Tal y como informábamos ayer, la pérdida de control sobre la entidad es una lógica obsesión entre el cerrado accionariado de Diario de Navarra. Una coletilla introducida en el artículo 6 del reglamento sobre el funcionamiento de la junta, que el Consejo de Administración pretendía aprobar, inquietaba a un grupo de accionistas que observaban un posible contradicción con el artículo 33 de los Estatutos, que faculta en exclusiva a la Junta de Accionistas para poder transmitir las acciones del grupo. La coletilla, alegaban, permitía interpretar que el Consejo podía transmitir las acciones de las sociedades del grupo siempre que éstas no dejaran de pertenecer al mismo. El consejo se atribuiría así, a costa de la Junta y en virtud de un reglamento, una facultad que no le corresponde según los estatutos.
Lo cierto es que el propio Consejo debió atender este razonamiento y considerar que algún fundamento tenían estas críticas porque, finalmente, el texto que presentó a la Junta para su aprobación modificaba la polémica coletilla añadiendo otra coletilla a la coletilla. Reproducimos para su comparación la propuesta inicial y la propuesta modificada, que fue la finalmente presentada a la Junta y aprobada por un 59,81% de los votos. El texto se refiere a las potestades de la Junta General de Accionistas en virtud del nuevo reglamento.
Como puede observarse, en la redacción definitiva se cita expresamente a las acciones de Diario de navarra (joya de la corona del grupo) para que la transmisión de éstas quede indiscutiblemente sujeta a la aprobación de la Junta en todos los casos. Se advierte por tanto que el Consejo de Administración ha sido sensible a las dudas expresadas al respecto, pero también que efectivamente se excluye de esta aprobación a las acciones de otras sociedades del grupo.
Tensión en la Junta.
Por lo demás, nuestras fuentes nos informan de que la junta vivió absurdos momentos de tensión al tomar la palabra algunos accionistas en el turno de ruegos y preguntas. El presidente saliente, Alvaro Bañón, cortó sistemáticamente todas las intervenciones críticas, que concluyeron una y otra vez con la orden a la azafata de que les retirara el micrófono a los intervinientes. Una vez más, por unos o por otros, volvió a resultar imposible la normal exposición de distintos puntos de vista de forma razonada y educada, llegándose en algún caso a indeseables alusiones a situaciones y circunstancias personales. A pesar de ello, se llevaron a cabo algunas afirmaciones interesantes respecto a las que volveremos más adelante.