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Si en la web del Instituto Nacional de Estadística buscamos cuál es el pueblo de España con mayor porcentaje de niños menores de cinco años, la respuesta es que se trata de la localidad navarra de Lanz, famosa por otra parte gracias a su carnaval.
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De sus 151 vecinos, hay 20 niños de entre 0 y 4 años, lo que representa el 13,2% de sus habitantes, el porcentaje más alto de la nación. De hecho, a escala nacional ha 2,17 millones de niños menores de 5 años, los cuales representan sólo el 4,7% de la población española. Lanz multiplica por 2,7 veces el porcentaje nacional.
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Intrigado por esta particularidad, el diario El Mundo relata en un artículo la visita de un equipo del periódico a conocer la localidad y recabar información.
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La crónica recoge que para encontrar la respuesta al elevado porcentaje de niños en Lanz hay que retroceder hasta 1995, cuando la actual alcaldesa, Isabel Baleztenea, llegó a la localidad embarazada y con la intención de instalarse. Según su relato, “Entonces no había ni un solo niño en el pueblo” y “Cuando mi hijo comenzó la escuela en el bus se montaban tres: un niño que estaba para terminar, otro en el medio y él”, recuerda.
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Sin embargo, aunque en aquel momento escaseaban los niños, en cambio había mucho movimiento en La Posada, el único bar-restaurante-local de ocio del pueblo, donde se daban cita los entre 20 y 30 adolescentes del pueblo que demográficamente pertenecían al conocido como baby boom de los años setenta. Lo peculiar es que aquellos chavales no se marcharon después a buscarse la vida en la ciudad y abandonando el pueblo, como podía resultar previsible, sino que se quedaron en Lanz, se casaron en Lanz y comenzaron a tener hijos en Lanz, aunque acaso bastantes de ellos no trabajen en Lanz. Ellos son los responsables de que Lanz haya pasado de 112 habitantes en 1991 a 151 en la actualidad: este sería el resultado de la investigación.
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¿Por qué aquellos jóvenes decidieron no abandonar el pueblo?
Según las contestaciones a esta pregunta obtenidas por El Mundo, la respuesta es siempre algo así como una variante de : “¡Es que somos muy de Lanz!”. Tal como lo describe el propio diario, “esta proclama sintentiza el porqué de tanto nacimiento y es también el eslogan de un potentísimo sentimiento de pertenencia: los vecinos, por encima de cualquier otra cosa, son militantes de Lantz”.
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Al margen de las cuestiones paisajísticas y la belleza de la localidad, el artículo señala que pese a ser una localidad tan pequeña Lanz tiene ayuntamiento propio, pero que en las elecciones municipales no aparecen las siglas de los partidos conocidos sino que siempre se presenta una única candidatura, formada por los propios vecinos, denominada Agrupación Vecinal de Lantz. Las decisiones se toman mediante asamblea y, según está escrito en la normativa municipal, todos los vecinos están obligados a destinar determinadas horas de trabajo al año al servicio de la comunidad. Si examinamos los resultados de las elecciones forales en Lanz, vemos que existe una apreciable pluralidad.
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La crónica de la visita a Lanz termina señalando que el pueblo es muy acogedor con el visitante pero, no obstante, también hermético si se pretende echar raíces allí. Prácticamente sólo mediante casamiento con un lantzarra se puede ingresar en su padrón municipal. Todas las casas pertenecen a los vecinos, y éstos ni venden ni alquilan.
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Son, según perciben los articulistas de El Mundo, una sociedad más bien cerrada pero no pregonan el aislamiento, ni para ellos ni para sus hijos. Hace tres años, ante el aumento de los nacimientos, tuvieron la posibilidad de recuperar el colegio perdido en 1992. Los padres votaron que no. Prefirieron que los niños siguieran estudiando en la vecina Larraintzar. «Una cosa es que estés contento con tu pueblo y otra es que los niños no salgan y se relacionen. Queremos que nuestros hijos socialicen».
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