48El discurso oficial hace tan sólo unas pocas semanas era que en España no había que preocuparse por lo que sucedía en los demás países con el coronavirus porque aquí teníamos la mejor sanidad publica del mundo. Ahora que superamos los 500 muertos diarios, esos mismos nos dicen que estamos peor que los demás países porque tenemos la peor sanidad pública del mundo, pero que naturalmente eso es culpa de los recortes del PP.
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Resulta extraño cómo de bien le suele funcionar a la zquierda (la del ébola, la del 11M, la del Prestige) esta divergencia entre la realidad y el relato de la realidad que observamos tan a menudo. O sea, los recortes en los servicios públicos los hizo el PP porque sí, no porque la izquierda dejó el estado quebrado y el PP tuvo que reconstruirlo como mejor pudo o supo.
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Vemos también que entre los países que están encarando mejor que nosotros la crisis del coronavirus, y mejor significa sobre todo con menos muertos, tenemos países con sanidad pública o con sanidad privada (como Corea del Sur), y con una sanidad pública tanto mejor como peor que la nuestra. Es decir, que lo que tenemos peor que el resto del mundo no es la sanidad, es el gobierno. Tenemos una buena sanidad privada y una buena sanidad publica. Tenemos un desbordamiento lógico dadas las circunstancias. Pero tenemos un muy mal gobierno.
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Entre la legión de disciplinados activistas del comunismo que pululan por Twitter cual pandemia, es común estos días pretender que la crisis ha demostrado la superioridad de lo público sobre lo privado y del comunismo sobre el libre mercado. Esto lo hacen desde su confinamiento doméstico, con su ordenador capitalista, su fibra óptica capitalista, gracias a la luz que suministra una empresa privada, mientras se toman una cerveza de otra empresa privada, comprada en un híper del libre mercado, vestidos de Zara.
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Todo esto por no mencionar que en los hospitales públicos hay un personal excelente que cobra del Presupuesto, pero que maneja un equipo totalmente privado. Desde los respiradores, las batas, los guantes, las mascarillas, las camas, las medicinas, las máquinas de diagnóstico, los ordenadores… todo lo que se usa en un hospital público lo proporciona el sector privado. El odiado sector privado.
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Conviene también aclarar que el sector público se paga gracias al sector privado. El ciberactivismo de salón se cree que cuanto menos fuerza tuviera el sector privado, más fuerte sería el sector público. No entienden que no es el estado el que nos sostiene a nosotros, sino que somos nosotros los que sostenemos al estado. El estado no se paga con dinero público. El dinero público no existe. El dinero público es dinero privado que el estado se ha incautado para pagar sus gastos. Suecia o Finlandia tienen un estado fuerte porque tienen un sector privado mucho más fuerte aún para poder financiar ese estado. Con un sector privado lamentable, habrá un estado lamentable y una sanidad pública lamentable. No todos los amigos del mercado son defensores de lo público, pero un defensor de lo público que quiera cargarse el mercado no tiene sentido.
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Visto todo lo anterior, el punto débil del estado es siempre su burocracia central. La respuesta sanitaria de España a la crisis está siendo tardía e ineficiente, pero no porque sean ineficientes los médicos del sector público, sino porque son torpes los gobernantes. Los dirigentes de la burocracia central están yendo siempre a remolque de los acontecimientos y no han tenido preparado nada, no han comprado nada, no han almacenado nada: les ha pillado la crisis a los médicos y a los policías sin mascarilla. Empeñados en no hacer nada antes del 8M para no tener que suspenderlo, ellos mismos y sus mujeres están contagiados y se dedican a violar constantemente su cuarentena.
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Cuando un estado afronta una grave crisis el poder se manifiesta en su máxima expresión. Los romanos se otorgaron a sí mismos la capacidad de nombrar un dictador cuando la república se encontraba en estado de alarma, bajo la amenaza excepcional de un enemigo interior o exterior. La figura del dictador, normalmente el jefe militar más capacitado, no tenía como fin acabar con el sistema republicano, sino defenderlo en una situación excepcional con poderes excepcionales. A los seis meses (o antes si cesaba la amenaza sobre Roma) el dictador perdía sus poderes o era sustituido por otra persona. En estos días estamos viendo a un Pedro Sánchez en cuyo interior resulta más difícil leer que en el de Pablo Iglesias. Podemos quiere el poder absoluto, aprovechar la situación de excepcionalidad para hacerse con el control absoluto del estado. Toda la campaña mediática en las redes sociales a favor del estado absoluto y la destrucción del libre mercado es como si tuviera como fin justificar un movimiento en ese sentido. Tampoco puede olvidarse, sin embargo, que Julio César fue apuñalado tras nombrarse a sí mismo como dictador perpetuo. Pero aunque Pablo Iglesias está lejos de la brillantez y el genio de Julio César, para ser un enemigo de la libertad tampoco hace falta ser un gran hombre.
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2 respuestas
¿¿¿Cómo de bien??? Esto no es español. Encuentren la expresión correcta.
Pero… ¿Qué es el Estado?: “el Estado es esa gran ficción, por la cual, todos creen poder vivir a costa de todos los demás”. (Frédéric Bastiat).
Y por si fuera poco:
“La burocracia estatal se da a luz a sí misma y, además, pide la baja por maternidad”. (Thomas Sowell)
Ahora que venga el coletas a desmentirlo.