Sin pretender juzgar a las personas en su intimidad, sino en su cargo y en la imagen que proyectan, el rasgo dominante en personas como Uxue Barcos o Koldo Martínez es la soberbia. El último argumento para ratificar este diagnóstico lo acaba de ofrecer el portavoz de Geroa Bai, Koldo Martínez, asegurando en el parlamento foral que la manifestación del sábado fue un «éxito sin precedentes» (que no lo fue), que se trató de «la mayor manifestación que ha recorrido las calles de Pamplona» (tampoco), y además y sobre todo que «la cantidad es importante pero también la calidad de las personas». De hecho, los manifestantes del sábado fueron a exigir proporcionalidad en la justicia “frente al ruido artificial generado por la jauría».
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Vamos, que la jauría no es la que agredió a los guardias civiles y a sus parejas.
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La jauría no es la que desde el minuto uno determinó que todo fue un montaje policial.
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La jauría no es la que dijo que el sargento se rompió la tibia y el peroné al tropezar con un bordillo.
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La jauría no es la que quemaba muñecos vestidos de guardias civiles o grababa videoguías escenificando agresiones en los bares a guardias civiles.
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La jauría no es la que asegura que todos los condenados son inocentes y están mal identificados.
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La jauría no es la que asegura que los presos de ETA y los “chavales” de Alsasua están sometidos a unas penas inhumanas.
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La jauría no es la que ha conseguido echar de Alsasua hasta a las familias de las víctimas.
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Esos, por lo visto, deben ser la gente que está en el lado de los manifestantes de “calidad”.
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La “jauría”, por el contrario, son quienes denuncian todo eso.
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En algunas ocasiones se critica que al nacionalismo se lo etiquete además de supremacista. Pero ahí está el supremacismo. No hay que rascar demasiado para encontrarlo. Se les escapa sin quererlo. Podríamos citar los artículos de Quim Torra, aunque ahora es uno de los apoyos del “gobierno de la dignidad” (también la izquierda es un poco supremacista), pero es que el supremacismo está también en la base de la agresión de la manada de Alsasua.
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La violencia nacionalista, en el fondo, parte del supuesto, implícito o explícito, de que la persona a la que se va a agredir es un ser inferior, tiene menos “calidad” que el agresor. Cuando alguien es un ser inferior, se está poniendo el primer peldaño que conduce a su agresión. ¿No es esto lo que constantemente nos dicen para explicar la violencia machista? Pues es lo que practican respecto a quienes no comparten su ideología o su sentimiento nacionalista. No ser de los suyos evidencia una cierta condición defectuosa. Nadie realmente inteligente o buena persona discutiría con Koldo Martínez. Koldo Martínez lleva cruzadas cuarenta cartas en el Diario de Navarra con Enrique Goñi, porque es incapaz de dejar una discusión sin decir la última palabra. Es posible que a Enrique Goñi le suceda lo mismo y eso los ha metido en un bucle de soberbia. Mejor, eso sí, que nos castiguen con sus cartas a que se peguen.
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Naturalmente la soberbia y el sentimiento de superioridad tienen otras manifestaciones, o por lo menos tentaciones, que el desprecio y el maltrato a los que perciben como inferiores.
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El soberbio no puede ejercer la autocrítica. Obviamente no puede aceptar la crítica externa y por tanto inferior (ni la de una víctima en un homenaje), pero ni siquiera la autocrítica. Ser soberbio y autocrítico al mismo tiempo es complicado. El soberbio no entiende por qué le critican, así que inevitablemente llega a la conclusión de que quienes le critican son inferiores.
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El soberbio, por consiguiente, puede luchar contra los errores del prójimo, o contra la corrupción del prójimo, pero es incapaz de atajar la corrupción en las filas propias. Como no podemos hacerlo tan mal como los otros y esas cosas no pasan entre los nuestros, no hace falta que pongamos el listón tan alto ni estemos tan vigilantes. Todos los días estamos viendo este sofisma en acción, con los nuevos gobiernos. A este lado del Pecos no hay corrupción, mal, ni error, porque estamos a un nivel superior. Lo que hay es una jauría generando ruido artificial en el lado de la gente inferior.
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No diremos que este mal de la soberbia, que es un mal humano capital y transversal, sólo existe en el lado del gobierno nacionalista del cambio, porque como mínimo eso sería incurrir en el mismo error. Ahora bien, que ese mal abunda en el lado del gobierno del cambio resulta bastante evidente. Y por si existe alguna duda, ahí están siempre Koldo Martínez o la propia presidenta para poder confirmarlo, con su penúltima declaración.
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2 respuestas
Lo podemos ver como queramos pero la manifestación del sábado fue un akelarre nacionalista donde se juntó lo mejor de cada casa donde la izquierda radical le hizo los coros.
Para la mayoría de los que acudieron, la manada de Alsasua se la trae sin cuidado, lo importante era sentirse superiores, muestra del supremacismo nacionalista, que en el fondo no es sino una muestra de lloriqueo, complejo de inferioridad.
Efectivamente, los que venían de Cataluña venían exclusivamente a hacer propaganda del golpe del 1-O y de su movimiento