Para intentar responder a esta cuestión, hay que atender algunos argumentos de carácter histórico y otros de orden lógico. Entre los argumentos históricos, además de los propios Evangelios, tradicionalmente se recurre a las referencias históricas sobre la existencia de Jesús que aparecen en textos ajenos. Podría pensarse que son escasas pero, teniendo en cuenta que hablamos de un suceso acaecido en un oscuro rincón de Israel hace 2.000 años, en realidad son numerosas para los estándares de la época. Todas ellas se remontan alrededor del año 100 después de Cristo.
Flavio Josefo
El historiador Flavio Josefo cita la existencia de Jesús en dos párrafos de su obra Las Antigüedades Judías. La primera cita resulta frecuentemente cuestionada por la posible interpolación de una mano cristiana adornando y exagerando la descripción primigenia, pero los expertos admiten con carácter general la existencia previa de una cita originaria.
Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, [si es lícito llamarlo hombre], porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles. [Era el Cristo.] Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, [porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él.] Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos. Antigüedades judías18:3:3.
La segunda referencia en esta misma obra resulta mucho más indiscutible, y en ella se menciona la muerte de Santiago identificándolo como hermano de Jesús (entre los judíos se calificaba como hermanos a los parientes cercanos):
Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase a Santiago, el hermano de Jesús, [llamado Cristo]y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados. Antigüedades judías, 20:9:1.
Plinio el Joven
Plinio el Joven escribió en torno al año 100 una crónica al emperador Trajano que contenía la siguiente descripción de los cristianos:
…le cantan himnos a Cristo (casi Dios, según dicen) con perseverancia e inflexible obstinación.
Tácito
Los célebres Anales de Tácito incluyen otra referencia histórica de gran interés en el año 117. Evidentemente, en este caso no aparece por ningún lado la mano piadosa de algún cristiano:
Por lo tanto, aboliendo los rumores, Nerón subyugó a los reos y los sometió a penas e investigaciones; por sus ofensas, el pueblo, que los odiaba, los llamaba “cristianos”, nombre que toman de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato; reprimida por el momento, la fatal superstición irrumpió de nuevo, no sólo en Judea, de donde proviene el mal, sino también en la metrópoli [Roma], donde todas las atrocidades y vergüenzas del mundo confluyen y se celebran. Anales, 15:44:2-3
Los anteriores no son los únicos documentos históricos en los que aparece mencionado Jesús, pero sí algunos de los más conocidos y relevantes. Nos limitaremos a citar solamente otros como la carta de Mara Bar-Serapion, las vidas de Claudio y Nerón escritas por Suetonio, el relato de la crucifixión de Thallus, o las referencias en el Talmud a Jesús y sus discípulos. Como contraprueba, no existe ningún documento de la época o de los siglos posteriores en el que se ponga en duda la existencia de Cristo.
La hipótesis del origen mítico
Aunque siempre es posible recurrir a un escepticismo extremo, en cualquier caso resulta muy problemática la hipótesis de un origen mítico que niegue la existencia real de Jesús, independientemente de que luego se acepte su divinidad o no. Por un lado porque ese mismo nivel de exigencia tendría que aplicarse a cualquier personaje histórico, y por otro porque cuando alguien niega la existencia histórica de Jesús, se encuentra con el problema de tener que explicar de una manera lógica y alternativa la existencia del cristianismo. Si Jesús no fue un ser real, hay que argumentar que entonces es la encarnación fantasiosa de un mito. Pero aceptar esta hipótesis resulta extraordinariamente complejo.
Jesús tiene un origen temporal concreto
Podemos situar a Jesús en el calendario con una enorme precisión. Existen algunas dudas sobre la fecha exacta porque el calendario cristiano, desarrollado por Dionisio el Exiguo, situó erróneamente el primer año de la era cristiana en el año 754 de la fundación de Roma. Este error nos conduce a la paradoja de que, con toda probabilidad, el nacimiento de Jesús se produjo… antes de Cristo. En cualquier caso, podemos establecer el nacimiento de Jesús con un estrecho margen de error en torno al año -5. Esta aparición puntual y concreta en la historia se opone a la idea de un proceso de mitificación o de encarnación de un personaje mitológico, al estilo de Horus u Osiris, personajes por otra parte mucho más lejanos en la historia. La encarnación de un mito necesariamente carece de un origen puntual puesto que no hay un nacimiento ni una vida real. El nacimiento de un personaje histórico, como Jesús o Mahoma, por el contrario acontece de manera súbita en un determinado momento, y cambia la historia a partir de ese momento.
El mensaje de Jesús también aparece de golpe
Avalando asimismo este hecho nos encontramos además con que el kerygma cristiano íntegro, tal y como aparece en la Carta de Pablo a los Corintios, se puede datar no más tarde del año 57. Es decir, el núcleo del mensaje cristiano se puede datar apenas unos años después de la muerte de Jesús, con multitud de testigos de sus andanzas, partidarios y detractores, todavía vivos. El mensaje cristiano, por tanto, surge de manera repentina completo y cerrado, con un antes y un después en la historia respecto al período de tiempo durante el que Jesús habría vivido, lo cual es coherente con la idea de un Jesús histórico frente a la hipótesis del origen mítico.
3 respuestas
Muy interesante, sigan, sigan.
Nuestro Dios ha dejado huellas suficientes de su paso -encarnado- por esta tierra: nos lo indica el estudio histórico, entre otras fórmulas racionales. Gracias a Dios, también, no se trata tanto de aceptar o no su divinidad: Él se nos da y revela constantemente como Dios Hijo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Nos ruega: «¡Regálame tus pecados!» y así se abre paso a la fe. Y de ahí al amor, sin odios ni rencores entre todos los hombres nuestros hermanos -en Cristo-.
Miren, yo no pretendo que mi creencia sea evidente para nadie: la fe es una apuesta, y se tiene, o no se tiene. No voy a reprochar a un musulmán que no crea que el hijo de María era, no un profeta, sino el Mesías. No voy a censurar nada a un ateo que cree que Dios no es causa última, y por tanto, no existe o lo más probable es que no exista. Conforme avanzan los conocimientos científicos, es evidente que Dios no es necesario para explicar causalmente nada del mundo material.
¡Pero es un Dios que llena de sentido, ternura, dignidad y alegría nuestra existencia, de tal manera que si no existiera, deberíamos inventarlo!
Si no pretendiésemos apropiarnos de Dios, si realmente viviéramos el evangelio… hasta los ateos se harían cristianos, al menos, de ética cristiana, que es la más elevada que se puede concebir.