo, según The Heritage Foundation, existe una considerablemente fuerte correlación entre las economías más libres (interpretado, cómo no, también en lo relativo a los derechos de propiedad) y la buena conservación y sostenibilidad medioambiental. Pero no hacen falta explicaciones demasiado teóricas y técnicas para intentar comprender esto.

Respetando la potestad gestora, de responsabilidad absoluta, de los propietarios, así como la libertad de los emprendedores y de las empresas para innovar y desarrollar soluciones que no solo sean más productivas, sino que también contribuyan, libre y espontáneamente, al bien de la sociedad, es fácil que haya una responsabilidad consecuente.

No quiero decir que, por ejemplo, todos los funcionarios sean personas improductivas o que todo espacio natural «protegido» por el Estado esté en un estado desastroso. Una cosa es que, en efecto, se carezca de incentivos de innovación y buena gestión de lo que es tu responsabilidad, pero otra, totalmente injusta, sería «demonizar» sin motivo a todos los que prestan servicios de titularidad estatal (nadie está justificando aquí el estatismo).

Insístase en que el socialismo procura, recurriendo también al marxismo cultural, sembrar caos, como acostumbra, para «edulcorar» lo que no deja de ser una desastrosa planificación económica. También hacen una ingeniería social acientífica, lo cual demuestra su afán por alterar la cadena trófica tratando de vetar la actividad cinegética (igual privándonos de fuentes proteicas como la carne).

Obvio entender así mejor que en base a una advertencia «apocalíptica» se procurarán nuevas subidas de impuestos y restricciones a la libertad de circulación que destruirán a las pequeñas y medianas empresas así como a los agricultores y ganaderos, todos ellos víctimas del expolio fiscal, la asfixia burocrática y el problemático proteccionismo.

Con todo esto, quisiera cerrar, insistiendo en lo conveniente que es participar también en el debate del medio ambiente. Precisamente, porque no hay que consentir que manipulen quienes solo procuran menoscabar la dignidad humana, someternos y destruir todo. Hay una oportunidad para demostrar que la libertad económica y los derechos de propiedad son lo verdaderamente ecológico.

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