Hace un par de semanas, al hilo de la historia de una joven inglesa que anunciaba su intención de abortar antes de entrar como participante en el concurso Gran Hermano, nos lamentábamos de las consecuencias de la trivialización del aborto y la deshumanización del no nacido.
La joven, embarazada de 18 semanas, expresó su intención de abortar en virtud de razonamientos tales como que “cada vez engordaba más y más”, que “nadie quiere ver a una embarazada desnuda” o que entrar a Gran Hermano y hacerse famosa “es lo que he querido siempre y no puedo renunciar a ello por cualquier cosa”.
Afortunadamente, la noticia ahora es que tras sentir al bebé la chica ha cambiado de opinión prácticamente de camino a la clínica abortista: «Realmente pensé que iba a ser capaz, pero no pude. Había sentido al bebé patear por primera vez 24 horas antes y no pude quitarme esa sensación de la cabeza. Cuando el conductor me dijo que estábamos a un minuto, me eché a llorar. Quise arrojarme fuera del coche en movimiento para escapar. Tenía mis manos en mi tripa y tuve la sensación más fuerte, no podía permitir que nadie se llevase a mi bebé”.
Un comentario
Gracias por ser tan valiente pues no debe ser nada fácil recular en una decisión así siendo el centro de atención mediática del mundo. Además, puede resultar un ejemplo para miles de mujeres camino del abortorio inconscientes de que su decisión no va a interrumpir un embarazo sino a acabar con la vida del hijo que llevan en sus entrañas.