Resulta irónico que a poco más de 100 días que inicio Guillermo Lasso su mandato presidencial, los problemas que aquejan al Ecuador apenas hayan variado de los de su antecesor.
Se debe reconocer que la gestión de Lasso con las vacunas contra el COVID fue eficiente, y que, hasta hace unos días, la cantidad de propaganda de gobierno que se debía soportar se había reducido totalmente.
Pero la gestión inicial del “Gobierno del Encuentro”, así denominada por su gente ha sido menos que perfecta, y sus falencias empiezan a notarse en sectores que poco o nada tienen que ver con la economía formal, el área en la que parece haberse especializado todo el equipo de trabajo de Lasso.
La comunicación general y la propia crisis interna han sido los principales desaciertos de esta gestión inicial del ya no tan flamante presidente, que sigue muy diplomático a pesar de que las circunstancias no se lo permiten.
El tema principal en el que parece fallar es en seguridad nacional, con la crisis carcelaria desbordándose de los centros penitenciarios, que amenaza con convertir al Ecuador en una zona de guerra donde carteles del narcotráfico y bandas delictivas se disputan para seguir con sus actividades criminales.
Lasso y su equipo parecen desconocer de seguridad nacional, de su aplicación desde el derecho administrativo o la política criminal, y como buenos empresarios, lo delegan a veteranos de las fuerzas de la ley y el orden, para que asuman desde su tradición una institucionalidad en crisis total, donde solo la excepcionalidad funciona.
Igualmente, su comunicación política, aterrizada en proyectos de ley con pertinencia discutible, se ve diseñada por ideólogos fanáticos, no por estadistas, con discursos que parecen justificaciones para ciertos gremios que formalizan su poder con nombramientos en provincias donde el gobierno central debe demostrar autoridad frente a partidos y caudillos locales.
En campaña, Lasso, tal vez arrogantemente, prometió, junto a Fundación Ecuador Libre, resolver la situación del país en 100 minutos, pero han pasado más de 100 días y apenas ha resuelto la crisis sanitaria, por lo que se le agradece, pero no demuestra ni su capacidad ni su ambición como estadista.
Se puede seguir dando oportunidades al gobierno de Lasso, pero las masas se acostumbraron al caudillo fuerte que gobernaba desde sabatinas, y cuyo sucesor demostró no poder imitar desde su propia incapacidad.
Igual, queda la Secretaria de Derechos Humanos, que desde el día uno se enfocó en implantar ideología, y que al descuido, va a convertir al presidente en Guillermx Lassx, frente a un pueblo que reclama seguridad e institucionalidad, no tiktoks.