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Harvey Weinstein es un famoso productor de cine que en los últimos tiempos viene protagonizando un agudo debate sobre los abusos sexuales en la Meca del cine, iniciado por una declaración al New York Times de la actriz Ashley Judd. A partir de aquel momento las denuncias por parte de actrices famosas se fueron sucediendo en cascada y el “caso Weinstein” se ha convertido en le “caso Hollywood”, e incluso el caso “así funciona el mundo de la fama”. Weinstein ha sido productor o productor ejecutivo en películas como El Señor de los Anillos, Reservoir dogs, El paciente inglés, El discurso del rey, Pulp fuction… El poder de Weinstein podía significar no sólo quedar fuera de sus producciones, sino por su influencia fuera de muchas otras también. En sentido contrario, el poder de Weinstein también podía significar participar en ellas y garantizar el acceso al dinero y la fama. Entre las actrices que han ido añadiendo diversas acusaciones contra Weinstein se cuentan Kate Beckinsale, Gwyneth Paltrow, Cara Delevigne, Angelina Jolie… La actriz Annabella Sciorra, y no es la única, ha llegado a acusarle de violación.
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El escándalo ha desbordado no obstante la figura de Weinstein y los testimonios y las verdades susurradas se han extendido a toda la industria del cine, las modelos… y no sólo en los EEUU sino en la práctica totalidad de países, incluyendo España, donde ya se habla de algunos casos. Todo indica que los comportamientos de Weinstein no son un caso aislado sino más bien, si no la norma, por lo menos una práctica frencuente en todo ese mundo.
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Escándalo e hipocresía
Son tantas las denuncias y de tan diversa naturaleza que no se puede establecer un juicio general. Una violación es una violación y como tal debe ser tratada, pero quizá quepa hacerse algunas preguntas políticamente incorrectas sobre el resto de comportamientos.
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Cuando un productor famoso que tiene la llave de la fama se insinúa sexualmente a una actriz o una modelo, aunque sea gordo, viejo y feo, salta a la vista que hay un intercambio comercial de por medio. Fama, dinero y papeles por sexo, así de sencillo. ¿Es un chantaje indecente o sólo un trato indecente? Si la actriz (o actor) o la modelo (o el modelo) dice que no y sale corriendo a poner una denuncia en comisaria, aunque después tenga que hacerse funcionaria o dependienta, entonces es chantaje. ¿Pero y si no dice nada o incluso acepta el intercambio? La reflexión políticamente incorrecta tiene que ver con el hecho de que, hasta que se inició este escándalo hace unos días, parece que todas eligieron el intercambio que Weinstein sugería o al menos guardar silencio sobre ese tipo de prácticas. Entre denunciar y dedicarse a servir cafés, o acatar y hacerse millonarias, todas eligieron la fama, el dinero y la carrera de actriz. Las denuncias no han llegado hasta mucho después y, acaso, hasta que ya las denunciantes no han tenido nada que perder, hasta que sumarse al derribo de Weinstein era tendencia o, incluso, hasta que lo perjudicial para la carrera podía ser ya el no denunciar.
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Todo esto obviamente no exculpa al miserable Weinstein, pero inculpa también en alguna medida a todos los que participan en el sistema, incluyendo las mujeres que ahora denuncian pero antes, por su aceptación o por su silencio, aceptaron ese sistema.
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El escándalo sin embargo, connotaciones sexuales aparte, tampoco es tan distinto de la corrupción administrativa y política ordinaria, que a su vez de hecho es sólo una más y quizá no siquiera la más importante de las infinitas facetas de la corrupción social. ¿O acaso es muy diferente el supuesto de un promotor que para hacerse con una obra tiene que pagar una comisión a un alcalde, un concejal o algún tipo de mediador? Si quieres el contrato tienes que acceder al intercambio, y una vez más tenemos las mismas alternativas de la aspirante a modelo o actriz. Pasar por el aro. No pasar por el aro pero tampoco denunciar. O no pasar por el aro, denunciar y estar dispuesto a dejar la construcción y hacerse repartidor de pizzas u opositar a registrador. Recordemos que un empresario que paga una comisión para obtener un negocio resulta muy discutible si es una víctima, por ejemplo.
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Está claro que en este sistema el concejal corrupto o el Weinstein de turno es culpable. ¿Pero son completamente inocentes los que se benefician del sistema creado por estos aunque tengan que pagar un precio a cambio? ¿Son igual de víctimas las que pasan por el aro, las que callan hasta que se destapa el asunto o las que van a comisaría a denunciarlo?
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No nos atrevemos a ofrecer la respuesta, pero en cambio aparecen claras algunas cosas. como que cuando finalmente todo se descubre, si se descubre, pese a su seguramente innegable responsabilidad personal hay un elemento de intentar trasvasar también todas las culpas colectivas del sistema, en este caso hollywoodiano, al Weinstein de turno, lo cual explica la intensidad de los linchamientos que se suelen producir. El mensaje contra toda evidencia cuando se focaliza todo el escándalo en un culpable es que se trata de un tumor, pero no de una metástasis. Por la misma razón, da la impresión de que la corrupción es algo mucho más frecuente y cercano de lo que pensamos, queremos pensar que por eso mismo también la virtud. E igual que debajo de lo que parece tan glamouroso aparece mucha suciedad, es posible que en los sitios más insospechados aparezca la luz. Y eso no es ser relativista, porque en todo momento hablamos de luz y de oscuridad. Y de que no están lejos ninguna de las dos.
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Un comentario
Décadas banalizando el sexo. Décadas fomentando la pornografía. Décadas dibujando mujeres (y hombres) objeto…
¿Y ahora les extraña todo esto?
Cuando llueve, se forma barro.