El departamento de Educación del Gobierno de Navarra está impulsando la implantación del ‘ajedrez educativo’ en la escuela pública de la Comunidad Foral como herramienta didáctica. Con la apuesta del departamento por el ajedrez educativo, se cumple con la declaración a favor de introducir el ajedrez en las escuelas que aprobó el Parlamento Europeo en marzo de 2012 y que, entre otras cuestiones, argumentaba que el ajedrez «fomenta la concentración, la paciencia y la persistencia».
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Por el contrario, existen 5 motivos, al menos, para pensar que se trata de una auténtica carga de demolición en los cimientos de la educación pública, susceptible de envenenar irreversiblemente desde su más temprana edad la inocente mente de los niños.
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Para empezar el ajedrez es una indisimulada exaltación de la monarquía, totalmente incompatible con los ideales republicanos que debe inspirar una educación pública de progreso.
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Es además un juego subliminalmente españolista isabelino. Como la gente se empiece a interesar por el ajedrez, descubrirá que sí, que es un juego milenario, pero que el ajedrez moderno con sus normas actuales sólo tiene 500 años y que el ajedrez moderno nació en España, que el ajedrez moderno se expandió por el mundo a través del Imperio español y que la revolución en el ajedrez actual fue la introducción de la reina, convertida en pieza con más valor relativo del tablero. No afirmaremos, como a veces se especula, que la introducción de la reina fue una idea de Isabel la Católica, pero sí que la reina se introdujo bajo el reinado de Isabel la Católica y que si no autora de la idea, su persona bien pudo ser la idea inspiradora del autor. La mera polémica en torno a esto, con España, el Imperio y la Reina Católica de por medio, resulta totalmente perturbadora para las futuras generaciones de huestes progresistas que deben salir de las aulas públicas.
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Se trata además de un juego en el que, contra todo el discurso actual políticamente correcto, hay vencedores y vencidos. Incluso en el raro caso de tablas se impone una partidita de desempate. El final de la partida no es un punto equidistante entre la victoria y la derrota basado en un acuerdo entre los jugadores. El ajedrez enseña a derribar al contrario y eliminarlo sin dialogar con él. El juego se basa en la conquista en vez de en la cultura del referéndum y la democracia.
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El juego promueve también un atroz individualismo. Enseña que el más listo, más preparado y más experimentado es el que gana, frente a una cultura del igualitarismo. Es un juego no cooperativo, como el fútbol, sino individual. Un individuo sólo con su mente, librado a sus propios recursos y sólo a ellos, frente a la mente de otro, a su vez librado a sus propios medios. No es que el juego sea como en un duelo, sino que es un duelo. Tratar de popularizar el ajedrez fue sin duda el principio del fin de la URSS.
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Por último, el ajedrez perpetúa el heteropatricarcado y el desfasado esquema binario de géneros. El rey masculino como figura que, pese a su torpeza, ostenta la más alta jerarquía y determina con su eliminación la victoria o derrota del juego. No es sólo que la reina, aunque más poderosa y trabajadora, tenga que quedar por debajo del rey, sino que la mera distinción sexista entre rey y reina, mujeres y hombres, penes y vulvas, resulta totalmente inaceptable. De poco sirve que censuremos los autobuses naranjas si luego metemos el más rancio heteropatriarcado en las aulas disfrazado de juego para los niños.
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5 respuestas
Penoso titular y artículo que evidencia el desconocimiento del autor sobre el juego del ajedrez.
A ver, ewalden. ¿No te das cuenta de que es puro cachondeo?. es una crítica a lo políticamente correcto y a esta LOCURA de ideología de género que nos quieren imponer.
¡Claro que el AJEDREZ es un juego MAGNÍFICO!
A ver, Erytronium, es una auténtica basura de artículo.
Y sí, el ajedrez es un juego magnífico.
Magnífico artículo sobre el magnífico juego del ajedrez. Lo que pasa es que, como ya he dicho en alguna ocasión, este foro es para mayores, por eso tampoco me extrañan algunos comentarios.
A mí también me parece magnífico el artículo. Todas estos defensores de la ideología de género y lo políticamente correcto escriben cosas parecidas, así que es mejor adelantarse y ridiculizarles. Aunque también es verdad que se bastan ellos solitos para hacer el ridículo.