El fracaso inminente de la derecha liberal

Hace poco, los periodistas de farándula política Luis Eduardo Vivanco y Andersson Boscán, que son las caras visibles del medio La Posta (y que curiosamente con la llegada al poder de Guillermo Lasso también tienen un programa en una televisora pública) cometieron el error de relaciones públicas más grande que se les habría podido ocurrir: en su programa, a imitación de los periodistas de farándula política argentinos, lanzaron dardos y profirieron ofensas contra Leónidas Iza, actual líder del movimiento indigenista ecuatoriano.

Iza es infamemente recordado como uno de los líderes de la revuelta de octubre de 2019, siendo uno de cabecillas tanto en la manifestación como en la negociación con el gobierno para desocupar la capital, y recientemente fue elegido presidente de la CONAIE, el cuerpo intermedio que reúne a los principales representantes de las etnias, nacionalidades movimientos indígenas en Ecuador.

Vivanco y Boscán, por otra parte, tienen una trayectoria interesante en el mundo de la prensa, y su labor ciertamente ha ido ganando reconocimiento en los últimos años, manifestándose sobre todo en el apoyo y la influencia generada en redes sociales a favor de Guillermo Lasso (uno de sus sponsors, mediante Banco Guayaquil) en su campaña presidencial.

Vivanco proviene de la misma familia que hasta ahora es dueña de Diario La Hora, un medio importante de circulación nacional, y Boscán, siendo migrante venezolano, ha logrado consolidarse como un periodista de investigación en el Ecuador.

El desacierto de los rostros de La Posta en su programa de televisión no tardó en escandalizar a la élite progresista ecuatoriana, que los acusó desde Twitter de racistas, fascistas, clasistas, y tantos otros calificativos.

La derecha liberal, reactiva como siempre, trató de defender a sus heraldos en sus acciones impertinentes, denunciando que Iza, además de indigenista, es mariateguista y promueve una revolución violenta para la toma del poder político por la fuerza y así imponer el comunismo indoamericano que menciona en sus memorias del paro de octubre de 2019.

Al poco tiempo de estallado el escándalo, Vivanco y Boscán, igualmente mediante Twitter, pidieron disculpas públicas por sus actos, pero igual incitaron a que Iza lo haga por los destrozos causados por el movimiento indígena en sus manifestaciones 2 años atrás.

Los medios locales no han parado de hablar del tema, y ciertamente ya se notan formarse bandos a favor y en contra de las acciones que lo provocaron. No se trata de un tema de relevancia nacional en realidad, pero como a las élites les agrada esa división se lo sigue promoviendo.

Aquellos que se adhieren a un centro o una derecha liberal defienden a los periodistas de La Posta, alegando los principios de libertad de expresión y de libertad de prensa como garantías y justificaciones de sus ofensas contra el peligroso Leónidas Iza.

Aquellos que, por el contrario, se adscriben a una postura de izquierda indefinida, aunque sobre todo progresista, atacan a Vivanco y Boscán, esgrimiendo argumentos casi calcados a los de la teoría racial crítica que es enseñada en EE. UU.

Incluso el propio Guillermo Lasso, presidente de la República del Ecuador, mediante un tuit, como no, se manifestó en esta cuestión y condenó las acciones de los periodistas, aunque defendiendo las libertades antes mencionadas.

Tal vez fue una suerte de llamado de atención desde el líder simbólico de esta derecha liberal a sus sacerdotes mediáticos para que no deslegitimen a su gobierno con sus actos.

Asimismo, es conocido que la relación entre Lasso y el movimiento indígena ecuatoriano está en distensión, pero no en acercamiento, y que la elección de Iza como su líder pone a ambos en una oposición ideológica directa, con el liberal caucásico en el poder y el comunista indígena agitando el avispero para eventualmente deponerlo.

Realmente no debería ser casual que estos eventos ocurran, así como tampoco debería ser casual que casi inmediatamente después de la victoria de Lasso, el ex-presidente que dolarizó al Ecuador y realizó un controversial salvataje bancario, Jamil Mahuad, haya publicado sus memorias y su figura ahora sea rehabilitada por el régimen.

Lasso, casualmente, además de haber sido banquero, fue funcionario de alto rango por cortos periodos en su gobierno. Igualmente, no es casual que existan vínculos fuertes entre el ala de izquierda radical del movimiento indígena ecuatoriano y el ex-presidente Rafael Correa, que los ha usado para promover su agenda de manera paralela a la de los rezagos de su propio movimiento político.

Todo esto se da en un marco en el que el pueblo no tiene ninguna participación, y que por el contrario, es usado como moneda de cambio entre las dos caras de una misma oligarquía, que puede ser bancaria, empresarial y liberal, o académica, socialista y progresista.

La izquierda, como siempre, actúa y da elementos para que la derecha liberal comente, y la derecha liberal a penas logra reaccionar torpemente, y de mala manera frente a estos hechos, escasamente razonándolos y analizándolos de forma estratégica.

Los imitadores de esta derecha liberal, que mal se hacen llamar conservadores, se juntan y son formados por sus mismos exponentes, que lo único que conservan es la preeminencia de la banca local y de las cámaras empresariales, que funcionan como verdaderos carteles, al igual que los sindicatos, a la hora de corromper voluntades legislativas.

Tal vez por eso es que desde un principio aquellos que nos consideramos realistas políticos tuvimos escasa fe en la eficiencia de un gobierno liberal en el poder: eventualmente, puede promover reformas importantes en materia económica, si logra superar los entramados legales del régimen previo, profundamente intervencionista.

Pero realmente eso no es nada, y la economía no representa totalmente los problemas a los que un país como el Ecuador estaría cerca de llegar. La derecha liberal, acostumbrada a ser oposición, ha pecado de conservadora en buscan preservar enemigos contra quienes enfrentarse, y sus líderes han pecado de oportunistas, buscando preservar sus capitales financieros antes que el bien común para sus pueblos.

Por eso mismo es que el liberalismo criollo ha mutado en un fenómeno reactivo, que no promueve nada, aparte de unos abstractos mercados más libres, sino que reacciona para conservar una institucionalidad decadente en la que no saben operar y en la que dependen de un correísmo enquistado que es corruptamente funcional al sistema.

La izquierda, en cambio, acostumbrada en su paranoia a la persecución y a la acción directa, tanto en las calles como en el Estado, tiene una organización mucho más eficiente y poco o nada se preocupa de la presión mediática o de si esta les es favorable o no. Al fin y al cabo, toda publicidad es buena publicidad.

Si algo he aprendido tanto de los paleoconservadores estadounidenses como de los populistas de derecha europeos, es que ninguna derecha política seria va a ser reactiva. Si los paleocones han adoptado una postura ha sido la de prevención, casi profetizando con antelación los problemas, culturales, sobre todo, que se iban avecinando y buscando contenerlos antes de que se rieguen y afecten a toda la sociedad. No hay que pensar más que en las campañas presidenciales de Barry Goldwater o de Pat Buchanan para darse cuenta de ello.

Los populistas de derecha europeos, por otra parte, han entendido que no se trata de reaccionar contra la imposición progresista que fácilmente se infiltra en el liberalismo, sino que se debe actuar en función de intereses nacionales y civilizatorios, y que esa acción va a ser la que presione a las élites liberales, que ahora adoptan la postura reactiva.

Viktor Orbán no es un mero prefecto de la Unión Europea en Hungría, sino que es un estadista conservador genuino, que con políticas nacionales pro-familia, pro-fe y pro-Occidente ha puesto contra las cuerdas a todos los eurócratas, que en un intento deseperado de reacción, buscan «ponerlo de rodillas», como diría el primer ministro neerlandés Mark Rutte, respecto a la oposición del líder magiar a aceptar ideología de género y aborto en su nación.

La experiencia de ver enfrentarse a los sacerdotes-mercenarios de un establishment liberal contra la oposición indocomunista admitida, así como la relativa aceptación de posturas liberales, pero no conservadoras, en una academia que educa y lanza a sus tropas de asalto y activismo progresista en las calles y las elecciones, demuestra que no se trata de una cuestión de izquierdas y derechas.

Si la derecha no es más que un grupo de oligarcas financieros y políticamente reactivos, es obvio que no podrán soportar por 4 años de gobierno el avance de una izquierda dinámica y con legitimación académica entre jóvenes progresistas.

Aquí la opción para nosotros, conservadores, tal vez sea la de adoptar una tercera vía, un centro tradicional y populista, más cercano a los ideales del comunitarismo y de la democracia cristiana como la promovía Otto de Habsburgo, con valores claros, pero con afinidad popular y con flexibilidad política en temas operativos de forma que podamos acceder al poder y hacer buen uso de él antes que caer en los escándalos mediáticos que tanto le gustan a la derecha liberal y que son muy bien aprovechados por la izquierda dispersa.

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