La batalla de las Navas de Tolosa.

Un pasado violento.

Es el año 1212. Hace cinco siglos que las tropas musulmanas han entrado en España y ocupado buena parte de la península. La lucha es cruel y sin tregua. La alianza de civilizaciones ha fracasado. Al Mansur, el victorioso de Alá, sólo en su vida llevó a cabo 56 aceifas contra las zonas cristianas. Tras ellas, llevaba a Córdoba gran número de mujeres y niños cautivos para ser vendidos como esclavos. La España cristiana, heredera del reino visigótico, sabe que no habrá paz mientras tenga frontera con el Islam y que sólo hay una disyuntiva: Islam (sumisión) o Reconquista.

La Cruzada.

El Papa Inocencio III, a petición del rey de Castilla, Alfonso VIII, convoca una cruzada contra los almohades musulmanes que dominaban Al-Andalus. Cuatro eran los reinos posteriormente españoles de la época: León, Castilla, Aragón y Navarra. De estos cuatro reinos, sólo León desoye el llamamiento a la cruzada. Numerosos cruzados venidos del norte de los Pirineos se unen a la expedición que se dirige a la guerra. Sin embargo, esos cruzados acabarán abandonando antes de trabar combate con el enemigo. Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII “El Fuerte” de Navarra toman la espada, abandonan sus tierras y encabezan personalmente el mando de sus tropas.

La batalla.

Cuando los dos ejércitos se encuentran frente a frente, es el ejército cristiano quien pasa a la ofensiva. Cuenta con unos 70.000 hombres frente a los más de 100.000 del Califa Al-Nasir, el “Comendador de los Creyentes”, el Miramamolín.

Las tropas castellanas encabezan el ataque frontal. Los cristianos combaten cuesta arriba y tras una larga carrera. En el flanco izquierdo combaten las tropas aragonesas. En el flaco derecho, el temible Sancho el Fuerte, con sus más de 2,30 metros de estatura, encabeza las tropas navarras.

Cuando los dos mundos chocan sus aceros, el empuje favorece a las tropas cristianas. Sin embargo, esta ventaja inicial había sido prevista por la hueste musulmana. En su avance combatiendo contra la infantería ligera marroquí, la formación cristiana empieza a desorganizarse. Es entonces cuando Al-Nasir hace cargar al grueso de su ejército. Los cristianos, desordenados, ceden al empuje. Algunos empiezan a titubear y a retirarse. La suerte parece echada. Al-Nasir no se reserva y lanza a la carga a sus tropas de élite, la caballería africana y los temibles arqueros a caballo turcos, que comienzan a envolver a los crisitianos. Viendo la situación desesperada, Alfonso VIII ordena cargar a sus tropas de reserva. Inesperadamente, éstas empiezan a abrirse camino. Al-Nasir, vestido con prendas del color verde del Islam, observa el devenir de la batalla ante su tienda de color rojo. Alrededor de ella, defendiéndola, espera la Guardia Negra, compuesta por hombres que se encadenan al suelo para no poder retroceder ante el enemigo. Sancho el Fuerte con sus tropas, rodeando a los musulmanes desde el flanco, consigue abrirse camino como un huracán hasta caer sobre la guardia encadenada del Miramamolín. Sus últimos leales le prestan un caballo para que huya a refugiarse tras los muros de Jaén.

Es el fin de la pujanza de Al-Andalus. Diversas circunstancias, incluida la peste, retrasarán la Reconquista todavía casi tres siglos. A partir de las Navas de Tolosa, sin embargo, la media luna siempre será menguante.

Del Valle del Baztán a las Navas de Tolosa.

Como puede observarse en el mapa, existe un largo camino entre Navarra y las Navas de Tolosa. Un camino que el rey navarro decidió recorrer personalmente al frente de su ejército. Un ejército en el que, por ejemplo, tenían una importante presencia las gentes del Valle del Baztán. Hombro con hombro en la batalla con Sancho el Fuerte, don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, abanderado del ejército castellano con sus soldados. Lejos de la realidad por tanto esa imagen de Navarra aislada, encerrada en sus fronteras, ajena a lo que pasaba en el resto de España. Cuánto más si nos referimos a la actual Comunidad Autónoma Vasca, siempre vanguardia de Castilla, y en esta rara ocasión en el mismo bando que los navarros.

Un escudo de Navarra en Jaén.

En este sentido, tras este pequeño relato de distintos españoles que luchan juntos por una idea común muy lejos de sus fronteras, cuando los cruzados europeos habían abandonado, una breve reseña a una noticia de ayer mismo. Se discute estos días en Jaén, precisamente, el origen de la presencia de un curioso escudo de Navarra en un puente del siglo XIII. Tanto hace que los españoles empezamos a tener en común un pasado.

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