El precio de la energía no se está disparando por culpa de Putin, como pretende el gobierno. El precio de la energía se está disparando porque hemos apostado por un modelo energético, basado en una agenda de progreso, que por un lado ya nos venía encareciendo extraordinariamente la energía antes de Putin, y que por otra parte nos hacía absolutamente dependientes del exterior por lo que no estábamos preparados para ningún tipo de coyuntura excepcional. No sabíamos si esa coyuntura iba a ser Putin concretamente, pero sabemos que de vez en cuando ocurren cosas extraordinarias y que, si ocurría algo extraordinario, nuestra dependencia y nuestra vulnerabilidad eran totales. A pesar de ello elegimos en nombre de la Agenda 2030 y la transición energética encarecer la energía y hacernos vulnerables. Eso significa que quienes hicieron esa apuesta son responsables y que aparcar la Agenda 2030 y sobrevivir a esta crisis es exactamente lo mismo. O Agenda 2030 o supervivencia.
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Los precios de la energía ya estaban subiendo de forma descontrolada antes de la guerra de Ucrania lo cual es un hecho que basta con contrastar en la hemeroteca, si es que alguien realmente tiene tan poca memoria a corto plazo y tan selectiva. El motivo de esta subida de precio era que, habiendo apostado por la energía eólica y solar, en los momentos en que hay poco viento o poca luz nuestra dependencia del gas natural es enorme. Además, como usar gas natural para producir electricidad provoca la emisión de gases invernadero, nos convertimos en víctimas de las enormes penalizaciones que nos hemos autoimpuesto por emitir esos gases. Por supuesto esas penalizaciones es dinero que eleva el precio de la luz y que se lleva el gobierno. De todo lo que nos cuesta la luz, incluso hoy, la parte pequeña es por culpa de Putin y la parte grande sigue siendo por culpa del gobierno y de los impuestos.
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La guerra por tanto es cronológicamente posterior a la subida de la factura de la luz, con la que llevamos lidiando todo el año, conforme salíamos de la pandemia y recuperábamos la demanda de energía habitual. Lo que sí ha sucedido es que a ese encarecimiento se suma ahora un riesgo en el suministro por la guerra y la dependencia europea del gas ruso. Es decir, por un lado se nos encarece la luz porque tenemos que recurrir exageradamente al gas cuando fallan la eólica y la solar, y por otro resulta que cuando hemos generado esta dependencia del gas resulta que entramos en conflicto con el país a través del cual llega el gas.
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Sin embargo todo esto era previsible. Desde luego era previsible que el gas encarecería la factura. Es más, es que se trata de un encarecimiento provocado. Por un lado la Agenda 2030 nos aboca a consumir gas, porque tras renunciar a la energía nuclear es lo que hay cuando no hay viento ni sol, y por otro se imponen unas penalizaciones salvajes por las emisiones de CO2 que se producen al recurrir al gas. Que Putin iba a volverse loco no era previsible (o sí), pero sí era previsible nuestra dependencia exterior. Cada vez que hemos reflexionado sobre la energía nuclear, y eso también está en la hemeroteca, citábamos como un elemento estratégico esencial de la apuesta nuclear la capacidad de autoabastecernos y reducir la dependencia exterior. No podíamos saber que Putin iba a invadir Ucrania, pero sí que éramos dependientes, que de vez en cuando pasan cosas que perturban el escenario geoestratégico y que ante cualquier crisis energética éramos vulnerables. Que la cosa que iba a pasar era Ucrania era imprevisible, que ante cualquier cosa que pasara el modelo energético progresista de la Agenda 2030 nos dejaba vendidos era en cambio absolutamente previsible. Y lo previmos.
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Interesa tener claro el camino que nos ha traído hasta aquí porque para salir de aquí simplemente tenemos que desandar el camino. O por lo menos cambiar totalmente los esquemas mentales y las políticas que nos han traído hasta este punto. Si en el futuro vamos a estar ante una crisis climática podemos discutirlo, que en el presente estamos ante una crisis energética no es discutible. Moriremos de hambre, o de frío, antes que de calor. Los efectos de la lucha contra el cambio climático son peores que el cambio climático. Irónicamente la energía nuclear no emite gases invernadero y garantiza el abastecimiento energético. No sólo el abastecimiento, sino el autoabastecimiento. En realidad la guerra de Ucrania, a la vez que una crisis, es una oportunidad para cambiar un modelo energético que ya era insostenible antes de la guerra y que la guerra sólo ha exacerbado y puesto de manifiesto su vulnerabilidad. En otro contexto menos urgente quizá hubiera faltado el valor para tomar las decisiones que ahora sí o sí hay que tomar.
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Un comentario
¡Qué cras ni qué monsergas! QUIEBRA, se dice QUIEBRA.