Los hombres es uno de los pocos colectivos a los que actualmente se puede criticar sin temor a represalia alguna, con total libertad, dicho sea en favor de los hombres. A diferencia de las mujeres, los homosexuales, los inmigrantes, los musulmanes, los ecologistas, los veganos o los negros, de los hombres se puede decir cualquier cosa, con razón o sin razón. Es por ello que hay que andarse con pies de plomo a la hora de decir cualquier cosa que no sea contra los hombres, los católicos y algún otro escaso colectivo más.
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Es decir, a raíz del caso Weinstein las redes se han llenado de proclamas en las que disputaban por predominar en cerrada lucha la machofobia y el puritanismo más extremo. A tal punto que 100 mujeres famosas, entre las que sobresalía Catherine Denueve, firmaron un polémico manifiesto en sentido contrario defendiendo el “derecho a importunar”. ¿Dónde está el límite? ¿Es una agresión sexual pedir el teléfono a una chica que no puedes adivinar que no desea dártelo? Con mayor o menor fortuna el manifiesto trataba de cuestionar el pensamiento único dictatorial que, tras la catarata de descalificaciones que les ha caído a las firmantes, no puede sino confirmarse que existe.
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Hasta la Policía Foral hace unos días tuvo que pedir disculpas y borrar un tuit en el que, entre otras cualidades destacadas, se llamaba “guapa” a la joven cantante navarra que está triunfando en Operación Triunfo. Ni siquiera se daba el caso la belleza era la única cualidad de la navarra que se estaba resaltando. La concejala de Igualdad del Ayuntamiento de Pamplona, Laura Berro, denunciaba no obstante el tuit por «sexismo», y la diputada desahuciadora de Podemos, Tere Sáez, remachaba que «el sexismo colabora con la violencia machista».
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Obviamente no se trata de defender la grosería o que se incomode a las mujeres en cualquier momento con palabras inapropiadas, no digamos las agresiones sexuales o cualquier comportamiento amenazador o violento: la condena absoluta va de suyo. El problema es que indudablemente es torpe, molesto e inapropiado hacer determinados comentarios a una mujer en determinadas situaciones. Pero tiene que haber un cierto margen de error. Tampoco se puede prácticamente equiparar el llamar guapa a Amaia a una agresión sexual. ¿No se puede decir que Rihana es guapa? ¿No lo pueden decir ni los hombres ni las lesbianas? ¿O prohibimos directamente pronunciar la palabra guapa? Tan fuera de lugar puede estar insistir exageradamente en la belleza de una mujer hasta que ésta acaba molestándose, e incluso más allá, como prohibir la más mínima expresión galante en cualquier situación y circunstancia limitando todo lo que puedan decir los hombres a lo que les parezca bien a Tere Sáez y Laura Berro.
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Otro elemento de debate que ha aparecido en toda esta vorágine es si una mujer debe tener cierto cuidado con cómo viste o cómo se comporta según donde vaya y son completamente inaceptables ciertas recomendaciones, como no vayas vestida así, no vuelvas tan tarde, no bebas demasiado o ve con alguien. ¿Acaso una mujer no puede ir donde quiera, con quien quiera, vestida como quiera y en el estado que quiera?
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Es obvio sin embargo que en el mundo existe un nivel de amenaza que no es cero. Es obvio que existen agresores sexuales. Sin embargo, se considera tabú recomendarle a una mujer que, por ejemplo, no acudiera semidesnuda, sóla y borracha a ciertos ambientes. Por el contrario, a una persona amenazada por el terrorismo se le puede recomendar que no acuda a ciertos locales, en ciertas calles, siempre a la misma hora, siempre por el mismo camino, llevando una camiseta de la selección española, aunque tenga todo el derecho a ir a cualquier local, por donde quiera, cuando quiera, vestido de la forma que elija y sin mirar debajo del coche antes de montarse. Una persona tiene derecho a ir con una camiseta del Barcelona por ciertos lugares de Madrid. Si alguien le pega por llevar esa camiseta toda la culpa será del agresor. Igual que la culpa sería del terrorista y no de la víctima que no miró bajo el coche o no quiso un guardaespaldas. ¿Pero sería leal no advertirle del riesgo? ¿Y es lo mismo verbalizar ese riesgo que aceptar esa situación o no luchar para cambiarla?
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Como mínimo, el asunto es complejo y no tiene sentido despacharlo al estilo feminista, incluso recomendando la provocación, cuando a todo el mundo le advierten que no haga ostentación de determinadas joyas o teléfonos cuando viaja a ciertos lugares. A la mujer, frente a todos los demás colectivos, por el contrario hay que recomendarle que no tenga cuidado ni precaución ninguna. Tener cuidado en el mundo real es para los demás. A las mujeres hay que evitar sin matices prevenirlas de los riesgos e incluso animarlas a correrlos. Vaya siempre a la misma hora, vaya sin velo, vaya con una cruz, vaya con una bandera española, vaya con varias copas, vaya en topless a ese barrio. Simplemente está en su derecho.
Un comentario
Por fin hay un medio que se atreve a decir que el ultra-feminismo actual fomenta que las mujeres no se protejan ni se respeten a sí mismas. Gracias.