El prolífico escritor se sitúa así en las antípodas de filósofos como Nietzsche. El filósofo alemán, por ejemplo, es probable que afirmara exactamente lo contrario de lo afirmado por Marina , sosteniendo que de donde nace la ética es precisamente de la estupidez humana. Nietzsche y Marina, por tanto, podrían sostener un apasionante debate tratando de resolver quién de los dos era el imbécil y quién el inteligente. Un debate al que todos asistiríamos entusiasmados.
Tampoco parece que Dostoievski, con su famoso “si Dios no existe todo está permitido”, se fuera a contar entre los seguidores de Marina y su “megalomanía educativa”. En esta misma línea, tampoco el rockero Loquillo con su “si ni siquiera cumplo las leyes de Dios, ¿cómo voy a cumplir las de los hombres? Ni en general toda la corriente de pensamiento escéptica respecto a la inteligencia del ser humano que, ante el planteamiento de que hay que hacer descansar la ética sobre la inteligencia humana, sin duda llegaría a la penosa conclusión de que la ética está irremisiblemente perdida. El “gran proyecto humano” de Marina y su formidable “gran proyecto ético”, parecen por tanto condenados a enfrentarse, por uno y otro lado, a un mundo lleno de imbéciles dispuestos a negarle la razón. Al menos el filósofo parece encontrar algún consuelo en que comprar y aprenderse su libro sea obligatorio.