Esperarás 2 horas a recargar tu coche electrico durante un viaje y serás feliz

Si Irán está bombardeando Israel, si Israel está bombardeando Irán, o si Begoña Gómez nos está escribiendo una carta de recomendación, hay cosas de las que evidentemente no nos podemos ocupar, pero en cuanto se abre un hueco en la actualidad merece la pena recuperarlas para la reflexión aunque sea un tiempo después. En este caso el suceso que nos ocupa son las colas y tiempos de espera para recargar los coches eléctricos que tuvieron que padecer muchos poseedores de este tipo de vehículos en las últimas vacaciones de Semana Santa.

En el caso del poseedor de un coche de combustión, se trata de un instrumento que se pone al servicio de sus necesidades de transporte y sus planes de vacaciones. En el caso del propietario de un coche eléctrico, sin embargo, parece que sucede más bien al contrario. Es el propietario del vehículo el que tiene que planificar sus vacaciones, trayectos, paradas y tiempos en función del coche. Así y todo las cosas sólo funcionan, o medio funcionan, mientras el coche eléctrico sólo sea cuestión de cuatro activistas medioambientales adinerados. Estando lejísimos todavía de ser un medio de transporte popular, en cuanto se producen unas vacaciones como estas de Semana Santa el sistema de recarga colapsa y viajar en coche eléctrico, aunque nos intenten vender otra cosa, se convierte en un auténtico acto penitencial.

A la vista de este tipo de noticias se entiende perfectamente que el abandono del coche de combustión no vaya a ser un hecho optativo, sino fruto de una escalada de los gobiernos en el campo de las prohibiciones y la represión. Asimismo se entiende que la salida a este embrollo no va a ser multiplicar exponencialmente la red de recarga para ajustarlo al número de vehículos, sino recortar el número de vehículos para ajustarlo a la red de recarga. Incluso así, la red de recarga ya está saturada.

Tener un coche propio o conducirlo va a ser un lujo al alcance de unos pocos. No hay que tener vista de águila para verlo. De hecho basta con ver lo que propugna la élite davosiana a través del Foro Económico Mundial. Comeremos gusanos y carne sintética, viajaremos en transporte colectivo, no tendremos nada, para ser más sostenibles compraremos ropa usada y muebles de segunda mano, y en general seremos una gente tan pobre como feliz. Y para ser feliz nada como no hacerse preguntas. Preguntas como dónde encajan en todos estos planes el sector del automóvil, el sector primario o el sector textil.

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