Se trata sin embargo de un sistema que desarrolla una tecnología que va bastante más allá de la mera posibilidad de poner multas. Las cámaras, conectadas a un ordenador, al parecer escrutan los vehículos a su paso leyendo miles de matrículas. Cuando el ordenador activa un aviso, es que la cámara ha encontrado la matrícula de un “vehículo con interés policial” en la base de datos de la policía. Dotados de un sistema de infrarrojos, este tipo de sistemas pueden seguir realizando su trabajo durante la noche o en días lluviosos.
El nuevo coche de la policía, por tanto, puede hacer muchas más cosas que poner multas grabando a los automóviles mal estacionados, como comprobar las matrículas de los coches en busca de vehículos sospechosos o robados, o medir la rotación de los vehículos de un barrio. Eso sí: por poder, naturalmente, también puede poner multas.