No es casualidad que el nacionalismo evite siempre el término “español” referido al idioma a favor de “castellano”. Ante una controversia que en principio debería ser lingüística, no se entiende que todas las personas de una determinada ideología política opten por una misma postura respecto a esa controversia lingüística. Salvo, claro está, que su posición ante la controversia venga determinada por su posición ideológica. En este sentido, quizá podría interpretarse el rechazo del término “español” aplicado al idioma como una forma de negar los atributos y vaciar de contenido unificador el concepto mismo de España. Sin embargo, tampoco tendría sentido rechazar el término “castellano” por el mero hecho de que sea el utilizado por el mundo nacionalista.
¿Español o castellano?
El debate viene de antiguo y ha rebrotado con diversa intensidad en múltiples ocasiones. En su día, por ejemplo, fue notable la polémica abierta por Camilo José Cela en el discurso de inauguración del II Congreso Internacional de la Lengua Española, significativamente titulado “Aviso de la defensa del español”, en diciembre del 2001. En aquél discurso, Cela proponía que “a todo puede ponerse coto con inteligencia, con paciencia y con dinero, bien es cierto, pero quizá metiendo, antes de nada, un poco de orden en nuestro pensamiento y el necesario coto a nuestras inexplicables e ingenuas vergüenzas.¿Por qué algunos españoles, con excesiva frecuencia, se avergüenzan de hablar el español y de llamarlo por su nombre, prefiriendo decirle castellano, que no es sino el generoso español que se habla en Castilla?”.
Una de las personas que opinó respecto a la polémica abierta por Cela fue José Antonio Marina, filósofo más conocido recientemente como autor de un manual de Educación para la Ciudadanía. Su opinión, decantándose por el término castellano, puede resumir bien la sensibilidad en contra del término “español” de la que venimos hablando. Para Marina, es preferible hablar del castellano porque “es humilde, poco imperial y compatible con otros muchos lenguajes, y porque creo que España es un azar histórico, razón por la que ni la sacralizo ni la desdeño. Pero la verdad, este tema me parece un asunto intrascendente”.
La Constitución Española realiza también su apuesta, y establece en el artículo 3.1 que “el castellano es la lengua española oficial del Estado”.
Argumentos varios.
Contra la utilización del término “español” existen otros argumentos, como el de que su utilización resulta confusa cuando también hay otras lenguas en España que son españolas, como el gallego, el catalán o el vascuence. En esta misma línea, se menciona también el hecho de que se hable por ejemplo del “inglés”, y no del británico, aunque el inglés se hable en toda Gran Bretaña.
Sin embargo, a todo esto también se puede oponer que, en realidad, el castellano es una variedad de la lengua española hablada modernamente en Castilla la Vieja. O que el español, como crisol de distintas lenguas romance, no es automáticamente identificable con el romance castellano. Por no hablar de que resulta sencillo distinguir “español” como adjetivo (aplicable a distintas lenguas que se hablan en España) de “español” como sustantivo y nombre del idioma. Se opone también a los anteriores argumentos que no genere polémica hablar del “francés” cuando, evidentemente, tampoco es la única lengua que se habla en Francia.
El uso de uno y otro término.
Otro ángulo desde el que aproximarse a la polémica es el uso en el mundo de ambos términos. Desde los países que no hablan nuestra lengua, no existe duda en hablar de “spanish” en inglés, «spanisch» en alemán, o “espagnol” en francés para referirse al idioma que se habla en España. Entre los propios hispanohablantes, unas pocas consultas en Google, introduciendo entrecomillados los términos “lengua española” y “lengua castellana”, o “idioma español” e “idioma castellano”, muestran una abrumadora preferencia del término “español” sobre el minoritario “castellano”.
Postura oficial: la Real Academia de la Lengua Española.
Su propio nombre ya nos pone en la pista de cuál va a ser el criterio de quien en principio es el adecuado organismo designado para resolver este tipo de cuestiones. Algo que también se desprende del nombre de su diccionario: Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Pero aún se puede ir un paso más allá, puesto que la respuesta que buscamos la podemos encontrar en el Diccionario Panhispánico de Dudas, que engloba además de a la RAE a las 22 academias de la lengua española que existen en el mundo. El nombre bajo el que se aúnan todas estas academias, la Asociación de Academias de la Lengua Española (fundada en México en 1951) resulta de nuevo una evidente declaración. Y efectivamente, aquí tenemos al fin la solución:
.
Llegamos por tanto al final del recorrido con una conclusión. La de que, aunque son admisibles los dos términos, es más recomendable y más claro «español» que «castellano».