El rifirrafe entre un diputado de Podemos y el gobernador del Banco de España por los malos resultados de la subida del salario mínimo

Entre las cosas que pasaron ayer sin duda ocupa un lugar destacado la escenita que Rafa Mayoral, diputado de Podemos, le montó al gobernador del Banco de España durante una comparecencia en el Congreso. El gobernador del Banco de España comparecía para informar de la incidencia sobre el mercado laboral de las últimas subidas del salario mínimo, siendo el resultado que se han perdido o dejado de crear 180.000 empleos, un desastre sin paliativos, el reverso que la izquierda no quiso ver de jugar al socialismo con el empleo del prójimo. Evidentemente Rafa Mayoral no iba a intervenir para decir algo así como “está bien, nos equivocamos”, en vez de eso llamó “impresentable” al gobernador del Banco de España y dijo que “habría que correrlo a gorrazos”.

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¡Impresentable!

Llegados a este punto parece bastante claro que el impresentable es el diputado de Podemos. Primero por las formas, y segundo por el fondo del asunto. Insultar e incluso amenazar a todos los que no piensan como Podemos es a lo Ione Belarra llama ser el partido del amor. Es imposible ser buena persona y estar en desacuerdo con Podemos. El que está en desacuerdo con Podemos es un sujeto tan impresentable que hay que correrlo a gorrazos. Totalitarismo en estado puro. En lo que respecta al fondo del asunto, los datos aportados por el Gobernador del Banco de España son extraordinariamente graves y no se pueden dejar caer en saco roto. Hasta 180.000 personas y hogares expulsados del mercado laboral por una ocurrencia de Podemos, obviamente de entre la población activa más vulnerable, la que vive al filo de los salarios mínimos. Parece que insultando al Gobernador del Banco de España el diputado de Podemos es el acusador en vez del acusado. También es un poco como insultar al médico por no gustarnos su diagnóstico. La verdad es la política de Podemos es la causa del diagnóstico tan catastrófico.

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El salario mínimo es en realidad una construcción conceptual bastante absurda. Si hay dos zapaterías en el mismo barrio es improbable que tenga sentido imponerles a las dos un salario mínimo, pero desde luego más sinsentido aún imponerles el mismo salario mínimo, el mismo además que el de la pescadería de al lado. El salario mínimo no puede ser la primera cifra que a un ministro se le ocurra. Hay un salario tope directamente relacionado con la productividad del trabajador. Si un trabajador vende al mes 90 zapatos de 10 euros no puede cobrar más 900 euros. Si se obliga al empresario a pagarle 1.000 euros tendrá que despedir al trabajador y cerrar la tienda o pasarse la economía sumergida. Si en la zapatería de la calle paralela la prima del empleado vende 130 zapatos la historia puede ser diferente. Tan diferente como lo que pueda pasar en el bar de la esquina. Por no mencionar que un salario mínimo de X euros sería proporcionalmente muy diferente en la CAV que es Extremadura. Algunos de los países más punteros del mundo ni tienen salario mínimo, no obstante lo cual disfrutan de los sueldos más elevados. Oferta y demanda y trabajo. Para elevar los salarios es mucho más eficaz meter en el mercado laboral a 180.000 personas más que mandarlos a la calle y convertirlos en demandantes de empleo. Apenas hace un par de días Civismo publicaba un ranking en el que se evidenciaba que España, uno de los países con más paro y sueldos más bajos de la OCDE, es también uno de los que tiene un mercado laboral menos flexible y más regulado. Por si alguien no se había dado cuenta los países no son pujantes por tener salarios altos, sino que tienen salarios altos por ser pujantes.

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Los catastróficos resultados de la subida descontrolada del salario mínimo, con la expulsión de 180.000 personas del mercado laboral, por lo demás no es sino una demostración más de que las ideas de la extrema izquierda, en general, en el mundo real no son sino una colección de ocurrencias ruinosas, desde prohibir los despidos o forzar los alquileres a fijar los precios o tratar de pagar el gasto público imprimiendo billetes, pensadas todas ellas por ideólogos de bar de facultad no para gobernar, sino para esperar refrescándose en el baño a alumnas incautas y fácilmente impresionables. Fuera de esta utilidad, si la tiene, el recetario social-comunista es una auténtica calamidad en el mundo real. Harían bien las 180.000 personas expulsadas del mercado laboral, aunque esto es un desastre que nos afecta a todos, si es al gobernador del Banco de España al que hay que reprocharle nada por exponer los datos, o al gobierno social podemita por ser catastróficos los datos expuestos.

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