El especulador, sospechoso habitual de todas las subidas de precios.
La reciente escalada del precio del petróleo y sus derivados necesita un culpable. Diarios en apariencia tan dispares como el Diario de Noticias o el Diario de Navarra, y naturalmente las agencias que suministran la información a estos periódicos, coincidían no obstante en señalar a la especulación como principal responsable de la burbuja del precio del crudo. Diario de Noticias, por ejemplo, no dudaba en titular hace apenas un mes: “La especulación en el mercado del petróleo dispara el precio del barril hasta los 131,5 dólares”. Diario de Navarra, el jueves pasado, titulaba: “La gasolina marca un récord histórico por encima de los 1,25 euros”, y cerraba la información con la respuesta de Antonio Brufau (presidente de Repsol) a una pregunta acerca la influencia de la especulación en el precio del petróleo.
El especulador, no tiene su casa llena de barriles de petróleo.
No se trata de resolver aquí y ahora la posible influencia de la especulación en el precio de las cosas. Sin embargo, respecto a asuntos como el precio de la vivienda, el precio de los alimentos o el precio de la gasolina, asistimos en los últimos tiempos a la dilución de cualquier responsabilidad concreta a favor de una responsabilidad difusa, oscura e indeterminable que es la del especulador. Sin embargo es preciso hacer una aclaración. Todo el mundo asume, al culpar a la especulación del precio de las cosas, que los especuladores ganan cuando suben los precios. Pues bien, esto no es cierto en absoluto.
Los especuladores no son personas que, por ejemplo, se dediquen a comprar físicamente barriles de petróleo. Los especuladores son personas que utilizan instrumentos financieros muy sofisticados y que siempre actúan apalancados. Esto es, negocian con opciones de compra y venta, pero no almacenan barriles de petróleo en sus despachos, y sus beneficios o pérdidas multiplican por mucho los cambios porcentuales en el precio del producto subyacente sobre el que especulan.
El especulador, gana lo mismo subiendo que bajando el petróleo.
Uno de los instrumentos del especulador es por ejemplo la opción de compra o la opción de venta. Si el barril de crudo se encuentra a 100 dólares, y el especulador considera que el precio del barril subirá a 120 el mes que viene, comprometerá su dinero en una opción de compra que le permita contratar ahora por 100 dólares la compra de un barril de crudo el mes que viene. Si pasado el mes el crudo se encuentra a 120 dólares, el especulador podrá comprar por 100 y vender por 120. Ahora bien, si el especulador se equivoca y el barril baja a 90, se verá obligado a asumir las pérdidas de tener que comprar por 100 algo que cuesta 90. Teniendo en cuenta que, para que alguien contrate la compra futura, alguien tiene que contratar paralelamente la venta, cabe pensar que el resultado de la especulación es un juego de suma cero.
Si un especulador pudiera mover el precio del subyacente a voluntad (fuera petróleo o cualquier otro activo de cualquier otro tipo), por un lado nadie en sus cabales ofrecería contrapartida a su oferta, pero por otro lado lo mismo le daría subir que bajar el precio para ganar dinero. Una opción de venta, siguiendo el ejemplo anterior, permitiría al especulador contratar la venta de un barril a 100 euros si prevé que el mes que viene el petróleo bajará a 80 dólares. De este modo, se aseguraría la venta a 100 dólares de un producto que compraría por 80 dentro de un mes. Al especulador, para ganar dinero, le da igual si sube o baja el precio de las cosas. Lo único que le importa es acertar el pronóstico. Sin embargo, nadie dirá nunca si nos bajan el precio de algo que es gracias a los especuladores.
El razonamiento anterior no pretende concretar si en el caso del alza del precio del petróleo ésta es culpa de la especulación o no, ni si la especulación es buena o mala, pero sí aclarar algunos conceptos sobre la especulación. Especulación y subida de precios o subida de precios y beneficio para los especuladores no son términos sinónimos. Culpar etereamente a la especulación, sin embargo, sí puede ser una forma sencilla de evitar debates más complejos sobre cuestiones como la política económica, la competencia y la liberalización de los mercados, los tipos de interés, los tipos de cambio u otros asuntos espinosos.