En las últimas semanas, ha sido noticia que el gobierno de Polonia, en manos del partido de «izquierda patriótica» Ley y Justicia (cuya abreviatura polaca es PiS, procedente de la traducción Prawo i Sprawiedliwosc), ha anunciado una rebaja de impuestos sobre conceptos energéticos a fin de combatir el fenómeno de la inflación.
En diciembre de 2021, mientras que el Índice de Precios de Consumo español alcanzaba el 6’7%, Polonia era el segundo país de la Unión Europea con los niveles de inflación más elevados junto a Lituania (hablamos de unos tres puntos más por encima del promedio comunitario, el cual tuvo un valor del 5’3%).
El caso es que la noticia fue vista con buenos ojos por parte de muchos extranjeros. España no sería la excepción, máxime cuando no se contempla nada que se asemeje a una rebaja fiscal desde Moncloa (además, no olvidemos que las primas de las renovables y otros sobrecostes políticos encarecen en más de un cincuenta por ciento la factura mensual energética).
Ahora bien, ¿en qué medida es cierto que se rebajan los impuestos? ¿Es una bajada real o una bajada simbólica? No quiero ponerme purista bajo ningún concepto pero, como es sabido, por experiencia general, cuando los partidos de corte socialista (en cualquiera de sus modalidades) aplican medidas interesantes, es conveniente leer la letra chica.
Un plan estatal con visos socialistas y keynesianos
Del mismo modo que el sanchismo presume de un «plan de resiliencia» (la habitual carga de palabras redundantes, biensonantes y propagandísticas) como «contingencia económica» para la crisis derivada del «virus chino» (acentuada por su estrangulamiento social y económico), el PiS polaco presenta un plan que se llama Polski Lad (en español, Orden Polaco).
Es cierto que el programa incluye rebajas fiscales (igual que se han aplicado otras sobre conceptos como la luz y el gas): los niveles para el pago de impuestos serían, en el primer caso, de trescientos mil eslotis (1 euro equivale a 4 eslotis) y, en el segundo, de ciento veinte mil unidades. De igual modo, hay ciertas deducciones en el impuesto sobre la renta (el equivalente a nuestro IRPF).
No obstante, se dispara la tasa sanitaria que tendrán que abonar todos los contribuyentes polacos. El monopolio sanitario también existe en Polonia, en la medida en la que todos sus habitantes tienen que financiar coercitivamente el sistema estatal, con independencia de que confíen más en uno de titularidad privada. No hay cheque sanitario ni deducciones de conceptos de esta índole.
Además, el plan va acompañado de programas de gasto público en distintos ámbitos: cultura, sanidad, educación e infraestructuras. Habrá también un aumento de los subsidios de natalidad -que no han disparado la tasa de fertilidad- y se concederán subvenciones de pagos hipotecarios a las familias numerosas.
Incluso cabe puntualizar que hay visos de eco-socialismo en el mismo, bajo el pretexto titulado Aire Limpio, para reducir las emisiones de dióxido de carbono. Habrá subvenciones para la instalación domiciliaria de placas fotovoltaicas. Pero es que, además, hay una «inserta batallita» contra el hormigón y el cemento.
Lo enunciado previamente puede aumentar los niveles de deuda pública, que son superiores al cuarenta y seis por ciento del Producto Interior Bruto. Además, tarde o temprano, la deuda se suma a la asfixiante presión fiscal. Igual con la inflación, sobre lo cual hay que tener en cuenta que en Polonia también existe una institución de banca central nacional (además, hay «soberanía monetaria»).
¿Nos molesta que se bajen los impuestos?
Una vez expuesto lo anterior, finalizaremos recordando que el problema no es que haya más dinero en el bolsillo del sufrido contribuyente. En efecto, uno se opone al expolio fiscal, sin ninguna clase de duda. Pero también se opone a las cortinas de humo y, sobre todo, al abultado peso del Estado sobre las actividades que fácilmente podría llevar a cabo la sociedad.