Nuestro comunicante, que aclara que no tiene nada contra los frontones, reflexiona en el sentido de que “Ignoro de dónde ha salido el dinero, pero si los ciudadanos navarros tuviésemos la misma asignación para nuestras actividades preferidas, estaríamos a la cabeza mundial en muchas de ellas”. Efectivamente, puede que al niño en vez de la pelota le guste la natación. Con 25.806 euros, su padre podía haberle comprado su propia piscina. En caso de no mostrar aptitudes para la natación, alternativamente podría haberle pagado la carrera de derecho en una universidad privada.
En cuanto al origen del dinero, siempre es del bolsillo del contribuyente. O porque directamente ha salido de allí, o porque tendrá que salir para pagar otras cosas que no se pagan con el dinero destinado al frontón.
Por último, nuestro amable lector se plantea una pregunta desoladora. Después de realizar esa inversión estratosférica, ¿estamos al menos seguros de que podemos ir al frontón y encontrarlo abierto? La experiencia en frontones de nuestro comunicante deja la puerta abierta al suspense.
La pregunta final es si se pueden pagar las pensiones, o las prestaciones sociales de 3 millones de parados (que pueden ser 5 en el futuro) y al mismo tiempo frontones de 1 millón de euros en localidades de poco más de 100 habitantes. Nos preguntamos si éste es un modelo sostenible, o si habrá que refundar el socialismo para salir de la crisis.