Nadie quiere ser uno de ellos. Trabajan mucho. No tienen horarios. Su puesto no es seguro. Pagan caro sus errores. Han de pelear cada compra o cada venta. Sus relaciones son tensas. Arriesgan su propio patrimonio. Y además gozan de mala prensa y resultan sistemáticamente y vilipendiados. Son el sector privado y uno acaba en él cuando falla todo lo demás o está loco y decide hacerse empresario. Sin embargo el mundo se divide en dos: los que cobran del estado y los que pagan al estado. Todo depende por tanto de los que pagan al estado; es decir, los empresarios y los trabajadores del sector privado.
Si usted pertenece al sector privado, ya sea como trabajador o empresario, raro será que no padezca cansancio, incertidumbre, tensión alta, estrabismo intermintente y risa floja al escuchar los telediarios. Estos son los síntomas, pero las causas puede encontrarlas en el siguiente cuadro. Note sobre sus hombros el peso de las 3,1 personas que viven de su trabajo. No es un reproche a esas personas: parados, niños, amas de casa, jubilados, funcionarios… Es un reconocimiento a quienes las están soportando. La pregunta es si resulta seguro que haya tan pocos sosteniendo a tantos y tantos.
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