Lo mejor es empezar siendo crudos para después ir entrando en matices, así que sin más preámbulos conviene reconocer que la izquierda ha ganado. Ha ganado relativamente, al menos. Desde un punto de vista alternativo podría pensarse que las cosas le han ido bastante mal al centro-derecha, pero también eso habría que matizarlo.
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Por ejemplo, parece que Pedro Sánchez ha obtenido una inconmensurable victoria electoral, pero de hecho el PSOE ha obtenido el 28,6% de los votos. Que es menos que el 33% que tuvo el PP en 2016, por ejemplo. En todas las victorias y derrotas hay un componente importante derivado de las expectativas o del punto de referencia que tomamos.
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El centro derecha tiene mas porcentaje de votos que el centro izquierda
La suma de PSOE+Podemos alcanza el 42,9% de los votos, mientras que la suma de PP+CS+VOX alcanza el 43,23% de los votos (incluída Na+).
Lo que parece una debacle de la derecha y un exitazo de la izquierda en realidad es un empate técnico en términos de votos con una ligera ventaja para el centro derecha.
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Ahora bien, en términos de diputados ese 42,9% de PSOE+Podemos+otras confluencias de Podemos se traduce en 165 diputados, mientras que el 43,23% de PP+CS+VOX se queda en 149 diputados. Esto nos lleva al siguiente punto.
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Fragmentación de un lado y movilización del otro, claves de la elección
Había dos elementos importantes en juego a la hora de marcar el resultado de estas elecciones. De un lado la fragmentación del voto y de otro la movilización. A la vista del resultado es evidente que la izquierda ha sabido movilizar eficazmente su voto. En 2011 el PP obtuvo mayoría absoluta y 186 diputados con un 44,6% del voto, tan sólo 1,8 puntos por debajo de ayer. La diferencia entre triunfo y debacle puede ser sólo 1,8 puntos teniendo en cuenta los dos factores citados de fragmentación propia y movilización del contrario.
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En las citadas generales del 2011, con 186 diputados y mayoría absolutísima, el PP sin embargo sólo tuvo 10,8 millones de votos, frente a los 11,1 millones de votos que el centro-derecha consiguió ayer. La diferencia es que en 2011 hubo una participación del 68,9% y ayer fue del 75%. El centro-derecha´no ha perdido votos, en realidad incluso los ha ganado, pero ha sido derrotado por la movilización del contrario. Gracias a esa movilización, como veíamos, los porcentajes izquierda (42,9%) y derecha (42,8%) casi se han igualado. No hay empate en escaños porque el centro-derecha se presentaba más fragmentado.
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De las generales de 2016 y del reparto de diputados en el Congreso del que veníamos, PP y CS sumaban el 46% de los votos, pero con sólo 11,08 millones de votos frente a los 11,1 de ayer. La clave del resultado, aparte de la fragmentación, una vez más se aprecia en este dato que no es tanto la pérdida de votos sino la movilización del voto contrario.
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Siendo realistas, que ganara el centro-derecha concurriendo tan fragmentado era muy difícil. La única posibilidad era que la aportación un tanto imprevisible de VOX consiguiera rondar o superar la barrera del 50%. Sólo una fuerza emergente podía conseguir algo así porque en realidad el centro-derecha, sin la derecha nacionalista, nunca ha superado el 50% de los votos. Existía esa expectativa pero la ilusión de que ocurriera esa posibilidad tal vez eclipsaba apreciar su dificultad. Habría que señalar también que, con los resultados de ayer, el centro derecha tampoco hubiera ganado caso de no haber concurrido fragmentado, simplemente la derrota habría sido por menor margen de diputados. En ningún caso se hubiera superado a la izquierda que, por otra parte, siempre puede contar para prevalecer con el recurso al separatismo.
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En las generales de 2008, todo el centro-derecha unido bajo las siglas del PP obtuvo el 39,9% de los votos. En el 2004 el PP obtuvo sólo el 37,7% de los votos y 148 diputados. Los resultados de ayer se encuentran por debajo de las expectativas, o simplemente no consiguieron automáticamente el objetivo de desalojar a Pedro Sánchez, pero siendo malos en realidad no son peores que otros resultados recientes al menos en términos de votos. Podría juzgarse duramente a Casado, pero el líder del PP, para ser justo, es el heredero de la fragmentación y no su causante. Obviamente Casado, siendo mucho mejor comunicador, juega ahora en un terreno mucho más complicado y desagradecido que el de sus antecesores.
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El nacionalismo sale debilitado
Aunque no se ha producido un resultado que permita automáticamente desalojar a Pedro Sánchez del poder, lo cierto es que el resultado permite un escenario mejor que el anterior a las elecciones. Por ejemplo, ahora sería posible una mayoría con un pacto entre PSOE y Ciudadanos. Esta posibilidad claramente resta fuerza al nacionalismo. Incluso aunque Pedro Sánchez no haga uso de esta carta, el hecho de tenerla cambia el escenario y la fuerza negociadora de cada uno. Si, por otro lado, el separatismo tensara la cuerda hasta obligar al PSOE a tener que intervenir en Cataluña, por una parte el PSOE podría hacerlo sin perder el poder, caso de obtener el apoyo de Ciudadanos, y por otra podría intervenir en Cataluña con el apoyo de la oposición de centro-derecha, mientras que un gobierno de centro-derecha interviniendo en Cataluña es dudoso que hubiera recibido el mismo apoyo de la oposición izquierdista. No estamos por tanto ante un buen resultado para el nacionalismo. La semana pasada el nacionalismo era imprescindible y determinante y ahora ya no lo es. Obviamente Pedro Sánchez puede intentar pactar con él, pero porque quiera y no porque no tenga remedio ni le falte una alternativa. Eso debilita al que hasta ayer era imprescindible en una negociación.
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Otro de los grandes damnificados en el día de ayer ha sido la formación de Puigdemont-Torra, la cual ha visto reducido su voto en Cataluña del 24% al 12%.
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Podemos también es ahora prescindible
Aunque no se está hablando mucho de ello, el fracaso de Podemos y sus mareas y confluencias es bastante estrepitoso, ya que de 59 diputados pasan a 43. Pero el fracaso no es sólo en términos numéricos sino también y sobre todo de influencia. Como les sucede a los nacionalistas, al ser posible una mayoría alternativa con PSOE y Ciudadanos han pasado de ser imprescindibles a prescindibles, y a perder por tanto una gran fuerza de negociación, pacte el PSOE con ellos o no. Es decir, si uno sólo puede contratar con Telefónica tendrá que hacerlo al precio que imponga Telefónica. Si uno puede contratar con Telefónica o Vodafone, estas compañías tendrán que pujar por lanzar la oferta con un precio más bajo. Puede que se contrate con Telefónica de todos modos, pero será en unas condiciones mejores que si no hubiera competencia y el cliente no tuviera capacidad de elección. Salvo que el cliente sea tonto, por supuesto.
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Queda por subrayar el buen resultado de VOX. El hecho de que el centro-derecha no haya conseguido la mayoría absoluta no puede empañar la pequeña proeza de que una formación ferozmente atacada y vetada en los debates haya pasado de 0 a 24 diputados con 2,67 millones de apoyos y superando el 10% del voto. Sería un poco extraño culpar de que no se ganen las elecciones a un partido que de la nada viene a aglutinar un 10% de votos. Tal vez serían otros los que tuvieran que preguntarse por qué han perdido a 2,67 millones de clientes, o por qué al renunciar a ellos no han conseguido atraer al menos a cambio a otros 2,68 millones de otros caladeros, lo que nos lleva a la parte quizá más interesante del análisis de las elecciones.
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Será difícil volver a ganar una elección girando al centro y sin crear una mayoría social propia
Para tener una mayoría electoral previamente hay que tener una mayoría social. Si no tienes una mayoría social clara dependes de que la otra parte se fragmente o no se movilice. En esta ocasión ha pasado justo lo contrario, que la otra parte se ha movilizado y el fragmentado eres tú. Cuando tu mayoría social no está clara, otra cosa que se puede intentar es aguachinar el discurso propio y hacer que se parezca sospechosamente al de la mayoría social. Entonces puede ocurrir algo peor que perder y eso es ganar abandonando el propio discurso y abrazando una versión diluida del discurso del contrario, porque entonces te conviertes en el otro y deja de haber una alternativa al otro discurso.
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VOX aparece porque el centro-derecha lleva tiempo careciendo de un discurso propio y abrazando una versión light del discurso contrario. Ha llegado un momento en que varios millones de votantes han decido apoyar una opción que recuperara el discurso propio y esto significa ahora dos cosas. Primera que deslizarse hasta el centro o el centro-izquierda, como piden ahora algunos analistas, ya no va a ser una política que funcione, porque el traje ya se ha roto de tanto tirar hacia el lado izquierdo. No se va a poder formar una mayoría de centro-derecha renunciando a los 2,67 millones de votantes de VOX. No se va a poder compensar la fragmentación creciendo muy ligeramente hacia la izquierda. Esta política sólo podía funcionar mientras no existía VOX. La aparición de VOX fija por tanto la posición de todo el centro-derecha. La segunda consecuencia es que, por consiguiente, la única opción que le queda al centro-derecha de formar una mayoría es ampliar su base social y por ende electoral. Y para eso no vale abrazar una fotocopia borrosa del discurso del rival, sino oponer un discurso alternativo y argumentarlo mejor que el contrario para convencer a más gente, con la ventaja de tener razón y también con la enorme dificultad de tener, por ahora, muchos menos altavoces que el rival. Por lo demás, tras la sonrisa de los primeros días, Pedro Sánchez va a tener que gestionar una situación política y quizá también económica que se puede volver muy difícil. Si no fuera porque vamos en el mismo avión y tiene una solución equivocada para cada problema, casi daría gusto verle pilotar desde fuera.
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2 respuestas
Gracias a VOX porque he podido votar. Si no, con el panorama de partidos que hay, habría tenido que votar en blanco.
Interesante reflexión. Pero ¿No son 149 los escaños de PP+C’S+VOX+Navarra Suma?