A Blanco, en toda esta historia, le ha tocado el papel de jefe malo, así que es él quien advierte que el PSOE “será implacable ante cualquier ataque a los compañeros Chivite y Puras”, a lo que añade que “no vamos a consentir que se cuestione a estos compañeros y, por supuesto, tampoco que se intente alterar la decisión que tomó esta ejecutiva”. Aunque Blanco es la voz de ZP, no será nunca a ZP en persona a quien escuchemos utilizar un tono tan amenazante y tan duro, el jefe se reserva a sí mismo el amable papel de sonreír cuando las cosas vienen de cara y esconderse cuando caen chuzos de punta. Rubalcaba, sin embargo, asume el papel de jefe bueno y llama por teléfono a Lizarbe para que atienda por las buenas sus amables razonamientos, y de ese modo no tenga que tomar cartas en el asunto Pepe Blanco. Así ha sucedido en las últimas horas.
Todo esto no es por nada. Ha habido reuniones “discretas” del sector lizarbista en las que incluso se ha hablado de provocar una escisión y de crear un nuevo partido. Algún miembro de la Ejecutiva Regional, la del 104 a 1, ha anunciado que dimitirá “el día en el que Sanz sea proclamado presidente de Navarra”, es el caso de Ramón Jiménez. Sabedor de estos movimientos, se explica la dureza de Blanco, que trata de cortar de raíz la indisciplina insistiendo en que “la ejecutiva federal no va a permitir que se produzcan críticas a la dirección del PSN por asumir una decisión que obliga a todos los miembros del partido, no sólo a sus dirigentes”. Así lo recoge incluso el diario El País, que ya tilda abiertamente a Lizarbe como “cabeza de la disidencia”.