N.C. Pamplona Don Fernando Sebastián cumplió ayer, 14 de diciembre, 76 años. Está, por ley de vida, en la recta final de una larga y fructífera trayectoria pastoral. Eso quiere decir en el ámbito de la rumorología eclesial que el tema de quién será el próximo sucesor de San Fermín va siendo cada vez más objeto de tertulia y debate. Parece que últimamente el nombre de monseñor Ricardo Blázquez suena con menor fuerza; algunos apuntan que el elegido podría ser el actual arzobispo castrense monseñor Francisco Pérez González. Los dos han visitado Navarra en los últimos meses. En cualquier caso el nuevo arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela se encontrará un panorama muy distinto del que encontró don Fernando a su llegada al viejo reino. Por una parte la profunda y familiar raíz cristiana que encontró -y sorprendió- a monseñor Sebastián ha seguido debilitándose porque no se puede vivir sólo de las rentas. La sociedad navarra se ha descristianizado. La media de edad del clero ha subido. La media de edad de los cristianos practicantes ha subido. El número de religiosos y religiosas ha disminuido. La cantidad de misioneros navarros se ha reducido. Sin embargo, en lo que respecta a la vida eclesial, que es el ámbito de responsabilidad directa de un obispo, el listón ha quedado muy alto. Don Fernando dejará a su sucesor una Iglesia navarra más reducida pero mejor organizada, más vigorosa, más ordenada. Una guía constante y sin ambigüedades en doctrina moral y social, una pastoral de juventud renovada en la línea de las jornadas mundiales, un mayor cuidado en la liturgia, la mejora de las javieradas, el fortalecimiento del seminario, el fomento de medios de comunicación propios como el semanario La Verdad y Popular Televisión, etc. son algunos capítulos que los católicos de Navarra habrán de agradecer al celo pastoral de monseñor Sebastián.