La batasunización de Cataluña

¿Cuánto tardará en aparecer el primer pirado en Cataluña que mate a alguien en nombre de la independencia? Puede que no mucho. Ayer la Guardia Civil detenía a 9 “txabales” (no tan chavales) que habían fabricado y puede que hasta ensayado explosivos para cometer un atentado. Al igual que en la CAV, se observa ese mismo patrón que consiste en adoctrinar en el odio, la ofensa y la diferencia a varios millones de personas, entre las cuales los varios cientos que son más tontos y brutos son susceptibles de acabar formando parte de una organización terrorista. Por no hablar de los psicópatas a los que se les da un relato como coartada para ejercer su instinto homicida bajo una épica heroica, hacia la cual se dirigen como polillas a una bombilla.

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Obviamente no es casualidad que los 9 detenidos formaran parte de los famosos CDR. Es la evidencia de que la violencia nacionalista no brota de forma espontanea. Se trata de una violencia generada, organizada y focalizada desde la cúpula de la administración pública nacionalista. Como en la CAV, la violencia nacionalista es una violencia estructural. El terrorista no es una mala hierba que surge inesperadamente. Menos aún una mala hierba que surge pese a los herbicidas y las precauciones tomadas. Por el contrario, se ha sembrado, abonado y regado deliberadamente la semilla a ver si crecían unas cuantas malas hierbas. La propia existencia de los CDR es aberrante y no tiene otro sentido que la creación de una milicia popular para lo que ordene el enloquecido ayatolá nacionalista de turno. Ahora se les encuentran explosivos a unos CDR, pero ya hace tiempo que en Cataluña hay un ambiente de violencia de baja intensidad contra los ciudadanos no nacionalistas, los partidos no nacionalistas, los manifestantes unionistas, los periodistas no comprados por la Generalidad o los funcionarios que sostienen la legalidad, e incluso sus familias. La decisión de crear los CDR ya revela la existencia de unos dirigentes zumbados. Utilizarlos en algún momento para la violencia, que parece la única finalidad lógica apreciable de su existencia, es sólo cuestión de grado o que el zumbado de turno que da las órdenes tenga un mal día. Que Jarrai fuera ilegal y los CDR no carece de sentido.

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Más allá de la cuestión policial, la aparición de este primer síntoma de que ya se ha formado en Cataluña un caldo de cultivo óptimo para el surgimiento de terroristas nacionalistas contiene también una importante derivada política. Ayer fue un día en el que el nacionalismo tuvo que retratarse. El nacionalismo tuvo ayer que elegir entre apoyar a los detenidos o posicionarse claramente en contra de la violencia. Naturalmente el separatismo se puso en bloque al lado de los violentos, rechazando las pruebas, hablando de montajes, victimizando a los “txabales”… igual que en Alsasua. Pero esta vez piden impunidad hasta para los chiflados que se dedican a preparar atentados con explosivos. Si no los condenan mientras preparan el atentado, no tiene lógica que lo hagan cuando lo cometan. Lo aprobarán o serán unos hipócritas.

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Sin embargo, la apuesta del separatismo catalán por los CDR que se dedican a fabricar explosivos pone de manifiesto la necesidad del PSOE de buscar un plan B para asentarse en el poder. Los socialistas no pueden gobernar de la mano de quienes ayer no condenaron a los CDR, rechazaron sus detenciones y arremetieron contra la Justicia y la Policía.

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Si a la izquierda ya se le había complicado la convocatoria electoral por la fragmentación que implica la salida al campo de juego de Errejón, la batasunización del nacionalismo catalán añade una nueva dificultad al intento de utilizarlo como socio, siquiera de atraerlo al terreno de la racionalidad.

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