Entrevista sobre el cambio climático con el profesor Arturo H. Ariño. Primera parte.

A continuación reproducimos la primera parte de la entrevista:

Este verano, todo el mundo comentaba el frío que hacía; el otoño, sin embargo, se dice que está siendo muy caluroso. ¿Son dos fenómenos sintomáticos de que sucede algo extraordinario? ¿Qué es y qué no es un comportamiento claramente anormal del clima?

El clima obedece a dinámicas de tipo caótico. El tiempo atmosférico, e incluso el clima a corto plazo, son pequeñas ventanas en oscilaciones amplias. Cuando hablamos de cambio climático hablamos de grandes tendencias, en regiones grandes y en plazos largos: más que lo que se puede percibir en un año concreto en una región pequeña. Lo que percibimos a esta pequeña escala es la variabilidad natural del clima, no los cambios climáticos. Además, tendemos a fijarnos en lo que consideramos "rarezas" (que suelen estar dentro de la variabilidad), y las recordamos; pero lo que tenemos que ver son las estadísticas (con medias, tendencias, desviaciones típicas), y de eso no solemos hablar en el ascensor.


¿Podría hacernos un diagnóstico sobre el clima en Navarra? ¿Podría darnos datos, por ejemplo, para comparar los inviernos o las precipitaciones de antes en Navarra con los de ahora? ¿Es distinto el clima en Navarra ahora que en tiempos de nuestros abuelos?

Esa respuesta podrá darla un climatólogo, no un ecólogo. En todo caso, para responder el climatólogo se apoyaría en series estadísticas, cuyo análisis no es fácil: el principal problema sería distinguir la variabilidad natural a la que aludía antes de las tendencias de cambio a largo plazo. Se necesitan datos de épocas en las que, sencillamente, no existen con la suficiente precisión. Además, Navarra es una región muy pequeña para la escala del cambio climático: aunque le afecte este cambio, del análisis de lo que pasa en Navarra en unos pocos años no puede deducirse lo que pasa, en general, con el clima del planeta: se necesita comparar este análisis con el de muchas otras regiones y a lo largo de bastante más tiempo. Esto es lo que hacen los investigadores en cambio climático: trabajar a escalas grandes, pero reuniendo datos en muchas escalas de tiempo y espacio.

Desde su punto de vista, ¿Debemos empezar a hacer algo para luchar contra el cambio climático? ¿Hay alguna medida que habría que exigirle al gobierno foral? ¿O habría que exigirle que no hiciera nada?

Para poder luchar adecuadamente contra el cambio climático, tenemos que decidir si existe (sobre esto ya quedan muy pocas dudas), en qué dirección va a corto plazo (también parece razonablemente claro) y a medio y largo plazo (lo que no está tan claro). Muchos modelos climáticos, cuando se refinan lo suficiente, producen sorpresas a medio plazo: por ejemplo, predicen una época gélida para Europa si el calentamiento inicial es demasiado rápido.

Sin embargo, es suficientemente obvio que si la actividad humana afecta al clima, y lo que nos interesa es mantener un clima similar al que la Tierra ha venido teniendo durante el Cuaternario (aun admitiendo la alternancia de glaciaciones y períodos interglaciares como el actual), cuanto menos enredemos con los factores que pueden cambiar el clima, tanto mejor.

De los dos componentes más importantes de nuestra actividad con efectos climáticos, el uso de la energía es el que más directamente está bajo nuestro control (el otro grave es la deforestación). Es nuestra propia actitud, nuestra propia consciencia cada vez que hacemos algo como encender la tele, abrir la nevera o arrancar el coche acerca del coste energético, la que nos puede llevar a usar esta energía de forma más parsimoniosa. Hay que recordar que usar energía (y la usamos no sólo al encender la luz, sino al tomar un ascensor, subir un grado el termostato o al comprar un producto traído de lejos, entre otras mil cosas) significa casi siempre consumir, directa o indirectamente, un combustible. No se trata sólo de reemplazar en lo posible el coche por la bicicleta, que dicho sea de paso es el mejor servicio que podemos hacernos a nosotros mismos al menos en Pamplona porque viviremos más. La mayor parte de nuestro consumo es inconsciente: no lo percibimos, pero está ahí. El despilfarro es absurdo en sí mismo (tratamos con una fuente que se va acabando), pero además supone hacer un "experimento" con el clima sin que tengamos la menor posibilidad de salirnos del experimento si sale mal.

En cuanto a la exigencia a un gobierno u otro, todo aquello que promueva o facilite el uso racional de la energía es sensato. Pero a los gobiernos los elegimos los gobernados. Si los gobernantes viven en un ambiente social que promueve este uso racional, es verosímil que sus medidas, si están bien informadas técnicamente, sean también racionales. Si son los propios gobernados los que no actúan, poco futuro tendrían los gobernantes conscientes que establecieran medidas impopulares, como hacer repercutir el verdadero coste a medio plazo de la energía; con lo que pocas medidas se impondrían.

A partir de los estudios sobre el clima, ¿se puede prever un cambio que afecte a la agricultura en Navarra? ¿Será conocida Navarra en el futuro por sus dátiles en vez de por sus espárragos? Si sube el nivel de los océanos, ¿servirá al menos para que por fin tengamos playa en Pamplona?

Dependerá de la orientación que adquiera este cambio. Si aciertan los modelos actuales, que tienen en cuenta tanto los factores naturales como los artificiales, es verosímil que los cultivos predominantes en Navarra cambien por otros algo más meridionales. El que haya dátiles, sin embargo, es probable que tenga más que ver con qué políticas agrarias se establezcan que con el clima predominante.

Respecto a la playa en Pamplona, unos cuantos números con fórmulas de geometría y algunos datos topográficos nos dan una estimación razonable: Sí, pero siempre que la muga de Pamplona se desplace al menos hasta, digamos, un poco más allá de Sunbilla.

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