El indigente, la prostituta y la señora inglesa que veía demasiados españoles en Benidorm

De vez en cuando aparece una noticia que suscita una rara unanimidad e indignación a derechas e izquierdas, a unionistas y separatistas, a propios y extraños. Una de estas noticias, ocurrida este verano, ha sido la de unos turistas ingleses, a mayor abundamiento durante una despedida de soltero, que no tuvieron mejor idea que pagar 100 euros a un indigente a cambio de que se tatuara en la frente el nombre del novio. Británica también, por cierto, es la nacionalidad de una señora que, también en Benidorm, dice que resultaron arruinadas sus vacaciones porque resulta que en Benidorm hay mucho español, y que los españoles son muy groseros, no como los turistas ingleses, vecinos de esta señora durante el resto del año, que son muy selectos como vemos.

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Volviendo al suceso inicial, en cuanto la noticia saltó a los medios el hecho desató una oleada de indignación plenamente justificada. ¿Cómo puede haber gente con tan pocos escrúpulos? ¿Cómo es posible que unos indeseables se aprovechen del estado de necesidad de una persona para tratarla de esa manera y pisotear su dignidad?

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Como es lógico, a nadie se le ocurrió alegar en defensa de los turistas que el indigente era una persona mayor de edad que libremente había aceptado la transacción. Al parecer este alegato resulta irrelevante, con la dignidad de las personas no se juega y a nadie se le puede ocurrir que la decisión de la víctima fuera consecuencia de su libertad y no de su necesidad. Sin embargo, ¿por qué este mismo criterio no lo mantenemos unánimemente respecto a la prostitución?

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Es decir, si los turistas británicos hubieran buscado a una indigente y le hubieran ofrecido 100 euros por un “servicio sexual”, ¿por qué a algunas personas les hubiera escandalizado menos?

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¿Por no tener la Seguridad Social?

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¿Habrá que exigir a las prostitutas un certificado previo de que no se encuentran en situación de necesidad antes de permitirles ejercer el comercio sexual?

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A lo mejor tenemos que revisar cierta comprensibilidad hacia la prostitución basada en la idea de que nada puede ser indigno cuando se trata de un acuerdo libre entre adultos, o a lo mejor tenemos que empezar a pensar que eso de que los indigentes se conviertan en lienzos humanos de unos turistas sin escrúpulos es una idea y un avance del progreso tan bueno al menos como la prostitución.

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2 respuestas

  1. Demasiadas vueltas para objetar contra la prostitución. El símil no está mal, personalmente pienso que es peor una violación o abuso.

    En nuestra percepción lo indigno es llevarlo grabado… y hay quien paga por tatuarse y cuando se arrepiente no hay forma de quitarla

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