La búsqueda del ser en la existencia

La pregunta fundamental por el Ser es, sin duda, un aspecto central de la metafísica. Se presenta como algo intangible e inagotable y difícilmente pensable. Algunos filósofos como Aristóteles aportaron a la noción de Ser ciertos caracteres lógicos. Otros, en cambio, le aportaron cierto grado de misticismo, entre ellos, los existencialistas; que, por cierto, dieron al mundo visiones un tanto personales, enfocados en el hombre: concreto, singular y sufriente. Ciertamente, se inmiscuyeron en temas vitales como, por ejemplo, las consecuencias de vivir y elegir, el problema de la libertad, la subjetividad, la esperanza, las dudas existenciales o la fe. Sin ir más lejos, Heidegger se pregunta fundamentalmente: ¿Por qué es el ente y no más bien nada? (1). Además, por añadidura se cuestiona: ¿En qué consiste el ser? ¿Qué pasa con el ser? ¿Cuál es el sentido del ser? Estos interrogantes intentan, entre otras cosas, preguntarse por “el sentido del ser en general” (2) y su fundamento. En este sentido, Heidegger busca un nuevo camino hacia la compresión del Ser.

Por antonomasia, las doctrinas existenciales escapan al pensamiento puramente racional y abstracto. Su protesta es contra la absolutización de la razón como lo únicamente valedero y, en consecuencia, el alejamiento de los problemas vitales que, muchas veces, no tienen respuesta alguna. Un racionalista indudablemente no plantearía preguntas en las que jamás obtendría respuestas; pues su planteamiento necesariamente tiene que dejar abiertas aquellas puertas que lo conduzcan a obtener resultados concretos, aunque sea desde el punto de vista puramente teórico. Por el contrario, los existencialistas no buscan resultados concretos, sino que su punto de partida es, precisamente, lo concreto, es decir, la existencia misma del sujeto singular y viviente; que no es otra que intentar comprender la razón de ser en el mundo o, en otras palabras, entender la existencia, los acontecimientos diarios y la relación singular con otros existentes; estableciendo, de esta forma, una comunicación autentica y profunda.

En este sentido, la realidad del mundo concreto se presenta ante mí como una suma de acontecimientos realizables en un tiempo y espacio. Ante esto, se pueden seguir diferentes posiciones, o sea adoptar una actitud indiferente, adaptarse mecánicamente a la realidad o indagar e intentar penetrar en esa realidad en un sentido reflexivo y profundo. Este es, justamente, el camino que adopta la filosofía. Sin embargo lo anterior, puede tomar la forma de perplejidad, desesperación o nihilismo; o en cambio puede florecer y ampararse en un camino transcendental y metafísico; y se encamina, desde luego, a la búsqueda del Ser. Asimismo, el planteamiento anteriormente descripto necesariamente parte de la existencia misma, puesto que es lo más inmediato que tiene el individuo y su directriz es, precisamente, la de adecuar esa búsqueda y llamamiento del Ser a la realidad existencial. Por supuesto, que el objeto del Ser para-mí debe por un lado reafirmarse y buscarse a través de la “esperanza” (para no caer en un pesimismo existencial) como una vocación a la que estamos llamados. Y por el otro adecuarse ontológicamente, es decir, a la realidad y verdad del Ser.

Pero ¿Qué significado tiene la pregunta y la búsqueda del Ser? Para comenzar, se trata de un aspecto puramente transcendental ya que, en primer término, nos referimos a un “misterio” que sobrepasa, en contrapartida, a la conciencia humana (no es un mero psicologismo), a la inmediatez de lo necesario, al devenir y, principalmente, se contrapone a la inmanencia, pues el Ser por excelencia transciende. Pero, a su vez, se halla en íntima relación con la interioridad como verdad no objetivable en términos que, justamente, está ligada a cada vivencia existencial en tanto que es percepción de la singularidad de las cosas en el “yo” profundo; fundándose en el Ser mismo. Esto significa, que hay una conexión con el “Misterio del Ser” trascendente en un sentido; y en el otro, encuentra su arraigo en la existencia, sus acontecimientos y en la “intuición” de “mi-yo” en el mundo. En segundo término, el amor, la belleza, los ideales, la fe, la esperanza y el sentido de la vida se orientan a la búsqueda del Ser como plenitud existencial, una vez que se descubre el “porqué” y el “para que” de mí existir y su camino “existenciario”.

El ser humano como ente pensante debe abarcar la pregunta por el Ser en su integralidad, es decir, rodear el todo fuera de un particularismo. Asimismo, la presencia del Ser existe en tanto que es intuición y su recorrido solo es posible a través de una “metafísica-existencial” y no por medio de una ontología formalista a secas, pues, se trata de un camino del espíritu que intenta penetrar el Absoluto. Evidentemente, lo anterior recae únicamente en el individuo y en la soledad de su alma, puesto que, como se ha mencionado, no hay posibilidad de objetivar al Ser. Así, el “yo” debe colocarse frente al Ser en una relación singular y eminentemente personal en virtud de un llamamiento que nace como una necesidad del hombre como “espíritu encarnado” en una realidad dada.

En consecuencia, la existencia procede por reflexión en su realidad vital. Por ello, el hombre debe escapar de las estructuras formales y las etiquetas que aplastan su realidad singular y existencial. De igual manera, el hombre no puede ser definido por un aspecto puramente formal, o sea alejado del Ser y su propia riqueza ontológica. No cabe duda, que existe una “interioridad” intrasmisible e inexpresable, es decir, una verdad plena del sujeto que descansa en lo más hondo de su espíritu como una intuición del Ser que no es objetivable pero que, desde luego, es vivenciada plenamente a través de la existencia. En suma, es necesario recuperar el “yo” y dirigirlo a una vivencia transcendental a través de la busqueda del Ser que va indudablemente unida a una disposición del espíritu que aspira hacia el Absoluto que, al mismo tiempo, se nos presenta como un “misterio”.

Bibliografía consultada

(1) Heidegger, Martin, Introducción a la Metafísica, ED. Gedisa editorial, Barcelona, 1999, P.11.

(2) Verneaux, R; Historia de la Filosofía Contemporánea, ED. Herder, Barcelona, 1989, P. 210.

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