La autoubicación ideológica de los españoles y los navarros

¿Por qué, pese a la percepción generalizada de que un gobierno lo está haciendo mal, la oposición gana tan pocos votos? ¿Por qué es tan fácil introducir ciertos mensajes y tan difícil hacerlo con otros? El mapa ideológico de una sociedad puede ayudar a dar respuesta a estos interrogantes. En el caso del CIS, como en el del Navarrómetro, una pregunta pide a cada encuestado que se autoubique en el espectro ideológico. El resultatado es interesante aunque la comparación directa no sería válida, porque el método es algo distinto en los dos casos.

Hay quizá una lección de fondo en estos mapas y es que resulta difícil mover el mapa político sin desplazar previamente el mapa sociológico. Seguramente se trata de un desplazamiento que no se puede realizar sólo desde el ámbito político, sino desde la colaboración con otros ámbitos como el cultural, el educativo o el mediático.

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4 respuestas

  1. Como hipótesis, es posible que la pirámide demográfica invertida influya en este comportamiento cívico: las personas mayores tienden a votar en gran medida por inercia: «lo de siempre». Poco se fijan en las personas que les representarán. Las personas ‘menos mayores’ velan más por sus intereses: votan de acuerdo con lo visto en la/s última/s legislatura/s: son más mutables -los más ilustrados llegan a informarse algo acerca de programas-. La gente joven es más impulsiva e irracional: no reflexiona tanto acerca de su voto y sus consecuencias: aquí no suele darse una mutación sensible. Dos estratos de la población difícilmente modifican el sentido de su voto. En todo caso puede afirmarse que en la España rural (Navarra) apenas cambia el sentido del voto, y en la España urbana sí (un poco más). Es un plazo muy corto, desde la Constitución, para valorar la alternancia en el poder, pero da la impresión de que existe en este país, y eso -en teoría- es un buen signo.

  2. Carlthiem

    Puedo aceptar su comentario y su teoría, pero a mí me cansa mucho pensar que los que nos consideramos «de derechas» (olvídese ahora de siglas políticas) no tenemos culpa alguna esto. Yo el primero.

    Fíjese usted:

    – ¿En manos de quien está la cultura en este país?
    – ¿En manos de quien está la «opinión» de este país?
    – ¿En manos de quien están los medios de comunicación de este país?
    – ¿Qué ideología tienen los periodistas de este país?
    – ¿Qué ideología tiene el cine de este país?
    – ¿Que ideología tienen la series y programas de televisión de este país?
    – ¿Quien domina en la Universidad de este país?

    Si miro todo esto, el signo -y no en teoría- es bastante malo. Bastante. Y nosotros ¿qué hemos hecho para evitarlo?.

  3. Tambien influye considerablemente el hecho de que este «socialmente» mal visto declararse de derechas. Si eres de derechas automaticamente ya eres un retrogrado y un facha. Si sacas una bandera de España ya eres de extrema derecha. (Aunque esto ultimo gracias a Dios con la selección ha empezado a cambiar)

    Lo politicamente correcto es decir que se es progresista, de izquierdas, cunado la izquierda poco o ningun progreso hasn traido.

    Lo que hay que hacer es dejar de ser politicamente correcto. Si se es de derechas decirlo sin ningun problema.

  4. Muy interesante todo: añado yo que el sistema de etiquetaje no ayuda a la cultura (política) de la gente, ni al debate, ni a la participación, ni a la reflexión.

    Uno dice algo, y el otro, en lugar de pensar, dejar reposar, confrontar lo que dice con nuestra vida, lo pasamos al «portero automático», que abre o cierra sin mucha reflexión. Luego pasan las cosas y no nos hemos enterado de nada. Más aún los españoles, claro, que en cuanto nos reunimos en una Junta de comunidad, ya hay vecinos que dejan de hablarse.

    Sería de risa, si no fuera lamentable. A mi mismo me pasa: yo me considero liberal, católico y más bien de derechas, y resulta que hay gente que me consdiera izquierdoso, protestante y progre, y no sé qué mas… pues fale, que decía aquel.

    He aprendido dos cosas: La primera, que no me gusta que me clasifiquen como un entomólogo, porque no soy un bicho, los bichos no piensan y no cambian, y las personas sí; y la segunda, a advertir la cantidad de prejuicios que arrastramos y el temor que nos da presentarnos como somos (inseguros) frente al otro, y que el otro nos desprecie precisamente por aquello que consideramos lo más auténtico y mejor de nuestra personalidad.

    Aaaaamén.

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