Resulta extraño que sea tan conocido en España el nombre de Iván Redondo. Normalmente los asesores y estrategas de los dirigentes políticos ocupan un discreto segundo plano. No sabemos quiénes son. Su labor no se desarrolla es este lado del foco. El caso de Iván Redondo es como poco y por tanto infrecuente. Sin embargo, de algún modo es un hecho aceptado que el estratega de Pedro Sánchez es una influencia poderosa sobre el presidente del gobierno y que de algún modo es también el responsable de la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia. Hace unos días Redondo volvía a convertirse en protagonista de la actualidad al declarar durante una comparecencia en el Congreso que “Un asesor se tira a un barranco por su presidente. Yo me tiro por él. Ahí estaré con él hasta el final”. Volveremos con esta frase más tarde pero antes, ¿es tan poderoso Redondo como parece y sobre todo tan eficaz?
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Como primer elemento biográfico llama la atención que Iván Redondo es un donostiarra de 40 años, aunque las malas lenguas dicen que parece mayor, más aún librado a su aspecto natural. Estudió en el colegio concertado y católico La Salle de Loyola, en el modelo A (castellano). Se licenció en Humanidades y Comunicación por la Universidad de Deusto y se especializó en Información Económica en la Universidad Complutense de Madrid. Fundó con su mujer, a la que conoció en la facultad, la consultora Redondo & Asociados Public Affairs Firm y durante una época colaboró como comentarista político en medios como Antena 3, Cuatro, El Mundo o El País.
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Respecto a su trayectoria como consejero político, y contra lo que pudiera pensarse, lo cierto es que sus inicios se encuentran claramente vinculados al Partido Popular. O sea, no es que Redondo tuviera necesariamente que compartir las ideas del Partido Popular, pero al menos comenzó trabajando con intensidad para el Partido Popular. De este modo, en 2009 comenzó asesorando a Basagoiti en las elecciones vascas de 2009. Con Redondo como asesor Xabier Albiol se convirtió en alcalde de Badalona en las municipales de 2011. Entre 2012 y 2015 fue director del Gabinete de la Presidencia con el también popular José Antonio Monago, en Extremadura.
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En 2017 reaparece convertido en consejero de Pedro Sánchez, el aparente perdedor desposeído de la secretaría general del PSOE en 2016 por los barones del partido, que no obstante gana las primarias de 2017 reconquistando la secretaría general y fulminando a sus enemigos internos. Después llegan la moción de censura a Rajoy, la presidencia de Sánchez y el nombramiento de Redondo como Director del Gabinete de la Presidencia. A estas alturas es ya todo un personaje mediático, incluso un poco mítico.
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Lo cierto es que podría considerarse que los logros de Iván Redondo, a fin de cuentas, tampoco resultan tan espectaculares. Es decir, ninguno de sus candidatos ha cosechado nunca un resultado maravilloso, por supuesto tampoco Pedro Sánchez. En 2014, por ejemplo, sin Iván Redondo, Pedro Sánchez ganó las primarias con el 48,63% de los votos. En 2017, con Iván Redondo, retomó el poder con el 50,2% de los votos. Cabría preguntarse si la campaña se la hizo Iván Redondo o la ejecutiva del PSOE al echarlo. A la presidencia llega Pedro Sánchez no por un buen resultado electoral, sino por una moción de censura. En la primera cita con las urnas tras alcanzar la presidencia, en abril de 2019, el PSOE obtiene un resultado discreto: 123 diputados. Mejor que los 85 de 2016, el suelo absoluto del PSOE hasta el momento, pero en absoluto un resultado maravilloso, al punto que las elecciones se tuvieron que repetir en noviembre de 2019, donde en vez de 123 diputados el PSOE obtuvo 120. El PSOE, por otro lado, tuvo la ventaja de enfrentarse a un bloque de centro derecha partido en 3, lo que le otorgaba sin necesidad de ninguna estrategia exitosa en particular una ventaja fundamental. ¿Y cómo a fin de cuentas ha conservado Pedro Sánchez el poder hasta ahora? Pues no gracias a resultados maravillosos, sino a estar dispuesto a pactar al precio que sea hasta con la suegra de Alien. Más que estrategia es cuestión de estar dispuesto a no poner límites políticos ni morales a las cesiones para conservar la silla presidencial. La victoria de Ayuso en Madrid reafirma el cuestionamiento de Iván Redondo como estratega, mito y gurú.
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Es el momento de regresar a las recientes declaraciones de Iván Redondo, que por otra parte están inspiradas en una famosa serie, en las que afirmaba que “un asesor se tira a un barranco por su presidente. Yo me tiro por él. Ahí estaré con él hasta el final”. ¿Usted ficharía a alguien que le dijera eso como asesor? ¿Podemos sentirnos tranquilos los españoles escuchando decir eso al asesor presidencial? Da la impresión de que lo que realmente tiene que hacer un buen asesor no es estar con el presidente hasta llegar al final del barranco, sino evitar que el presidente se tire por un barranco. O sobre todo evitar que el presidente tire al país por un barranco. Para llegar con el líder hasta el fondo del barranco están los pelotas, los inútiles, los comprados, los incondicionales y los adeptos. Un consejero político no es un leal, o no necesariamente. Un consejero puede ser un profesional que busca el camino a la cima de quien le contrata. A la cima, no al barranco. Redondo podría ser un correligionario además de un consejero, pero Redondo ha trabajado para el PP lo mismo que para el PSOE, supuestamente porque no es un hombre de partido sino un profesional independiente, cosa que precisamente a veces se entiende que proporciona más perspectiva que la que puede tener un correligionario. Pero no para acabar en el fondo de un barranco. En el fondo del barranco tienen que acabar los demás con los asesores de los demás. Resulta inquietante escuchar al asesor del presidente hablando como alguien casi deseoso de inmolarse por su líder y fascinado por la épica sacrificial del abismo. Sobre todo debería resultarle inquietante a Pedro Sánchez, pero puede que prefiera gente a su lado dispuesta a seguirle al fondo de un barranco que a decirle que se equivoca de dirección. No diremos que todos los asesorados por Iván Redondo han acabado en un barranco, pero ninguno ha repetido tampoco en el cargo tras una confrontación electoral.
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