La buena lección de los Sanfermines alternativos

El pasado 7 de julio, se dio comienzo a una de las semanas del año más señaladas y trascendentales tanto para la urbe de Pamplona como para el resto del entorno navarro. Una vez más, se conmemoró a San Fermín de Amiens, quien, como todos sabemos, es co-patrón del Reyno de Navarra junto a San Francisco Javier.

Habitualmente, en los últimos (quizá suene mejor decir «penúltimos») años se han venido celebrando, con motivo de la festividad que honra a este hieromártir (dícese de quien, siendo ordenado para concretas responsabilidades clericales, fallece a consecuencia de su amor a Cristo), se celebraban unas corridas de toros que muchos empezaron a denominar Sanfermines.

Estas corridas no necesariamente despertaban interés entre los aficionados de la tauromaquia. Su atractivo turístico trascendía el conjunto geográfico hispánico peninsular. No eran pocos los europeos, americanos y asiáticos que en alguna que otra ocasión optaban por disfrutar de esta tradición de la otrora denominada como Pompaelo.

Ahora bien, desgraciadamente, han sido víctimas de las numerosas restricciones sanitarias que los poderes políticos han impuesto con el pretexto del coronavirus codificado como COVID-19 o SARS-CoV-2 (o «virus chino»). Ni en 2020 ni en 2021 han podido celebrarse estas corridas, autorizadas y organizadas por el consistorio municipal de Pamplona.

Ni para la economía ni para las tradiciones locales pudo ser esto una buena noticia (encima da rabia cuando sí se han podido celebrar otros eventos en el continente europeo, como los partidos de la Eurocopa o las «microfiestas» del Orgullo LGTBI). No obstante, sin ser aguafiestas (igual que tampoco soy partícipe de la histeria colectiva bajo directrices del Partido Comunista Chino), creo que alguna buena lección se nos da.

La sociedad siempre ha de reivindicar y emprender la iniciativa propia

En cierto modo, nos hemos venido acostumbrando a que las festividades sean responsabilidad absoluta del Estado, ya sea en su representación nacional, regional, comarcal o municipal. Con la salvedad de algunas iniciativas vecinales, no es raro que sean los concejales de turno quienes organicen la programación de las fiestas, sufragada por todos, con independencia de la voluntad de cada cual.

Visto así, no es muy anormal que muchos divisaran el «acabose» al decidirse la no celebración de los Sanfermines. No es broma, y no es necesario limitarse a la cobertura que los distintos medios de comunicación hayan podido darle al asunto, con independencia de sus inclinaciones sociales y políticas. Es lo que tiene el estatismo, que nos quita poder como sociedad.

Pero la sociedad de Pamplona nos ha dado un buen ejemplo, celebrando a su manera, no necesariamente de manera meramente jovial y social, de manera alternativa, esta tradición tan importante para los navarros. Y es que para empezar, se han desarrollado actividades eclesiales y espirituales en honor a San Fermín, en la Parroquia de San Lorenzo (misas varias, cánticos…)

Además, determinadas asociaciones que no solo son la esencia de la vida pública y social pamplonesa, sino que también han hecho una gran labor para dar sentido, año tras año, a la festividad de los Sanfermines. Hablamos de «peñas sanfermineras» como Mutilzarra, que optó por celebrar públicamente, donde habitualmente se daba el famoso «chupinazo», la entrega de los premios Riau Riau.

En una jornada muy animada, con un paseo muy especial por el Casco Viejo, le otorgaron el galardón previamente mencionado, a título póstumo, a título póstumo a su iniciador, Ignacio Baleztena Ascárate “Premín de Iruña”. Este fue recogido por sus descendientes, que estuvieron presentes en la ocasión.

Aparte de ello, en más de una terraza de la capital navarra ha habido un ambiente muy alegre, con la habitual indumentaria (ropa blanca con pañuelo rojo) de celebración sanferminera. Con lo cual, básicamente, lo que no ha habido han sido corridas de toros (ojalá vuelvan, mal que le pese a la izquierda abertzale, al peneuvismo y al resto de eco-socialistas y animalistas que encima actúan hipócritamente).

Con lo cual, me alegra que la sociedad pamplonesa no se haya olvidado por completo del asunto por culpa del poder político, sino que haya tenido el detalle de llevar a cabo, libre y autónomamente, determinadas iniciativas sociales, joviales y religiosas que han ayudado a hacer lo que tiene más sentido que dejarse vencer por una histeria colectiva inscrita en una agenda de ingeniería social.

Para ir cerrando, una vez dicho lo anterior, animo a la sociedad a que deje de pensar que solo el poder político puede celebrar festejos. Al mismo tiempo, confiamos en que vuelvan las famosas corridas y nos mantenemos en la tesis de afrontar el futuro sin miedo de ninguna clase, con la mayor de las esperanzas posibles en este mundo, sin huir del más allá.

¡VIVA SAN FERMÍN!

¡VIVA NAVARRA!

¡VIVA ESPAÑA!

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