Este fin de semana, no pocos amantes de la usura fiscal o impositiva se manifestaban eufóricos en las redes sociales, los medios de comunicación y las terrazas de los restaurantes. Se había dado un paso (en positivo para ellos) importante. Habrá algo menos de libertad fiscal en el mundo, en concepto del tipo denominado Impuesto de Sociedades.
El llamado G7, un grupo de países con determinado peso político, económico y militar (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, con la correspondiente colaboración anexa de la Unión Europea), que ha albergado una reunión presencial este fin de semana en Londres, ha consensuado un avance en la «armonización fiscal» global.
Concretamente, se establece un tipo mínimo del Impuesto de Sociedades en torno a un quince por ciento (en Hungría es del 9% este tipo impositivo). En teoría, para que las empresas multinacionales tributen lo mismo con independencia del lugar geográfico en el que tengan instalada su sede fiscal (por ejemplo, en Europa, es habitual que se repartan entre Irlanda y Luxemburgo).
Ahora bien, pienso que el trasfondo verdadero dista mucho de lo que nos quieren hacer ver (recordemos que estamos sometidos a una tremenda propaganda a favor del expolio fiscal perpetrado por quienes detentan el poder político en estos momentos (esos entes cuyo carácter es totalmente artificial, teniendo también trasfondos demoníacos).
La idea es forjar la idea del Estado Único Global
La competencia fiscal es el fruto de la diversidad de tipos fiscales que se aplican a lo largo de los variopintos territorios del orbe. Son también una evidencia de una descentralización política que afecte también a los aspectos estrictamente fiscales y burocráticos. En otras palabras, no pagar los mismos impuestos en Valladolid que en Lombardía.
Con lo cual, es fácil de entender que la consecución del Estado Único Global implica tener una ley positiva común a todo el orbe. Obviamente, esto implica no estipular tipos fiscales distintos en función del territorio en el que nos encontremos. La idea es trabajar hacia un mismo sistema fiscal, donde, pese a toda complejidad, solo haya «un conjunto de arcas estatales».
Las multinacionales son las menos damnificadas por la falta de libertad económica
Recientemente, Amazon celebraba y veía necesarias las subidas fiscales que tiene sobre la mesa la Administración Biden-Harris en los Estados Unidos. Ahora bien, alguien puede no creerse esto por cuanto y en tanto que es cierto que si pueden, intentan tributar donde se cobren menos impuestos (la fiscalidad de Irlanda es más liviana que la francesa y la española).
Pero como sabemos, la incoherencia es bastante común y «nadie es tonto». Y es que, en realidad, estas entidades tienen mayor capacidad para sobrevivir ante una subida fiscal o una sobrerregulación. De hecho, lo celebran, ya que así pueden ver aniquilada, a efectos prácticos, la competencia de los autónomos y de otras PYMES que también tratarían de crecer bajo recompensa del mercado.
El G7 no deja de ser un grupo de Estados
Máxime cuando no se deja de tener suficiente fe en ciertas abstracciones artificiales, es habitual dar más relevancia o «prestigio autorizado» a entes supranacionales, ya sean supraestados o agrupaciones de este estilo (igual que por otro lado hay quienes creen que todo lo que se vota por mayoría no solo puede ser legal, sino legítimo).
Pero no hay que olvidar que, por ejemplo, en este caso, hablamos de una mera Es (ya saben que el Estado es progresivamente problemático, equiparable a un tumor maligno).
Así pues, ya finalizando, basta con reafirmarse, a modo de denuncia y reprobación, en que hablamos de un nuevo ataque a la libertad económica y a la propiedad, dentro del proceso revolucionario. Y si bien no hay que oponerse a la existencia de las multinacionales en base a la premisa de la libre empresa, reconozcamos que el socialismo mata más a las PYMES y que existe el llamado capitalismo de amiguetes.