La Amnistía de 1977

 ¿Hipótesis inverosímil? No son pocas las voces, sin embargo, que sugieren la nulidad de la Amnistía de 1977. Una Amnistía que dio paso a la liberación de los presos políticos, la reconciliación nacional y la Transición democrática.  Ayer mismo, Diario de Noticias editorializaba el asunto asegurando que “la jurisprudencia internacional sobre derechos humanos establece que ninguna Ley de Punto Final -el revisionismo neofranquista alega que eso fue la Transición- puede amnistiar los crímenes contra la humanidad, y en el caso del régimen franquista se trata de miles de asesinados y represaliados, al margen de los años de guerra entre 1936 y 1939”. En virtud de esa misma lógica, que pone en solfa cuestiones como la amnistía, la prescripción o la irretroactividad de las leyes, no sería inverosímil solicitar la ilegalización del PSOE o del Partido Comunista.

La Ley de Partidos.

La actual Ley de Partidos permite declarar ilegal un partido político en alguno de los siguientes supuestos:

  1. Vulnerar sistemáticamente las libertades y derechos fundamentales, promoviendo, justificando o exculpando los atentados contra la vida o la integridad de las personas, o la exclusión o persecución de personas por razón de su ideología, religión o creencias, nacionalidad, raza, sexo u orientación sexual.
  2. Fomentar, propiciar o legitimar la violencia como método para la consecución de objetivos políticos o para hacer desaparecer las condiciones precisas para el ejercicio de la democracia, del pluralismo y de las libertades políticas.
  3. Complementar y apoyar políticamente la acción de organizaciones terroristas para la consecución de sus fines de subvertir el orden constitucional o alterar gravemente la paz pública, tratando de someter a un clima de terror a los poderes públicos, a determinadas personas o grupos de la sociedad o a la población en general, o contribuir a multiplicar los efectos de la violencia terrorista y del miedo y la intimidación generada por la misma.

 

Como resulta notorio, un pequeño vistazo a la historia permite comprobar que tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista incurrieron antes de la guerra y durante ella en todos y cada uno de estos supuestos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A la intención declarada de sus líderes, expresada en sus mítines, y recogida en sus propios medios de comunicación (convertidos ahora en pruebas de cargo), de establecer en España la dictadura del proletariado siguiendo el modelo soviético, se une la intentona golpista de 1934. Independientemente de todas las evidencias históricas acumuladas respecto a esta intentona, ésta fue posteriormente reconocida por los propios líderes del PSOE, en algunos casos incluso con arrepentimiento:

 Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario [de octubre de 1934]. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el programa del movimiento. Y yo –algunos que me están escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero– acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo las asumí. Indalecio Prieto.

En los prolegómenos de aquella intentona golpista encontramos sucesos como el del vapor Turquesa, en el que el PSOE aparece implicado en el tráfico, tenencia y distribución de armas y explosivos con fines golpistas.

Nadie desconoce tampoco la violencia política desatada con anterioridad a la Guerra, en el que las Juventudes Socialistas fueron organizadas como una fuerza paramilitar guiada por un credo que explícitamente predicaba el totalitarismo y la violencia. Este credo fue portada en 1934 del propio diario de las Juventudes Socialistas:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«1. Los jóvenes socialistas deben acostumbrarse a las movilizaciones rápidas, formando militarmente de tres en fondo.

«2. Cada nueve (tres filas de tres) formarán la década, añadiéndole un jefe, que marchará al lado izquierdo.

«3. Hay que saludar con el brazo en alto -vertical- y el puño cerrado, que es un signo de hombría y virilidad.

«4. Es necesario manifestarse en todas partes, aprovechando todos los momentos, no despreciando ninguna ocasión. Manifestarse militarmente para que todas nuestras actuaciones lleven por delante una atmósfera de miedo o de respeto.

«5. Cada joven socialista, en el momento de la acción, debe considerarse el ombligo del mundo y obrar como si de él y solamente él depende la victoria.

«6. Solamente debe ayudar a su compañero cuando éste ya no se baste a ayudarse por sí solo.

«7. Ha de acostumbrarse a pensar que en los momentos revolucionarios la democracia interna en la organización en un estorbo. El jefe superior debe ser ciegamente obedecido, como asimismo el jefe de cada grupo.

«8. La única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro en que el socialismo sólo puede imponerse por la violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no puede ser un traidor, consciente o inconscientemente.

«9. Cada día, un esfuerzo nuevo, en la creencia de que al día siguiente puede sonar la hora de la revolución.

«10. Y sobre todo esto: armase. Como sea, donde sea y “por los procedimientos que sean”. Armase. Consigna: Ármate tú, al concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo posible por desarmar a un enemigo».

Otra manifestación de evidente interés penal para una investigación retrospectiva sería la proliferación en toda España de las famosas “checas”, centros de detención a través de los que se gestionó el asesinato de decenas de miles de personas. Todas estas “checas” se encontraban adscritas a los diversos sindicatos y partidos políticos. Una de las más conocidas del PSOE fue la de García Atadell, situada en un hotel incautado en el número 1 de la calle Martínez de la Rosa, en Madrid. La checa, formada por 48 “agentes” nombrados por el gobierno republicano, represalió a todo tipo de desafectos, incluyendo algunas personas que se habían destacado por algunos enfrentamientos particulares anteriores con algunos miembros del PSOE. Sería el caso de la periodista francesa Carmen de Bati o de Ruy-Wamba, adversario político del Ministro de Gobernación Angel Galarza. La reputación sanguinaria de la checa mereció la aprobación e incluso la visita personal de algunos destacados miembros del gobierno republicano. La foto que ilustra este párrafo muestra, tal como la publicó un diario de la época (Crónica 13-9-1936), al ministro Anastasio de Gracia y los diputados socialistas Almoneda, Bugida y Alvar, fotografiándose junto a García Atadell y algunos de los hombres de su checa. Una forma alternativa de contar la historia de esta checa es la de que se trataba de un grupo de incontrolados que actuaba secretamente al margen del muy democrático y respetuoso gobierno republicano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El último documento se refiere a otro joven socialista, Segundo Serrano Poncela, que ocupó el cargo de delegado de Orden Público de la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, al frente de la cual se encontraba Santiago Carrillo. Las siguientes imágenes ilustran para la memoria histórica el cinismo con el que, bajo la apariencia de una orden de puesta en libertad, se encubrían realmente las instrucciones de cometer los asesinatos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El absurdo de pretender tirar la primera piedra.

Todo lo que se acaba de exponer, como resulta obvio, también forma parte de la “memoria histórica”, aunque no tanto de la que trata de recuperarse como de la que trata de ocultarse. Como también resulta obvio se trata de comportamientos violentos y antidemocráticos que indudablemente, hoy en día, incurrirían plenamente en los supuestos de ilegalización contemplados en la Ley de Partidos. Existe además una clara continuidad histórica en el PSOE y el PCE expresada en la continuidad de sus siglas. ¿Tendría sentido exigir hoy su responsabilidad pasada a estos partidos? ¿Lo desean estos partidos? La lógica esgrimida por el Diario de Noticias parecería indicar que sí, pero la memoria histórica ni empieza ni termina con el Fuerte de San Cristóbal. Si la Amnistía de 1977 no sirve para extinguir la responsabilidad de todo aquello, mucho menos lo haría el mero hecho de haber perdido la Guerra, naturalmente de manera involuntaria. La Transición sirvió para que una derecha que tenía totalmente el poder eligiera cederlo voluntariamente para convivir democráticamente con una izquierda que no lo tenía en absoluto, después de que un dictador muriera en la cama sin que la izquierda lo estorbara. Si alguien acreditó su vocación democrática en aquella ocasión, por tanto, fue la derecha. A la vista de toda la memoria histórica y no sólo de una parte de ella, caída la URSS y derrotado el fascismo, carece de sentido disponerse ahora a lanzar la primera piedra sobre sucesos acaecidos hace más de 70 años. Por lo demás, todos los españoles escalaremos mucho más ligeros hacia el futuro si no llevamos los bolsillos repletos de piedras. Quizá es que no se trata de recuperar la memoria histórica, sino de superarla todos juntos.

 

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Un comentario

  1. Todos los que tengan un pasado izquierdista totalitario deberían tener prohibido el voto y cualquier participación electoral a no ser que de verdad demuestren su arrepentimiento.

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