Alejandro Macarrón Larumbe (Avilés, 1960) es ingeniero de Telecominicaciones, escritor (“Suicidio demográfico en España” y “Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo”) y director de la Fundación Renacimiento Demográfico.
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- 2018 cerró con una de las cifras de nacimientos más bajas desde 1941. ¿Qué perspectivas tiene de cara a 2019? ¿Influirá ese riesgo de recesión económica?
Aún no conocemos las cifras definitivas de nacimientos de España en 2018, pero todo apunta a que serán, efectivamente, bajísimas en términos históricos. Y sin contar los bebés de madres inmigrantes (no menos de la cuarta parte del total), el número de nacimientos de madres españolas será de unos 280.000 o algo menos, un nivel propio del siglo XVII, en una España con muchísima menos población. El riesgo de recesión económica no influirá en los nacimientos de 2019, porque casi todos los bebés que nazcan este año ya han sido concebidos, y la gente común aún no percibe ese riesgo. Y además, las fuertes reducciones en el número de bebés de 2017 y 2018, por ejemplo, se han producido con una economía en fuerte expansión, lo cual indica la escasa relación entre natalidad y crecimiento del PIB. En todo caso, lo previsible en 2019 es una nueva bajada en los nacimientos, al menos de los de madres españolas, porque cada año ya hay en España menos mujeres en edad fértil, por el desplome en vertical de la natalidad que se vivó entre 1977 y 1999.
- Según algunos estudios, en los correspondientes registros, constan más animales de compañía que niños nacidos. ¿Cree que hay algún factor que lo explique?
Supongo que lo explica el aumento de la soledad y el peso cada vez menor de los niños en la estructura demográfica de España. Cada vez más gente no tiene hijos, más niños no tienen hermanos -o solo uno-, y hay un número creciente de personas que, o bien no se casan / emparejan, o bien sufren una ruptura conyugal / de pareja. Imagino que la necesidad de compañía que estas situaciones generan se cubre en muchos casos con animales domésticos.
- ¿A qué factor le atribuye más responsabilidad en el invierno demográfico: al mal llamado Estado del Bienestar o al declive de fe?
Buena pregunta. Las dos cosas influyen. Y sin embargo, antes de que ambas se dieran en la medida actual, ya había caído mucho la tasa de natalidad.
El mal o bien llamado Estado de Bienestar, con su promesa de cuidarnos de mayores, sustituyendo a las familias en ese cometido, ha hecho disminuir la conveniencia de tener hijos, uno de cuyos valores tradicionales era ser “báculo de la vejez”. No el único, ni mucho menos, pero ciertamente era uno de ellos. Y la elevada presión fiscal que requiere para financiarse quita cuantiosos recursos económicos a las familias, recursos que éstas necesitarían para criar a sus hijos, y hace mucho más necesario que nunca que en una casa entren dos sueldos en lugar de uno -como antaño era la norma-, ya que a la gente le queda para sí un porcentaje mucho menor para sí de lo que produce que hace 50 ó 100 años, tras cumplir con el fisco, lo cual también contribuye a que sea menor la tasa de natalidad (las mujeres “tradicionales” que no trabajan fuera del hogar son bastante minoritarias en nuestro tiempo, pero tienen mucha más fecundidad que las que sí lo hacen). La pérdida de fe influye mucho también. Las familias muy religiosas tienen más hijos en media, en los países cristianos o en Israel. Y los musulmanes, mucho más creyentes de lo suyo que la media de los habitantes de países culturalmente cristianos como los europeos o EEUU, tienen más hijos que nosotros.
Sin embargo, la natalidad empezó a caer mucho antes de que se inventase el Estado de bienestar moderno y la presión fiscal en Occidente fuese tan elevada, y de que mermase la religiosidad de los occidentales. Y también en países musulmanes tan estrictos como Arabia Saudí o Irán, la tasa de fecundidad se ha desplomado desde hace 30 – 40 años, con descensos del 65% al 75% en el número medio de hijos por mujer en ellos. En EEUU, donde el Estado de bienestar es mucho más reducido que el de los países europeos, la fecundidad empezó a caer apreciablemente desde principios del silo XIX. En España, hacia 1975-1976, con mucha más fe religiosa popular que ahora, y mucha menos presión fiscal y tamaño del mal/bien llamado Estado de bienestar -y sin anticonceptivos, aborto ni divorcio-, el número de hijos por mujer ya era la mitad del tradicional, del que había un siglo o siglo y pico antes. ¡Da que pensar! Pero los efectos de esa menor natalidad, hacia 1975-1976, no se notaban aún en España, porque la mortalidad infantil y juvenil había caído mucho más que la fecundidad, y eso compensaba con creces el que ya entonces se tuvieran bastante menos hijos.
- Las poblaciones musulmanas se están reproduciendo a un ritmo mayor que las nativas europeas. ¿Qué consecuencias cree que tendrá tanto en el corto como en el largo plazo?
Cada año que pasa, los musulmanes tienen más “cuota de mercado demográfica” en Europa, y ésta es aún mayor entre los niños, esto es, los europeos del futuro. Eso les dará una influencia social creciente en sus barrios, allí donde sean más. En la política, si el voto musulmán se agrupase en partidos específicos, podría ser la bisagra electoral decisiva del futuro. Y si se concentrase en determinados partidos -hasta ahora, en general, se ha inclinado masivamente por la izquierda en Francia, Alemania o el Reino Unido, por poner tres ejemplos, supongo que será porque así vean mejor atendidas sus reivindicaciones-, tres cuartos de lo mismo. Que habrá más musulmanes en Europa es una certeza. La incógnita es si en el futuro prevalecerá una interpretación radical del Islam, lo que nos llevaría a fracturas sociales de alcance imprevisible, o si por el contrario prevalecerán las corrientes moderadas, y el grueso de los musulmanes europeos actuarán esencialmente como tales solo “de puertas adentro”, en el ámbito privado / familiar, mientras que en lo político, y en la vida social en general, serán ciudadanos indistinguibles del resto, como lo son en la Europa actual los cristianos (practicantes o no, ya sean católicos, protestantes u ortodoxos), los ateos y agnósticos, los judíos (practicantes o no), los budistas……Lo veremos.
En España, en concreto, los musulmanes son un porcentaje ya considerable de dos segmentos clave en la vida social presente y futura, y mucho más en algunas localidades, provincias y regiones: los hombres jóvenes y de edad mediana-joven (la inmigración musulmana es predominantemente masculina, y joven) y entre los españoles del futuro, los niños. Con datos del Padrón Municipal, en enero de 2018, estimamos que casi el 5% de los hombres empadronados de 16 a 44 años en España eran inmigrantes musulmanes, en más de un 60% marroquíes, con una presencia de ellos especialmente elevada en las siguientes provincias: Almería (donde estimamos que eran el 17% de los varones de 16 a 44 años); Gerona (14%); Lérida (13%); Murcia y Tarragona (11%); Barcelona, Huesca, Teruel y Álava (8%). En Navarra serían el 6%. En cuanto a los niños, estimamos que alrededor del 8% de los nacidos en España en 2017 tenían madre o padre inmigrante musulmán (típicamente, ambos), con picos en las siguientes provincias: Gerona (21% del total de nacimientos); Almería, Tarragona y Lérida (19%); Teruel y Murcia (16%); Álava (15%); La Rioja (14%); Barcelona (13%); Navarra, Baleares y Huesca (12%); Castellón, Guadalajara y Alicante (11%); Segovia y Soria (10%). Estos porcentajes de nacimientos de padres inmigrantes musulmanes son aproximados / estimativos, porque el INE no publica los datos completos para una estimación precisa al decimal, y por eso están redondeados. Pero punto arriba o abajo, los tiros van por ahí.
- Si la despoblación rural fuera pareja a un «baby boom», ¿habría razones para preocuparse aun así?
Habría, pero muchas menos. Los duelos de la despoblación rural, con el pan que produciría un “baby boom” nacional, serían menos. Como país, globalmente, iríamos bien, y eso generaría más riqueza para cubrir necesidades de todo tipo, incluyendo la atención a las zonas despobladas con buenas infraestructuras y servicios, y con una fiscalidad diferencial favorable…. Seguiría sin ser deseable la despoblación rural para los lugareños, por la soledad creciente, la tristeza de ver cómo languidece tu entorno de vida y el de tus antepasados, y por los efectos localmente depresivos en lo económico de esa despoblación. Pero sería mucho más llevadera para España. Y si ese “baby boom” se produjera también en zonas rurales, no habría despoblación en ellas, o se suavizaría enormemente. Sensu contrario, y es lo que hay hasta ahora, si no aumentase la fecundidad global de España y siguiéramos envejeciendo más y más como sociedad, no solo las zonas rurales estarían abocadas a decaer y despoblarse. Las urbanas, también.
- ¿Qué visión tiene sobre el interés que puedan tener PP, C’s y VOX en el invierno demográfico (manifestando preocupación)?
Dirijo una fundación llamada “Renacimiento Demográfico” que, por principios, es rigurosamente apartidista, porque la recuperación de la natalidad perdida, o se aborda como un problema de Estado en la política, o será mucho más difícil de lograr, si no imposible. Dicho lo cual, se nota una conciencia creciente en estos partidos y otros sobre que España tiene un grave problema de natalidad. Pero aún estamos muy lejos de que se le dé la importancia que merece. Y estamos lejísimos de que se propongan, no por uno solo o dos de los partidos con representación parlamentaria tras el 28-A, sino por todos o casi todos, las medidas correctas, por su eficacia y su coste, para impulsar una mayor tasa de natalidad. Verbigracia: casi todos los partidos se están centrando últimamente en este campo en el permiso de paternidad, y apoyan que sea obligatorio e igual de prolongado que el de la madre (algo chocante, porque el desgaste que produce el embarazo y el parto, así como la lactancia materna, son cosas específicas de la madre). Pues bien, es una medida muy cara (su coste completo promedio para España se podría estimar en 7.000 a 9.000 euros por mes de baja del padre, entre la riqueza no producida y el coste para el Estado / el contribuyente. ¿Cuántas familias preferirían una ayuda pública de la tercera o cuarta parte de ese importe por nacimiento al permiso de paternidad largo?), no siendo una baja paternal significativa tras el nacimiento algo “imprescindible”, como sí lo es la inicial de seis semanas de la madre, sino solo “deseable”. Tampoco hay la menor evidencia factual en otros países europeos de que esto contribuya a que nazcan más niños. Por ejemplo, en Escandinavia, donde en general este permiso es muy amplio, la tasa de natalidad tiende a hundirse de nuevo, con países como Noruega o Finlandia en sus mínimos históricos de fecundidad. En cambio, en los dos países con la mayor fecundidad de Europa en las dos últimas décadas, Francia e Irlanda, el permiso paternal muy limitado, casi simbólico, por no hablar de EEUU, con una fecundidad media apreciablemente mayor que la europea, y donde hasta la baja laboral maternal es ridícula para nuestros estándares. Y en España, desde que se ha ampliado el permiso de paternidad de forma significativa, nacen menos niños, no más, aunque sea pronto para asegurar que hay relación de causa a efecto entre ambas cosas. Es más, si el permiso paternal es prolongado y obligatorio, como se pretende, podría disuadir a un cierto número de familias / varones de tener niños, contribuyendo a que nacieran menos niños y no más, por no hablar del daño a las empresas, mayor cuanto más pequeñas sean y menos capacidad tengan de hacer sustituciones de las bajas. Por lo tanto, si los partidos políticos hablan mucho más de natalidad que hace años, pero centran el tiro en medidas de efecto previsiblemente contraproducente, francamente, no sé si vamos a alguna parte, mientras año a año los fundamentos demográficos de España se deterioran más y más, porque muere más gente de la que nace, hay menos bebés y la sociedad española se está consumiendo.
7) ¿Cree que la próxima legislatura será la ocasión en la que se comiencen a revertir proyectos alineados a la cultura de la muerte?
Depende de quién gane las elecciones y qué mayorías se articulen. Sí parece seguro que, en cuestión de aborto, habrá muchos más diputados que no son favorables que en las legislaturas anteriores. Y en materia de eutanasia, sus partidarios cada vez parecen serlo con más ahínco. En fin, lo que sea, sonará. Los españoles tenemos ahora la palabra.