El ministro del Interior acaba de anunciar que durante la presente legislatura se va a elevar la altura de las vallas de Ceuta y Melilla un 30%. El aumento de la valla dependerá de los tramos y de las características del relieve en el que se encuentre.
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La noticia resulta un tanto sorprendente porque significa que si la política del gobierno del PP ya era racista, inhumana y xenófoba con las vallas actuales, el nuevo gobierno ha llegado para subirlas un 30%.
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Desde luego podría argumentarse que el aumento de la altura pretende servir para que se puedan quitar las famosas concertinas, de las que no obstante se puede decir un par de cosas al hilo de la noticia. En primer lugar que ninguna concertina se ha abalanzado jamás sobre ningún inmigrante ilegal, sino que en todo caso habrá sido el inmigrante ilegal el que se haya lanzado sobre la concertina. En segundo lugar que el fin de las concertinas a fin de cuentas es impedir el paso, exactamente lo mismo que una valla más alta. ¿Será inhumano si un inmigrante se cae desde más altura tratando de escalar la valla? ¿Podrá resultar tan malherido o más que con una concertina? ¿Qué nivel de fracturas marca el límite entre la xenofobia y el progresismo moderado y prudente?
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Naturalmente no podemos dejar de recordar todo lo que la prensa progresista ha dicho en España sobre Trump y todos los calificativos que le ha dedicado por la pretensión de construir el famoso muro con la frontera con México. ¿Serán igual de críticos ahora todos esos medios con el muro de Sánchez que es también el muro de Pablo?
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Finalmente tampoco puede quedar fuera de esta reflexión el asunto del coronavirus. El coronovarirus ha pulverizado de un plumazo la absurdez y peligrosidad de un mundo sin fronteras. En menos que canta un gallo hemos pasado del mundo sin fronteras al mundo no ya con fronteras, sino hasta con cuarentenas en las fronteras. Un progresista, como estamos viendo en muchos casos, es un no progresista con 20 años de retraso. Mañana a lo mejor nos montan un numerito como el del Open Arms para lavar su imagen utilizando a unas docenas de refugiados, pero en el mundo real Sánchez e Iglesias compiten ya por ver quién pone la valla más alta con Donald Trump.
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