La polémica de ayer fue la de un vídeo en el que una persona aparece disparando una escopeta en una galería de tiro contra las fotos de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y otros políticos. Interior ya ha confirmado que la policía investiga estos hechos para identificar a los protagonistas del vídeo. Sin embargo, parece bastante obvio que este vídeo no hubiera sido noticia si todo se redujera a la actuación de los protagonistas del vídeo. Parece bastante evidente que el impacto mediático y social del vídeo implica la idea de que los protagonistas del vídeo representan a muchas más personas que a los protagonistas, o que quienes critican al gobierno quedan tocados por la sombra de la sospecha de ser unos asesinos.
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Para empezar, por evidente que sea, habría que señalar que una cosa es disparar a la foto de Pedro Sánchez y otra muy distinta disparar realmente a Pedro Sánchez. La Justicia determinará cuál es exactamente el tipo penal que -si procede- cabe aplicar a los autores del vídeo, pero lo que al margen de un posible delito sí han hecho estúpidamente los autores del vídeo es darles munición a los terminales mediáticos del gobierno para victimizar al gobierno y criminalizar a sus críticos.
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Irónicamene, buena parte de los indignados por el vídeo de ayer no se indignaban en la misma medida cuando veían quemar fotos del jefe del estado. O cuando de lo que se trataba era de quemar muñecos vestidos de guardias civiles. Una vez más la doble vara de medir en acción.
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De hecho, las redes sociales poco a poco fueron recordando algunos sucesos llamativos como, por ejemplo, la fiesta popular en la que Podemos de Móstoles organizó una prueba de tiro para niños contra políticos del PP.
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O el día en el que las Juventudes Socialistas de la Vega Baja se hicieron una foto ante una guillotina con la cabeza cortada de Rajoy.
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La TV3 llegó a emitir un programa en que se disparaba a unas fotos del jefe del estado y otros personajes, aunque no fuera con un arma real.
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En Pamplona tampoco se puede olvidar a la izquierda abertzale organizando el lanzamiento de zapatos contra diversos políticos. A decir verdad, el PSOE y Podemos tienen socios que llaman “presos políticos” a los que pegan tiros en la nuca a políticos de verdad en la vida real.
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Podría pensarse que con todo esto se empata el partido, pero no es del todo cierto. Una cosa es que un par de sujetos particulares graben un vídeo más o menos privado, aunque acabe trascendiendo, y otra que sea dentro de un partido en donde tenga lugar una situación de este tipo.
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A otro nivel, cabe preguntarse dónde está el límite en todo este asunto. Por ejemplo, hace no tanto tiempo a Público le hacía gracia una exposición de rollos de papel higiénico con la cara de algunos políticos. Cualquiera puede comprarse en Amazon un rollo de papel higiénico con la cara de Trump, por menos de 10 euros. ¿Prohibimos las fallas? ¿Detenemos a Frederick Forsyth por escribir una novela en la que se planeaba el asesinato de De Gaulle? Desde luego se puede discutir dónde ponemos el límite, pero no que el límite sea el mismo para todos.
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Aunque parece muy cuestionable asumir que el tipo de la escopeta estaba igual de dispuesto a disparar a Pablo Iglesias que a la foto de Pablo Iglesias, está muy claro que es poco recomendable y muy feo andar pegando tiros a fotos de personas reales y sería deseable que nadie se deslizara por esa pendiente. No obstante es probable que, de ser sancionados los autores del vídeo, al final y a la vista de los antecedentes lo sean por los permisos de las armas, las condiciones de uso o el lugar en que las utilizaron, más que por las fotos sobre las que dispararon. Por lo demás, nadie con dos dedos de frente en este país ha hablado de otra cosa, pese a todo lo que está pasando, que de exigir responsabilidades judiciales o en todo caso políticas al gobierno.
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