Se llama Isabel Medina, tiene sólo 18 años y es ahora mismo la cara del fascismo en España. No se eso que llama fascismo la izquierda, que es todo lo que no es la izquierda, sino del fascismo de verdad, el que para empezar se reconoce él mismo como fascista. Mientras la joven fascista sólo dijo “el judío es el culpable” todo iba bien para la izquierda, el problema es que ha seguido desarrollando su manera de pensar y merece la pena leer las entrevistas que ha concedido a La Razón o El Español.
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Para empezar la joven se ratifica en todo lo dicho en su discurso durante el homenaje a la División Azul, pese a haber sido criticada hasta por el presidente de la Fundación Francisco Franco, hijo de un miembro de la División Azul. Lo interesante es que nos encontramos ante una estudiante de Historia de la Complutense, más leída de lo que pudiera suponerse, que toma como referentes ideológicos a Hitler, Mussolini, Gentile o Ramiro Ledesma. No es que esté bien lo que dice, sino que es coherente con el fascismo teórico clásico, un tema sobre el que los antifascistas lo desconocen todo. ¿Y qué es lo que esta chica dice al respecto y cómo se posiciona?
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Para empezar, y preguntada sobre si se siente representada por algún partido político en España, contesta que “No. En absoluto” aunque en las fotos aparece con una camisa azul con el escudo de la Falange. Cuestionada sobre VOX, asegura que “odio más a Vox que a Podemos”. Explica que “es muy frecuente el error de vincular a los movimientos fascistas con la derecha o la extrema derecha. El fascismo, desde su nacimiento, se ha desvinculado de la derecha. Ramiro decía aquello de «prefiero mil veces morir de un balazo marxista que de náuseas por la derecha«. Eso corrobora que no tenemos ningún tipo de vinculación con la derecha ni con la izquierda”.
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La joven fascista salpica prácticamente todas sus respuestas de afirmaciones típicamente ultraizquierdistas como que “el miedo es un prejuicio burgués”, o que si odia a los judíos es porque “les considero culpables de muchas de las situaciones e injusticias que sufre el mundo, como el capitalismo y la usura”. Cualquiera que haya leído Mein Kampf sabe que estas ideas las saca de Hitler y que efectivamente se trata de afirmaciones sospechosamente parecidas a las de la extrema izquierda, pero es que como decíamos los antifascistas no han leído ni estudiado nunca el fascismo y en realidad no saben nada respecto a él y todas las cosas en las que coincidirían con él.
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A fin de cuentas el partido de Adolfo Hitler era el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), o Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Entre los 25 puntos de su programa, ferozmente estatalista, se exige la abolición de todo ingreso no conseguido por medio del trabajo, la redistribución todas las utilidades del comercio al por mayor, la nacionalización inmediata de las propiedades utilizadas en la especulación, o la aprobación de una ley ordenando la confiscación sin compensación de la tierra con propósitos comunales, aboliendo el interés de los préstamos sobre tierras y la prohibición de especular con las mismas, todo ello a través de “la creación de una poderosa autoridad central del Estado” con “incuestionables atribuciones del parlamento políticamente centralizado sobre toda la Nación y sobre su organización”. Respecto a la educación, los nazis creían en el adoctrinamiento nacionalisocialista a través de la educación pública exactamente igual que cualquier progre actual en constante lucha contra la libertad educativa de las familias. En un discurso de 1933 Hitler dijo: “Cuando un opositor dice: “no me acercaré a vosotros”, yo le respondo sin inmutarme: “tu hijo ya nos pertenece”. ¿Cuántas veces hemos visto esto mismo por estos pagos?
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Si esta chica ha llegado a fascinarse con el fascismo leyendo a Hitler, ¿cómo no se va a sentir mucho más lejos de VOX que de Podemos? Los antifas no lo saben, pero la guerra entre los fascistas y los comunistas era fratricida, no se basaba tanto en la diferencia como en la disputa por un mismo nicho de simpatizantes, como la lucha entre la Pepsi y la Coca. Por lo demás sólo faltaba que la chica hubiera arremetido contra el estado de Israel en vez de contra los judíos para que su discurso fuera indistinguible del de cualquier ultraizquierdista. Lo interesante de dejar hablar a esta chica es que ya sabíamos que los antifascistas se comportan en la calle exactamente igual que los fascistas, pero ahora muchas personas quizá empiecen a descubrir que se comportan casi igual porque también casi piensan igual. Sólo había que detenerse un poco a escuchar a los fascistas de verdad.
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