“Desde las 10 de la noche estaba vigente un toque de queda en toda Navarra por el que no se permitía a tres o más personas estar juntas, ni siquiera caminando”.
“El férreo y estricto interrogatorio al que los Txabales (los “forales”) sometían a cualquiera que quisiera cruzar la frontera por un paso oficial resultaba agotador. Tanto que hacía mucho tiempo que la gente no cruzaba la frontera más que por imperiosas obligaciones”.
“Nada más salir del pueblo, Salvador les transmitió la posibilidad de ser detenidos por alguna patrulla de Txabales que solían realizar controles rutinarios en la carretera. Era difícil recorrer más de treinta kilómetros sin haber sido parados”.
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Todo lo anterior podría ser una descripción del día a día en el actual estado de alarma, pero sin embargo son algunas frases tomadas del libro “Veinte años de letxe y miel”, escrito en 2018 por El Vecino de Uxue. En aquel libro, que recreaba la tétrica comunidad en que habían desembocado 20 años de gobiernos de nacionalismo y “progreso”, efectivamente había toque de queda, estrictas limitaciones a los derechos de reunión y circulación, y en general un ambiente radicalmente opresivo, totalitario y falto de libertad. Obviamente este estado de cosas no era el resultado de una pandemia, sino la conclusión lógica de las ideas del gobierno del cambio llevadas a su últimas consecuencias. Esto es sin embargo lo más llamativo y preocupante de todo este asunto.
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Más allá de lo anecdótico, resulta extraordinariamente inquietante que las limitaciones a la libertad que estamos padeciendo fueran predecibles antes de la pandemia. Es decir, la pandemia les ha dado a nuestros gobernantes la oportunidad de imponer recortes a nuestros derechos fundamentales que estaban deseando imponer.
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No se trata de decir que el coronavirus no existe, ni siquiera de sugerir que todas las medidas que se han tenido que tomar eran innecesarias o forman parte de un complot, sino de señalar que el COVID-19 les ha dado a los políticos la oportunidad de tener los superpoderes con los que habían soñado. Dar superpoderes al gobierno, como es lógico, significa dejar a los ciudadanos con infraderechos. La clave del asunto es que de un modo u otro hemos llegado al punto al que nos querían llevar. El camino ha sido imprevisible, pero el resultado no. La situación que describía el Vecino de Uxue es en buena medida la que tenemos. Nos hablan sin complejos de un reseteo global dejando claro que no tienen intención de devolvernos nuestra vieja normalidad y sus derechos correspondientes íntegramente repuestos. Esto no quiere decir que no haya un virus que derrotar, sino que no sólo hay un virus que derrotar. Aprovechando el virus nos están robando la libertad. El día que derrotemos al virus habremos hecho sólo el 50% del trabajo. Además habrá que recuperar la libertad y entonces a lo mejor nos damos cuenta de que vencer al virus es mas fácil que doblarle el brazo al gobierno. La historia nos muestra al menos dos cosas. Primera que cuesta diez veces menos darle poderes extraordinarios a los gobiernos que quitárselos. Segundo que la dictadura más peligrosa es aquella en la que la mayoría ni siquiera se da cuenta de que ha pasado a vivir en una especie de dictadura. Por lo menos estemos alerta para que lo segundo no sea lo primero por lo que debamos empezar.
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