Entre todas las noticias que se van sucediendo resulta difícil encontrar algo que sea positivo, pero hay dos informaciones que pueden significar un poco de luz en la oscuridad. Luz objetiva, no ruido de cacerolas para animar.
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Una de esas noticias es que para luchar contra el coronavirus se va a echar mano de una técnica de hace 100 años, usada en las epidemias del siglo pasado, pero que podría funcionar en el presente contra la amenaza actual. La técnica es tan sencilla y primitiva como hacer a los enfermos una transfusión de plasma con anticuerpos de personas recuperadas. El Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid trabaja en un primer ensayo con varios hospitales madrileños y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE UU ha autorizado el uso de estas transfusiones experimentales en pacientes graves. Puede que no funcione, pero si lo hace puede que la solución sea más sencilla y más rápida de lo que hasta ahora pensábamos.
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La segunda buena noticia llega desde Italia. Ya en el comienzo de la crisis se vio que Italia era el espejo de España. Lo que estaba sucediendo en Italia era lo que sucedía unos cuantos días después en España. La mala noticia era que hasta ahora todo lo que se veía mirando hacia Italia eran nubarrones negros. Sin embargo, en los últimos días podría pensarse (con todas las reservas) que las medidas de confinamiento de la población están empezando por fin a dar allí algún resultado apreciable sobre la famosa curva de progreso de los contagios. Son ya varios días en los que el crecimiento del número de contagiados se sostiene. No desciende abruptamente, pero no aumenta la velocidad de la progresión. Este es el famoso aplanamiento de la curva que se nos decía que hacía falta para evitar, si no que la enfermedad siga avanzando, al menos que no lo haga a tal velocidad que colapse el sistema sanitario. Si lo que se veía en Italia era lo que teníamos por delante para lo malo, ahora quizá podemos pensar que también lo vemos para lo bueno.
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