El diálogo es una mentira, a veces. Una mesa de diálogo puede no tener como objeto para los participantes el llegar a un acuerdo, sino sólo el parecer dialogantes. El diálogo además no es que siempre cedan unos mientras que otros (los nacionalistas) siempre se beneficien. Pedro Sánchez decía este fin de semana en la CAV que el diálogo prevalecerá sobre los extremistas. Sólo que los extremistas no están fuera de la mesa, sino que son los protagonistas de la mesa. Casi al mismo tiempo, Puigdemont pedía en Perpignan a sus partidarios junto a Torra (recién llegado de la mesa de los dialogantes) que se prepararan para la “lucha definitiva”. Nada más tomar el micrófono en Perpignan, sin embargo, lo primero que había dicho Puigdemont era lo contento que se encontraba de estar otra vez en Cataluña. Porque para los nacionalistas los Países Catalanes llegan hasta Perpignan, por si no se entera algún euromendrugo.
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Pedro Sánchez reprochaba en su discurso a la derecha el estar en el 155 semanal, frente a la abdicación diaria que practica el PSOE o al golpismo constante de sus socios. Lo cierto es que con aplicar bien el 155 una vez bastaría. Hubiera bastado en 2017 si el 155 no hubiera consistido en no aplicar el 155 más que para convocar elecciones en vez de para desmantelar la estructura golpista. Alternativamente los separatistas siguen controlando el gobierno catalán, el presupuesto, los Mossos, los medios, los colegios… y encima tienen intervenido el gobierno de España. Son los separatistas los que tienen sometido a Pedro Sánchez a un 155 inverso de forma permanente. En este 155 inverso en el que vivimos y al que el PSOE llama «diálogo» observamos atónitos noticias como que la Generalidad, sin que el Gobierno de España mueva una pestaña, autoriza tres semanas más de cortes diarios en la Meridiana de Barcelona, donde menudean las agresiones impunes de los CDR a los ciudadanos barceloneses no separatistas y hastiados. ¿Con que legitimidad ordena entonces el gobierno cargar contra los agricultores que cortan una carretera en cualquier otro punto de España?
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En esta España del diálogo mentiroso de Pedro Sánchez y del 155 inverso vemos también como a las persona honradas que cumplen con su deber se les castiga al dictado de los golpistas, mientras las parejas y amiguetes de los prebostes del nuevo régimen ocupan los puestos de confianza. Aplaudes la farsa o eres un enemigo del diálogo. Hay algo muy perverso en que el propio gobierno de España castigue a los funcionarios que han defendido España frente a una intentona golpista. El presidente de ese gobierno es la imagen opuesta a la dignidad que encargan los funcionarios represaliados por su propio gobierno.
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Los golpistas son ahora dialogantes no porque hayan renunciado a ninguno de sus objetivos, como se demostró este mismo fin de semana en Perpignan, sino porque han hecho presidente a Pedro Sánchez. Todo lo malo que se podía decir en su día de la “mesa de diálogo” entre el PSOE de Zapatero y la ETA se puede reproducir ahora respecto a la mesa de diálogo de Pedro Sánchez y los golpistas. Para empezar ese diálogo es todo lo contrario del diálogo y la democracia. O sea, cuando premias al que pone bombas o al que declara unilateralmente repúblicas e incendia las calles de Barcelona no estás promoviendo el diálogo ni un cambio de conducta, sino que siga poniendo bombas, declarando repúblicas o incendiando ciudades para conseguir cosas en una mesa de diálogo, que es en realidad una mesa de claudicación. En esa mesa de la mentira nos dicen además que España dialoga con Cataluña cuando no dialogan ni España ni Cataluña. En la mesa de «diálogo» falta la oposición. Sin oposición el diálogo no es diálogo, es tiranía, al más puro estilo orwelliano. Nada bueno puede esperar la ciudadanía española de un parlamento paralelo sin oposición en el que a unos sólo les importa la independencia y a otros sólo la silla presidencial.
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