Toda la crisis suscitada en Ucrania está poniendo en cuestión algunos de los esquemas más intocables de la política hasta hace poco más de una semana. Uno de los esquemas que ha saltado por los aires, por ejemplo, es el del modelo energético. Vuelve el debate sobre la energía nuclear porque al coste de la electricidad y a la seguridad del abastecimiento se suma el problema de la dependencia europea del gas de Rusia.
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Otra cuestión que se ha visto revisada de pronto es la de los gastos de defensa de los países europeos, particularmente tras el anuncio del nuevo canciller de Alemania, Olaf Scholz, de subir al 2% del PIB el gasto en Defensa y crear un fondo especial de 100.000 millones para modernizar el ejército alemán. Se da además la circunstancia de que Scholz es socialista, lo que hace todavía más significativo si cabe este giro político de Alemania.
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Scholz anuncia que Alemania aumentará su gasto militar a "más del 2%" de su PIB por año https://t.co/BLpLDdiJtK
— EL MUNDO (@elmundoes) February 28, 2022
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Además de estas medidas de puertas para adentro, Alemania y otros países han decidido enviar urgentemente armas de todo tipo para que los ucranianos puedan defenderse de la invasión rusa, lo que en realidad debería reabrir el debate sobre el servicio militar obligatorio.
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Es decir, la comunidad internacional puede ayudar a Ucrania enviando lanzamisiles anticarro y antiaéreos, o drones, pero de poco servirán si cuando lleguen a Ucrania no hay nadie que sepa usarlos. O sea, de nada sirven 1.000 lanzamisiles Stinger si sólo hay o sólo quedan 50 soldados ucranianos capaces de operarlos. O tener un almacén lleno de drones de combate para los que no existe un personal suficiente capaz de operarlos. El aprendizaje de todas estas armas requiere una formación específica y además un entrenamiento posterior (y por tanto tiempo) para que alguien pueda ser realmente eficaz en su uso.
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La respuesta evidente a este problema es contar con una población que haya recibido una mínima instrucción militar, y que exista un número de reservistas entrenados para ser capaces de operar con unas mínimas garantías de éxito el armamento que en un momento dado se tenga, se reciba o haya que comprar a toda velocidad. Esto no supondría necesariamente la reimplantación de una mili de 9 ó 12 meses a la vieja usanza, pero tal vez sería una idea a considerar el tener que dedicar a la instrucción militar una serie de semanas al año durante varios años, por ejemplo. Algo que resultara menos traumático para los estudios o las ocupaciones laborales de los jóvenes españoles, pero que garantizara una amplia capa poblacional con una mínima formación militar y un número suficiente de reservistas con una formación específica para poder operar determinados sistemas. Todo esto podría tener su correspondiente sistema de estímulos para hacerlo atractivo. Por ejemplo, si alguien aprende en el servicio militar a pilotar un dron eso puede tener un desarrollo y una utilidad en la vida civil. Tampoco se trataría de nada inédito o inusual en otros países como los nórdicos, o la propia Suiza. Por otro lado, hubo un tiempo en que dejar la defensa en manos del pueblo se consideró más progresista y menos peligroso que tener un ejército profesional a sueldo del gobierno. También seguramente el modelo de reemplazo es menos eficaz, pero a lo mejor tendría sentido pensar en algún tipo de sistema mixto, o híbrido, como ahora es tendencia decirlo. Puede que no sea una buena idea, pero estamos en un momento en que a lo mejor tenemos que repensar si cosas desechadas hasta ayer no vuelven a tener sentido y otras dadas por supuestas hasta hoy no están dejando de tenerlo. Por supuesto el servicio militar es sólo un ejemplo.
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